/ viernes 22 de octubre de 2021

Calderón se lava las manos

El sexenio de Felipe Calderón fue el punto de quiebre que llevó los niveles de violencia en México a una crisis que se prolonga hasta nuestros días. Su mala administración y los crímenes de Estado cometidos durante ese periodo, generaron un aumento en los conflictos armados, los homicidios, el paramilitarismo, el consumo de sustancias ilícitas, las desapariciones y otras violaciones a los derechos humanos, el número de grupos criminales y la penetración de estos en las instituciones, lo que derivó en perdida de confianza, aumento en la sensación de inseguridad y desplazamientos forzosos, todo ello, cubierto bajo la oprobiosa capa de impunidad que hasta hoy le permite gozar de su libertad e incluso seguir incidiendo en la política nacional como un opositor al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y de la Cuarta Transformación.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones 2011, en términos del crecimiento poblacional, se agregaron 100,000 personas como dependientes pasando de 450,000 en el 2008 a 550,000 en el 2011. Se estima que, de las 20,000 desapariciones, más del 97 por ciento se registraron a partir de 2006, cuando la administración de Felipe Calderón Hinojosa comenzó su fracasada estrategia. La tasa de civiles muertos en enfrentamientos entre autoridades y presuntos delincuentes, según datos del Centro de Investigación y Docencia Económicas, incrementaron más del 2,000 por ciento, lo que fue tratado por los medios de aquel entonces como daños colaterales.

En cuanto a la infiltración del crimen en las instituciones, tenemos el caso emblemático de Genaro García Luna, quien en 2006 fue designado como titular de la Secretaría de Seguridad Pública, quien ahora enfrenta un juicio penal en su contra por conspiración internacional para traficar cocaína de México hacia el vecino país del norte, en colusión con una fracción del Cártel de Sinaloa, mismo cargo del cual Iván Reyes Arzate, excomandante de la Policía Federal y uno de los hombres cercanos de Genaro García Luna, se declaró culpable en la Unión Americana.

Pese a todos estos antecedentes, y gracias a la impunidad de la que gozó en la administración que le precedió, el expresidente Calderón continúa activo en la política mexicana. Si bien el Instituto Nacional Electoral negó el registro de su nueva agrupación, México Libre, como partido político nacional, debido a quejas e irregularidades en el cumplimiento de requisitos, su constante presencia en redes sociales para denostar la labor del actual gobierno federal, aun en materia de seguridad en la que se están logrando avances significativos, resulta absurda, cínica y reafirma el dicho del presidente sobre que la verdadera doctrina del conservadurismo es la hipocresía.

Ante la imposibilidad de desmentir los señalamientos del gobernador David Monreal sobre la culpa que recae en el expresidente por la violencia que vive México, su estrategia, una vez más fallida, fue revivir un episodio ya desestimado de la infamia y la guerra sucia que recayó sobre el fresnillense cuando luchaba desde la oposición por la transformación de Zacatecas. Aunque se pretenda lavar las manos, la sangre derramada dejó una cicatriz en la historia contemporánea imposible de borrar.

El sexenio de Felipe Calderón fue el punto de quiebre que llevó los niveles de violencia en México a una crisis que se prolonga hasta nuestros días. Su mala administración y los crímenes de Estado cometidos durante ese periodo, generaron un aumento en los conflictos armados, los homicidios, el paramilitarismo, el consumo de sustancias ilícitas, las desapariciones y otras violaciones a los derechos humanos, el número de grupos criminales y la penetración de estos en las instituciones, lo que derivó en perdida de confianza, aumento en la sensación de inseguridad y desplazamientos forzosos, todo ello, cubierto bajo la oprobiosa capa de impunidad que hasta hoy le permite gozar de su libertad e incluso seguir incidiendo en la política nacional como un opositor al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y de la Cuarta Transformación.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones 2011, en términos del crecimiento poblacional, se agregaron 100,000 personas como dependientes pasando de 450,000 en el 2008 a 550,000 en el 2011. Se estima que, de las 20,000 desapariciones, más del 97 por ciento se registraron a partir de 2006, cuando la administración de Felipe Calderón Hinojosa comenzó su fracasada estrategia. La tasa de civiles muertos en enfrentamientos entre autoridades y presuntos delincuentes, según datos del Centro de Investigación y Docencia Económicas, incrementaron más del 2,000 por ciento, lo que fue tratado por los medios de aquel entonces como daños colaterales.

En cuanto a la infiltración del crimen en las instituciones, tenemos el caso emblemático de Genaro García Luna, quien en 2006 fue designado como titular de la Secretaría de Seguridad Pública, quien ahora enfrenta un juicio penal en su contra por conspiración internacional para traficar cocaína de México hacia el vecino país del norte, en colusión con una fracción del Cártel de Sinaloa, mismo cargo del cual Iván Reyes Arzate, excomandante de la Policía Federal y uno de los hombres cercanos de Genaro García Luna, se declaró culpable en la Unión Americana.

Pese a todos estos antecedentes, y gracias a la impunidad de la que gozó en la administración que le precedió, el expresidente Calderón continúa activo en la política mexicana. Si bien el Instituto Nacional Electoral negó el registro de su nueva agrupación, México Libre, como partido político nacional, debido a quejas e irregularidades en el cumplimiento de requisitos, su constante presencia en redes sociales para denostar la labor del actual gobierno federal, aun en materia de seguridad en la que se están logrando avances significativos, resulta absurda, cínica y reafirma el dicho del presidente sobre que la verdadera doctrina del conservadurismo es la hipocresía.

Ante la imposibilidad de desmentir los señalamientos del gobernador David Monreal sobre la culpa que recae en el expresidente por la violencia que vive México, su estrategia, una vez más fallida, fue revivir un episodio ya desestimado de la infamia y la guerra sucia que recayó sobre el fresnillense cuando luchaba desde la oposición por la transformación de Zacatecas. Aunque se pretenda lavar las manos, la sangre derramada dejó una cicatriz en la historia contemporánea imposible de borrar.

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