/ lunes 25 de febrero de 2019

Aprendiendo a triunfar

La disciplina nace dentro del espíritu del atleta que llega a formar sus propias metas; deja sus diversiones, muchas veces su trabajo, su estudio y en ocasiones todos los gustos naturales de la vida. Todo lo hacen a un lado por un objetivo… El llegar a tener, el llegar a conquistar, el llegar hacer lo que se propusieron.

Una mente de hierro es lo que genera que un atleta de alto rendimiento tenga alcances a niveles mundiales, esto aunado a una visión positiva, la cual se le inculca al deportista desde la niñez y la juventud.

El encontrarse con uno mismo, no tanto como deportista sino como ser humano, es llegar a lo más alto, es ver lo inimaginable alcanzando logros y conquistas; de esta manera se forja, así se lucha, así se obtiene, por eso que los metodólogos y buenos entrenadores son una parte fundamental para que sean alcanzadas las metas.

Que su cuerpo responda a las cargas de trabajo físico, que sea fuerte en sus creencias espirituales, pues aquí pondrá encontrar lo que ya en plena lucha su cuerpo no pueda dar. La motivación, externa la encontrará en las personas con quien convive, un buen entrenador, una buena familia, buenos amigos, y esto no sólo se enlaza a una vida disciplinada en el deporte, sino, una vida con metodología humana, siempre creando y viendo las cosas positivamente.

Los grandes deportistas no están hechos de triunfos rápidos o de momentos oportunos, estos se vienen fraguando desde que son niños, desde que llegan a un éxtasis donde ellos desean más de lo que no han encontrado en su camino, cuando se dan cuenta que pueden alcanzar más de lo que otros han hecho o logrado.

Los atletas que han llegado a un alto nivel, dejando el lado humano de la humildad, son efímeros, desaparecen, son pocos los que los reconocen con el tiempo y los que llegaron y, lograron quedarse fue por sus triunfos aunados a su humildad es aquí cuando se dice…Llegaron para quedarse… Son los recordados a través del tiempo y palpados como un ejemplo, no tanto en su deporte, sino, como grandes seres humanos. Muchos de ellos han llegado hacer presidentes de comités olímpicos, federaciones deportivas nacionales e internacionales; han llegado no tanto por sus logros, sino por su don de gente y por su humildad ante los demás.

El llegar arriba en estos niveles, siempre se compara con algo divino, son los humanos que entregaron todo su ser a Dios, quien le tienen toda su confianza. Aquel que ponen a Dios por delante es quien puede llegar a la cumbre…El que lo pone en medio, se queda a la mitad del sendero. Dios nos tiene nuestro propio camino y quiere que sepamos llegar a él, pues nos da la libertad de poder decidir y luchar en busca de lo que queramos.

La humildad es el triunfo más grande de toda persona o de todo deportista, no es un logro ni un objetivo; entre más humilde sea ganarán más adeptos; la grandeza puede desaparecer como tus logros sin la humildad.

La disciplina nace dentro del espíritu del atleta que llega a formar sus propias metas; deja sus diversiones, muchas veces su trabajo, su estudio y en ocasiones todos los gustos naturales de la vida. Todo lo hacen a un lado por un objetivo… El llegar a tener, el llegar a conquistar, el llegar hacer lo que se propusieron.

Una mente de hierro es lo que genera que un atleta de alto rendimiento tenga alcances a niveles mundiales, esto aunado a una visión positiva, la cual se le inculca al deportista desde la niñez y la juventud.

El encontrarse con uno mismo, no tanto como deportista sino como ser humano, es llegar a lo más alto, es ver lo inimaginable alcanzando logros y conquistas; de esta manera se forja, así se lucha, así se obtiene, por eso que los metodólogos y buenos entrenadores son una parte fundamental para que sean alcanzadas las metas.

Que su cuerpo responda a las cargas de trabajo físico, que sea fuerte en sus creencias espirituales, pues aquí pondrá encontrar lo que ya en plena lucha su cuerpo no pueda dar. La motivación, externa la encontrará en las personas con quien convive, un buen entrenador, una buena familia, buenos amigos, y esto no sólo se enlaza a una vida disciplinada en el deporte, sino, una vida con metodología humana, siempre creando y viendo las cosas positivamente.

Los grandes deportistas no están hechos de triunfos rápidos o de momentos oportunos, estos se vienen fraguando desde que son niños, desde que llegan a un éxtasis donde ellos desean más de lo que no han encontrado en su camino, cuando se dan cuenta que pueden alcanzar más de lo que otros han hecho o logrado.

Los atletas que han llegado a un alto nivel, dejando el lado humano de la humildad, son efímeros, desaparecen, son pocos los que los reconocen con el tiempo y los que llegaron y, lograron quedarse fue por sus triunfos aunados a su humildad es aquí cuando se dice…Llegaron para quedarse… Son los recordados a través del tiempo y palpados como un ejemplo, no tanto en su deporte, sino, como grandes seres humanos. Muchos de ellos han llegado hacer presidentes de comités olímpicos, federaciones deportivas nacionales e internacionales; han llegado no tanto por sus logros, sino por su don de gente y por su humildad ante los demás.

El llegar arriba en estos niveles, siempre se compara con algo divino, son los humanos que entregaron todo su ser a Dios, quien le tienen toda su confianza. Aquel que ponen a Dios por delante es quien puede llegar a la cumbre…El que lo pone en medio, se queda a la mitad del sendero. Dios nos tiene nuestro propio camino y quiere que sepamos llegar a él, pues nos da la libertad de poder decidir y luchar en busca de lo que queramos.

La humildad es el triunfo más grande de toda persona o de todo deportista, no es un logro ni un objetivo; entre más humilde sea ganarán más adeptos; la grandeza puede desaparecer como tus logros sin la humildad.