/ lunes 27 de enero de 2020

China contra la información

Las nuevas tecnologías de la información amplifican las formas de comunicación humana y específicamente, potencian la individualización. Es por esto –entre otros motivos- que los contenidos que se exponen en las redes de internet son más difíciles de censurar que la información que se genera en los medios tradicionales. En internet hay tantos medios como usuarios. En diciembre de 2019 se registró en la ciudad de Wuhan, China, un nuevo tipo de coronavirus -cuyo nombre deriva de su forma de corona-. No existe vacuna. Hasta el pasado fin de semana la tasa de mortalidad era del 3.1%. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el brote podría convertirse en una epidemia de alcances globales. Estados Unidos, Tailandia, Japón, Corea del Sur, Vietnam y Taiwán ya registraron casos de personas enfermas.

Este hecho ocurre en China, donde opera un sistema de control de información y de vigilancia sobre lo que las personas publican. En este tipo de regímenes, las libertades de expresión no pueden estar por encima del interés del Estado. Cuando se trata de acontecimientos que reflejen una imagen negativa del gobierno es mejor ocultarlos. Un ejemplo de este tipo de sistemas ocurrió el 26 de abril de 1986 cuando explotó la central nuclear de Chernóbil, ubicada el norte de Ucrania en la antigua Unión Soviética. El gobierno encubrió la catástrofe, minimizó el problema, le mintió al mundo y tergiversó la historia para evadir su responsabilidad. Algunos especialistas estiman que la información hubiera evitado miles de muertes si se hubiera conocido desde un inicio la magnitud del problema.

Hoy, China hace lo mismo. De acuerdo a la asociación internacional Reporteros Sin Fronteras (RSF), el país asiático es una de las naciones que más viola las libertades informativas. Los medios de difusión chinos, públicos y privados, se encuentran bajo el dominio del Partido Comunista. Existen más de 60 periodistas y blogueros encarcelados. El Estado cuenta con un ejército encargado de eliminar contenidos de internet y de las redes sociodigitales que sean adversos al gobierno. Algunos servicios que no funcionan en China: Instagram, Twitter, Facebook, Google, Snapchat, SoundCloud, WhatsApp, Yahoo, Vimeo, Netflix, Amazon Prime Video, Spotify, Playstation, Scribd, Dropbox, Slideshare, Linkedin, Bing, Hotmail y WeTransfer, entre otros.

El coronavirus no sólo es un problema de salud, también lo es informativo. Algunos medios como The New York Times y The Guardian revelaron en días pasados que el férreo control informativo está generando la propagación de noticias falsas o fake news. Incluso, hay personas detenidas por publicar en internet información falsa. Además, la reserva de datos entorpece la labor de las autoridades y el actuar de la sociedad. Sin embargo, los intentos de censura no han tenido efecto. A través de las redes se han conocido aspectos específicos del lugar del contagio. Internet continúa siendo el principal espacio público para visibilizar aquello que se quiere ocultar a pesar de que China intenta mostrarse mediáticamente como un país con la capacidad de enfrentar una enfermedad de estas características.

Las nuevas tecnologías de la información amplifican las formas de comunicación humana y específicamente, potencian la individualización. Es por esto –entre otros motivos- que los contenidos que se exponen en las redes de internet son más difíciles de censurar que la información que se genera en los medios tradicionales. En internet hay tantos medios como usuarios. En diciembre de 2019 se registró en la ciudad de Wuhan, China, un nuevo tipo de coronavirus -cuyo nombre deriva de su forma de corona-. No existe vacuna. Hasta el pasado fin de semana la tasa de mortalidad era del 3.1%. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el brote podría convertirse en una epidemia de alcances globales. Estados Unidos, Tailandia, Japón, Corea del Sur, Vietnam y Taiwán ya registraron casos de personas enfermas.

Este hecho ocurre en China, donde opera un sistema de control de información y de vigilancia sobre lo que las personas publican. En este tipo de regímenes, las libertades de expresión no pueden estar por encima del interés del Estado. Cuando se trata de acontecimientos que reflejen una imagen negativa del gobierno es mejor ocultarlos. Un ejemplo de este tipo de sistemas ocurrió el 26 de abril de 1986 cuando explotó la central nuclear de Chernóbil, ubicada el norte de Ucrania en la antigua Unión Soviética. El gobierno encubrió la catástrofe, minimizó el problema, le mintió al mundo y tergiversó la historia para evadir su responsabilidad. Algunos especialistas estiman que la información hubiera evitado miles de muertes si se hubiera conocido desde un inicio la magnitud del problema.

Hoy, China hace lo mismo. De acuerdo a la asociación internacional Reporteros Sin Fronteras (RSF), el país asiático es una de las naciones que más viola las libertades informativas. Los medios de difusión chinos, públicos y privados, se encuentran bajo el dominio del Partido Comunista. Existen más de 60 periodistas y blogueros encarcelados. El Estado cuenta con un ejército encargado de eliminar contenidos de internet y de las redes sociodigitales que sean adversos al gobierno. Algunos servicios que no funcionan en China: Instagram, Twitter, Facebook, Google, Snapchat, SoundCloud, WhatsApp, Yahoo, Vimeo, Netflix, Amazon Prime Video, Spotify, Playstation, Scribd, Dropbox, Slideshare, Linkedin, Bing, Hotmail y WeTransfer, entre otros.

El coronavirus no sólo es un problema de salud, también lo es informativo. Algunos medios como The New York Times y The Guardian revelaron en días pasados que el férreo control informativo está generando la propagación de noticias falsas o fake news. Incluso, hay personas detenidas por publicar en internet información falsa. Además, la reserva de datos entorpece la labor de las autoridades y el actuar de la sociedad. Sin embargo, los intentos de censura no han tenido efecto. A través de las redes se han conocido aspectos específicos del lugar del contagio. Internet continúa siendo el principal espacio público para visibilizar aquello que se quiere ocultar a pesar de que China intenta mostrarse mediáticamente como un país con la capacidad de enfrentar una enfermedad de estas características.