/ martes 21 de junio de 2022

Crisis alimentaria

Recientemente se ha hecho notoria la estadística que demuestra el incremento en los niveles de migración ilegal a Estados Unidos durante los últimos meses. Sin embargo, se trata de un fenómeno que se ha intensificado de manera global, por los efectos que aún subsisten de la pandemia de COVID – 19, la guerra entre Rusia y Ucrania, el cambio climático, y, sobre todo, la crisis financiera mundial.

Y es que, aunque algunas de las situaciones mencionadas parecían casi superadas, o incluso, lejanas a nuestro país, inevitablemente lo que sucede fuera de la soberanía nacional, repercute de forma directa o indirecta en nuestra cotidianidad, de acuerdo al mundo moderno en el que habitamos. En ese sentido, el “Programa Mundial de Alimentos” de la ONU, estima una grave crisis alimentaria para Latinoamérica y el Caribe, que se agudizará en los próximos meses y pondrá en movimiento migratorio a todo el continente.

Según la información que detalló Lola Castro, Directora Regional del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, se habla de un efecto dominó que alcanzará a un aproximado de 13.3 millones de personas, en lo que consideran una “migración hemisférica”, dadas las condiciones de vulnerabilidad en que viven los individuos, dificultades económicas y hambruna, que los obligarán a emprender un peligroso viaje, a través de muchos países, para llegar a Estados Unidos.

Como se advirtió, la guerra entre Rusia y Ucrania, además de generar una movilización forzosa de personas frente a los bélicos ataques armados, abona al encarecimiento en el precio de los alimentos, el hambre y la escasez, toda vez que representan la tercera parte del trigo que se exporta a nivel mundial y el conflicto ha provocado que los granos que se cultivan en ambos países, no puedan ser despachados. Bajo esa dirección, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, plantea una afectación a 181 millones de personas, en 41 países del mundo, quienes experimentarán una crisis alimentaria y graves niveles de hambre.

Es preocupante el estado actual que vive la humanidad en varios sentidos. Inquieta la pasividad e inercia que demuestran algunas de nuestras autoridades ante las inminentes problemáticas que se avecinan. Por más gastado que parezca el discurso, cada vez más se agudizan las desigualdades y se hacen visibles las diferentes y marcadas realidades que experimenta el país. Hay temas que merecen atención urgente – como el de la crisis alimentaria –, pero que no se están discutiendo en la agenda pública; para algunos, es más importante ser sede del próximo mundial, sólo para evidenciar los grandes problemas que no se han atendido, simulando atenderlos para que en la televisión no se vea lo que la realidad retrata, cuando en la mayoría de los Estados de la República el agua es cada día más escaza.

Recientemente se ha hecho notoria la estadística que demuestra el incremento en los niveles de migración ilegal a Estados Unidos durante los últimos meses. Sin embargo, se trata de un fenómeno que se ha intensificado de manera global, por los efectos que aún subsisten de la pandemia de COVID – 19, la guerra entre Rusia y Ucrania, el cambio climático, y, sobre todo, la crisis financiera mundial.

Y es que, aunque algunas de las situaciones mencionadas parecían casi superadas, o incluso, lejanas a nuestro país, inevitablemente lo que sucede fuera de la soberanía nacional, repercute de forma directa o indirecta en nuestra cotidianidad, de acuerdo al mundo moderno en el que habitamos. En ese sentido, el “Programa Mundial de Alimentos” de la ONU, estima una grave crisis alimentaria para Latinoamérica y el Caribe, que se agudizará en los próximos meses y pondrá en movimiento migratorio a todo el continente.

Según la información que detalló Lola Castro, Directora Regional del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, se habla de un efecto dominó que alcanzará a un aproximado de 13.3 millones de personas, en lo que consideran una “migración hemisférica”, dadas las condiciones de vulnerabilidad en que viven los individuos, dificultades económicas y hambruna, que los obligarán a emprender un peligroso viaje, a través de muchos países, para llegar a Estados Unidos.

Como se advirtió, la guerra entre Rusia y Ucrania, además de generar una movilización forzosa de personas frente a los bélicos ataques armados, abona al encarecimiento en el precio de los alimentos, el hambre y la escasez, toda vez que representan la tercera parte del trigo que se exporta a nivel mundial y el conflicto ha provocado que los granos que se cultivan en ambos países, no puedan ser despachados. Bajo esa dirección, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, plantea una afectación a 181 millones de personas, en 41 países del mundo, quienes experimentarán una crisis alimentaria y graves niveles de hambre.

Es preocupante el estado actual que vive la humanidad en varios sentidos. Inquieta la pasividad e inercia que demuestran algunas de nuestras autoridades ante las inminentes problemáticas que se avecinan. Por más gastado que parezca el discurso, cada vez más se agudizan las desigualdades y se hacen visibles las diferentes y marcadas realidades que experimenta el país. Hay temas que merecen atención urgente – como el de la crisis alimentaria –, pero que no se están discutiendo en la agenda pública; para algunos, es más importante ser sede del próximo mundial, sólo para evidenciar los grandes problemas que no se han atendido, simulando atenderlos para que en la televisión no se vea lo que la realidad retrata, cuando en la mayoría de los Estados de la República el agua es cada día más escaza.