/ miércoles 20 de junio de 2018

¡Allá va el ladrón!

Perdono la que roba y al que mata, pero no al que traiciona.Emiliano Zapata

La guerra de lodo que los mexicanos presenciamos en los últimos meses sería muy divertida, si no fuese porque en ella se hipoteca todo lo que nos queda, y que podríamos heredar a las futuras generaciones. Y dado que somos las víctimas y los cómplices, se trata de toda una tragedia histórica.

El candidato Anaya, de la coalición de frente de chile, de dulce y de manteca, empeña en enfocar las baterías de la dudosa “justicia” mexicana hacia el presidente, su candidato y el séquito más cercano. Interpreto que su propósito es alejar los reflectores de sus propias corruptelas, vigentes en tribunales nacionales y extranjeros.

No me es dado decidir si es o no culpable, ya lo dirán las instancias competentes en el caso. Es un hecho, no obstante, que lo que huele a excremento, tiene el mismo aspecto y se encuentra en el retrete, muy probablemente lo será. Pronto sabremos más de su nivel de inocencia, si no desaparece con posterioridad al proceso electoral.

Las denuncias de Anaya suenan más a escudo publicitario. ¿Quién puede creerle, después de su amplio currículum de traiciones que en verdad le preocupa la corrupción? Como bien dijo el coordinador de su propia campaña Jorge Castañeda: muchos panistas y expanistas agraviados serían y serán felices con la estrepitosodesplome del “Joven Maravilla”. Van a darse el gran gusto porque, no tiene remedio: el que a hierro mata, a hierro muere.

Los escándalos de corrupción de Meade se adivinaban, no era necesario saberlo porque en que con lobos anda, tarde o temprano domina el arte de aullar. No hay prisa, conoceremos con oportunidad de todas las fugas de recursos en las que Meade y sus amigos del PRI, son responsables. Quiero verlos detrás de las rejas, como una muestra de que se empieza a limpiar el escenario político de México.

No sería honesto pasar por alto el escándalo de Layda Sansores. Tiene dos lecturas: hay harto cochambre en el poder legislativo, en donde también urge una meticulosa limpia que, por supuesto debe pasar por la aplicación de algunos escarmientos ejemplares. La segunda de las interpretaciones indica que, ante la imposibilidad de encontrar corruptelas de Andrés Manuel, se empieza a buscar entre sus correligionarios, con resultados pobre y limitados: cortinas, tintes para pelo y otros enseres domésticos.

No pretendo en modo alguno minimizar la gravedad de lo indebido. Toda conducta incorrecta debe ser sancionada y denunciada, desde un tinte hasta un yate o un departamento de lujo. Eliminar la corrupción debe significar deshacernos de cada una de sus manifestaciones, por insignificantes que parezcan: muchas insignificantes gotas hacen una gran tormenta.


Perdono la que roba y al que mata, pero no al que traiciona.Emiliano Zapata

La guerra de lodo que los mexicanos presenciamos en los últimos meses sería muy divertida, si no fuese porque en ella se hipoteca todo lo que nos queda, y que podríamos heredar a las futuras generaciones. Y dado que somos las víctimas y los cómplices, se trata de toda una tragedia histórica.

El candidato Anaya, de la coalición de frente de chile, de dulce y de manteca, empeña en enfocar las baterías de la dudosa “justicia” mexicana hacia el presidente, su candidato y el séquito más cercano. Interpreto que su propósito es alejar los reflectores de sus propias corruptelas, vigentes en tribunales nacionales y extranjeros.

No me es dado decidir si es o no culpable, ya lo dirán las instancias competentes en el caso. Es un hecho, no obstante, que lo que huele a excremento, tiene el mismo aspecto y se encuentra en el retrete, muy probablemente lo será. Pronto sabremos más de su nivel de inocencia, si no desaparece con posterioridad al proceso electoral.

Las denuncias de Anaya suenan más a escudo publicitario. ¿Quién puede creerle, después de su amplio currículum de traiciones que en verdad le preocupa la corrupción? Como bien dijo el coordinador de su propia campaña Jorge Castañeda: muchos panistas y expanistas agraviados serían y serán felices con la estrepitosodesplome del “Joven Maravilla”. Van a darse el gran gusto porque, no tiene remedio: el que a hierro mata, a hierro muere.

Los escándalos de corrupción de Meade se adivinaban, no era necesario saberlo porque en que con lobos anda, tarde o temprano domina el arte de aullar. No hay prisa, conoceremos con oportunidad de todas las fugas de recursos en las que Meade y sus amigos del PRI, son responsables. Quiero verlos detrás de las rejas, como una muestra de que se empieza a limpiar el escenario político de México.

No sería honesto pasar por alto el escándalo de Layda Sansores. Tiene dos lecturas: hay harto cochambre en el poder legislativo, en donde también urge una meticulosa limpia que, por supuesto debe pasar por la aplicación de algunos escarmientos ejemplares. La segunda de las interpretaciones indica que, ante la imposibilidad de encontrar corruptelas de Andrés Manuel, se empieza a buscar entre sus correligionarios, con resultados pobre y limitados: cortinas, tintes para pelo y otros enseres domésticos.

No pretendo en modo alguno minimizar la gravedad de lo indebido. Toda conducta incorrecta debe ser sancionada y denunciada, desde un tinte hasta un yate o un departamento de lujo. Eliminar la corrupción debe significar deshacernos de cada una de sus manifestaciones, por insignificantes que parezcan: muchas insignificantes gotas hacen una gran tormenta.


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