/ domingo 11 de octubre de 2020

Casas blancas y otros saqueos

La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo.

La democracia participativa ya es una realidad. No con engaños, candados o simulaciones, como en otros sexenios se venía realizando. El pueblo, por primera ocasión, ha tomado las riendas de la nación a través del instrumento constitucional de la consulta popular. Sabedor de las iniquidades del pasado, lo que más anhela es justicia: los expresidentes deben ser llevados a juicio.

Sus actos de corrupción, fraudes, vínculos con el narcotráfico y malas decisiones en detrimento del país no deben quedar impunes. ¿Cómo olvidar la guerra contra el narcotráfico que emprendió el espurio de Felipe Calderón y que sumió al país en sangre y fuego? ¿Cómo perdonar la corrupción institucionalizada y el saqueo vulgar en el sexenio de Enrique Peña Nieto? El pueblo no olvida. Y no lo hace porque estas acciones le han costado a éste lágrimas, hambre, incertidumbre, dolor y sufrimiento. Las madres todavía lloran a sus hijos desaparecidos y muertos por esta guerra absurda y fallida. Los padres de familia no saben de dónde sacar dinero para poder alimentar a su familia mientras que todo el séquito del entonces presidente Peña, con recursos públicos y sobornos mal habidos, se dan la vida de sátrapas. El dispendio, la opacidad, la voracidad, son emblemas de su gobierno.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló la consulta popular porque, bien sabe, todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio. El pueblo debe estar involucrado en la toma de decisiones, no se le puede ignorar; por eso, de igual forma, en el Senado de la República aprobamos la viabilidad de esta consulta popular, al ser un tema de trascendencia nacional. Es una lucha que comparto por la justicia y por el verdadero cambio del país.

Debemos transitar a una democracia directa, donde cada decisión pública, la acompañe la voluntad del pueblo. Empoderar a los ciudadanos. Tenemos la obligación histórica de generar mecanismos para hacer asequible a nuestra democracia, es la base de todo Estado de derecho. No debemos temer la voluntad del pueblo. Las personas como las sociedades, en palabras de José Saramago, Nobel de Literatura, no son como una cosa que se deja en un sitio y allí se queda, una persona se mueve, piensa, pregunta, duda, investiga, quiere saber, y si es verdad que, forzada por el hábito de la conformidad, acaba, más tarde o más pronto, pareciendo sometida a los objetos, no se crea que tal sometimiento es, en todos los casos, definitivo. Por años la voluntad del pueblo fue olvidada, relegada; con este cambio democrático, ya no más. Con el pueblo todo, sin el pueblo nada.

La soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo.

La democracia participativa ya es una realidad. No con engaños, candados o simulaciones, como en otros sexenios se venía realizando. El pueblo, por primera ocasión, ha tomado las riendas de la nación a través del instrumento constitucional de la consulta popular. Sabedor de las iniquidades del pasado, lo que más anhela es justicia: los expresidentes deben ser llevados a juicio.

Sus actos de corrupción, fraudes, vínculos con el narcotráfico y malas decisiones en detrimento del país no deben quedar impunes. ¿Cómo olvidar la guerra contra el narcotráfico que emprendió el espurio de Felipe Calderón y que sumió al país en sangre y fuego? ¿Cómo perdonar la corrupción institucionalizada y el saqueo vulgar en el sexenio de Enrique Peña Nieto? El pueblo no olvida. Y no lo hace porque estas acciones le han costado a éste lágrimas, hambre, incertidumbre, dolor y sufrimiento. Las madres todavía lloran a sus hijos desaparecidos y muertos por esta guerra absurda y fallida. Los padres de familia no saben de dónde sacar dinero para poder alimentar a su familia mientras que todo el séquito del entonces presidente Peña, con recursos públicos y sobornos mal habidos, se dan la vida de sátrapas. El dispendio, la opacidad, la voracidad, son emblemas de su gobierno.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló la consulta popular porque, bien sabe, todo poder público dimana del pueblo y se instituye para su beneficio. El pueblo debe estar involucrado en la toma de decisiones, no se le puede ignorar; por eso, de igual forma, en el Senado de la República aprobamos la viabilidad de esta consulta popular, al ser un tema de trascendencia nacional. Es una lucha que comparto por la justicia y por el verdadero cambio del país.

Debemos transitar a una democracia directa, donde cada decisión pública, la acompañe la voluntad del pueblo. Empoderar a los ciudadanos. Tenemos la obligación histórica de generar mecanismos para hacer asequible a nuestra democracia, es la base de todo Estado de derecho. No debemos temer la voluntad del pueblo. Las personas como las sociedades, en palabras de José Saramago, Nobel de Literatura, no son como una cosa que se deja en un sitio y allí se queda, una persona se mueve, piensa, pregunta, duda, investiga, quiere saber, y si es verdad que, forzada por el hábito de la conformidad, acaba, más tarde o más pronto, pareciendo sometida a los objetos, no se crea que tal sometimiento es, en todos los casos, definitivo. Por años la voluntad del pueblo fue olvidada, relegada; con este cambio democrático, ya no más. Con el pueblo todo, sin el pueblo nada.