/ lunes 4 de enero de 2021

Annus Horribilis

El título se refiere a una expresión de origen latino que se puede traducir como un “año terrible”. Generalmente se utiliza a nivel nacional o global cuando al finalizar un año determinado las cosas no han salido como se esperaban, o bien, de plano, ante circunstancias extraordinarias del suyo catastróficas en su esencia misma.

En la historia, tenemos noticias de este tipo de calificación en los sucesos que acaecieron en la Antigua Roma, allá por los años 68 a 69 de nuestra era, con la caída de Nerón y el llamado año de los cuatro emperadores. Recordemos que el gobernante de aquél imperio que hemos mencionado, ha sido descrito y será recordado para la posteridad como un mal ejemplo en el ejercicio del poder, comenzando por que se atribuye al mismo el asesinato de su propia madre, circunstancia extraordinaria ésta y respecto de la cual la filosofía popular, que no se equivoca jamás, anota importantes reflexiones en el sentido de sentenciar: “…si mató a su madre, ¿quién se podría salvar de su locura?”. Nos encontramos, entonces, en la primera guerra civil romana de la época imperial, con el enfrentamiento abierto de Nerón, representando al Estado, por un lado, y la élite de los Senadores y otros hombres prominentes, por el otro bando, y que habían sido diezmados, literalmente, estos últimos, por el poder en turno mediante el terror político abierto y descarado traducido en asesinatos, desapariciones y confiscaciones de bienes. A la muerte de Nerón, en el año 68, se abre un intenso periodo de turbulencia en la sociedad romana, con la primera conflagración interna de la época imperial, el fin de la dinastía Julio – Claudia y la inesperada sucesión de cuatro emperadores en un lapso menor a un año: Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano. Ya en si la sucesión de cuatro titulares en la magistratura máxima nos puede dar idea de la inestabilidad política y social de aquéllos momentos. El desenlace de estos insólitos acontecimientos es conocido por todos: el afianzamiento en el poder de Vespasiano y el comienzo de una nueva dinastía imperial que traería muchos y mejores años: Los Flavios (Vespasiano, Tito y Domiciano).

El término en comento también se utilizó por parte de la Iglesia Católica en el año de 1891, concretamente para referirse al Dogma de la Infalibilidad papal, y se hizo también tristemente célebre por Isabel II de Inglaterra, allá por 1992, a los 40 años de su coronación, y en el contexto de una etapa caracterizada por tropezones políticos, derrotas vergonzosas y escándalos mediáticos alrededor de la casa real.

El año que justo acaba de terminar habrá de ser comentado por varias generaciones venideras, a nivel planetario, como el inicio de una catástrofe anunciada por los confinamientos de locura, las pérdidas de muchísimas vidas valiosas antes de tiempo, la utilización irresponsable de la pandemia, en muchas latitudes, con fines eminentemente políticos y, en general, la irresponsabilidad y negligencia de gran parte de la humanidad para atender y comprender la trascendencia del momento histórico que se está viviendo.

Y el actual, 2021, no pinta bien tampoco.


El título se refiere a una expresión de origen latino que se puede traducir como un “año terrible”. Generalmente se utiliza a nivel nacional o global cuando al finalizar un año determinado las cosas no han salido como se esperaban, o bien, de plano, ante circunstancias extraordinarias del suyo catastróficas en su esencia misma.

En la historia, tenemos noticias de este tipo de calificación en los sucesos que acaecieron en la Antigua Roma, allá por los años 68 a 69 de nuestra era, con la caída de Nerón y el llamado año de los cuatro emperadores. Recordemos que el gobernante de aquél imperio que hemos mencionado, ha sido descrito y será recordado para la posteridad como un mal ejemplo en el ejercicio del poder, comenzando por que se atribuye al mismo el asesinato de su propia madre, circunstancia extraordinaria ésta y respecto de la cual la filosofía popular, que no se equivoca jamás, anota importantes reflexiones en el sentido de sentenciar: “…si mató a su madre, ¿quién se podría salvar de su locura?”. Nos encontramos, entonces, en la primera guerra civil romana de la época imperial, con el enfrentamiento abierto de Nerón, representando al Estado, por un lado, y la élite de los Senadores y otros hombres prominentes, por el otro bando, y que habían sido diezmados, literalmente, estos últimos, por el poder en turno mediante el terror político abierto y descarado traducido en asesinatos, desapariciones y confiscaciones de bienes. A la muerte de Nerón, en el año 68, se abre un intenso periodo de turbulencia en la sociedad romana, con la primera conflagración interna de la época imperial, el fin de la dinastía Julio – Claudia y la inesperada sucesión de cuatro emperadores en un lapso menor a un año: Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano. Ya en si la sucesión de cuatro titulares en la magistratura máxima nos puede dar idea de la inestabilidad política y social de aquéllos momentos. El desenlace de estos insólitos acontecimientos es conocido por todos: el afianzamiento en el poder de Vespasiano y el comienzo de una nueva dinastía imperial que traería muchos y mejores años: Los Flavios (Vespasiano, Tito y Domiciano).

El término en comento también se utilizó por parte de la Iglesia Católica en el año de 1891, concretamente para referirse al Dogma de la Infalibilidad papal, y se hizo también tristemente célebre por Isabel II de Inglaterra, allá por 1992, a los 40 años de su coronación, y en el contexto de una etapa caracterizada por tropezones políticos, derrotas vergonzosas y escándalos mediáticos alrededor de la casa real.

El año que justo acaba de terminar habrá de ser comentado por varias generaciones venideras, a nivel planetario, como el inicio de una catástrofe anunciada por los confinamientos de locura, las pérdidas de muchísimas vidas valiosas antes de tiempo, la utilización irresponsable de la pandemia, en muchas latitudes, con fines eminentemente políticos y, en general, la irresponsabilidad y negligencia de gran parte de la humanidad para atender y comprender la trascendencia del momento histórico que se está viviendo.

Y el actual, 2021, no pinta bien tampoco.