/ miércoles 4 de diciembre de 2019

¿Cómo se evalúa la educación en México?

Alguien por ahí habrá escuchado sobre la existencia de un organismo llamado COPAES. Bien, pues sus siglas denominan al Consejo para la Acreditación de la Educación Superior, del que en esta ocasión hablaremos.

En nuestra columna EL SISTEMA EDUCATIVO NORTEAMERICANO del 21 de noviembre adelantábamos algo y mencionábamos que “en la década de los 50 del siglo XX en Estados Unidos de Norteamérica se enfatizó la auto calificación cualitativa basada en el método comparativo para revisar estándares de crecimiento, calidad y competencia educativa”.

El modelo norteamericano sentó las bases de un patrón a nivel de América Latina. Internacionalmente la autoevaluación tomó carácter de uniformidad a lo largo del siglo XX. Organismos internacionales como: el Banco Mundial (BM), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), entre otros, concretaron y definieron modelos de evaluación para la educación superior. Así se decidieron principios, criterios y estándares de calidad que habrían de homologar un sistema de enseñanza, con sus respectivas metodologías, herramientas de aprendizaje, perfiles docentes, contenidos curriculares, etcétera.

En México, la política educativa que en la actualidad rige los estándares de calidad de nuestros centros educativos nació en los años ochenta. Hacia 1988 se creó el Programa Nacional de Modernización Educativa (PNME) respaldado por la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) que había sido fundada desde 1950. Fue así que la ACREDITACIÓN quedó encomendada a un organismo par con las suficientes credenciales para corresponder con un modelo de calidad y competitividad.

Sin embargo, la cantidad y diversidad de programas y carreras a evaluar era tan amplia que había que nombrar una corporación para hacerse cargo de tan descomunal tarea. Fue así que la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación Superior decidió crear en 1991 los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES) y se fundaron muchos de acuerdo a las distintas disciplinas del conocimiento. Sin embargo, era necesario presidir y regular los procesos de educación a fin de poder agrupar y controlar las diversas entidades educativas; por lo que en el año 2000 fue fundado el COPAES (Consejo para la Acreditación de la Educación Superior); asociación civil que - en acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP)- se encargaría de orientar y supervisar las políticas públicas en materia de educación tanto en instituciones públicas como privadas.

No es ocioso declarar que aquellas instituciones públicas o privadas que no se rijan por los principios de estas políticas de la educación superior, permanecerán fuera de una cultura hegemónica educativa y que por ello no podrán tener acceso a recursos federales, reconocimiento político-educativo y credibilidad social de su entorno.

Es así como las escuelas comienzan también a diferenciarse en niveles y estatus. En el siguiente número hablaremos de los criterios generales que utiliza el COPAES para evaluar el desarrollo y funcionamiento de tales entidades educativas.

Alguien por ahí habrá escuchado sobre la existencia de un organismo llamado COPAES. Bien, pues sus siglas denominan al Consejo para la Acreditación de la Educación Superior, del que en esta ocasión hablaremos.

En nuestra columna EL SISTEMA EDUCATIVO NORTEAMERICANO del 21 de noviembre adelantábamos algo y mencionábamos que “en la década de los 50 del siglo XX en Estados Unidos de Norteamérica se enfatizó la auto calificación cualitativa basada en el método comparativo para revisar estándares de crecimiento, calidad y competencia educativa”.

El modelo norteamericano sentó las bases de un patrón a nivel de América Latina. Internacionalmente la autoevaluación tomó carácter de uniformidad a lo largo del siglo XX. Organismos internacionales como: el Banco Mundial (BM), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), entre otros, concretaron y definieron modelos de evaluación para la educación superior. Así se decidieron principios, criterios y estándares de calidad que habrían de homologar un sistema de enseñanza, con sus respectivas metodologías, herramientas de aprendizaje, perfiles docentes, contenidos curriculares, etcétera.

En México, la política educativa que en la actualidad rige los estándares de calidad de nuestros centros educativos nació en los años ochenta. Hacia 1988 se creó el Programa Nacional de Modernización Educativa (PNME) respaldado por la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) que había sido fundada desde 1950. Fue así que la ACREDITACIÓN quedó encomendada a un organismo par con las suficientes credenciales para corresponder con un modelo de calidad y competitividad.

Sin embargo, la cantidad y diversidad de programas y carreras a evaluar era tan amplia que había que nombrar una corporación para hacerse cargo de tan descomunal tarea. Fue así que la Coordinación Nacional para la Planeación de la Educación Superior decidió crear en 1991 los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES) y se fundaron muchos de acuerdo a las distintas disciplinas del conocimiento. Sin embargo, era necesario presidir y regular los procesos de educación a fin de poder agrupar y controlar las diversas entidades educativas; por lo que en el año 2000 fue fundado el COPAES (Consejo para la Acreditación de la Educación Superior); asociación civil que - en acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP)- se encargaría de orientar y supervisar las políticas públicas en materia de educación tanto en instituciones públicas como privadas.

No es ocioso declarar que aquellas instituciones públicas o privadas que no se rijan por los principios de estas políticas de la educación superior, permanecerán fuera de una cultura hegemónica educativa y que por ello no podrán tener acceso a recursos federales, reconocimiento político-educativo y credibilidad social de su entorno.

Es así como las escuelas comienzan también a diferenciarse en niveles y estatus. En el siguiente número hablaremos de los criterios generales que utiliza el COPAES para evaluar el desarrollo y funcionamiento de tales entidades educativas.