/ miércoles 19 de mayo de 2021

"Crónica de un desplome anunciado"

Eran las 22:22 (10:22 P.M) del pasado tres de mayo cuando una de las columnas de la línea 12 del metro —la línea dorada— se desplomó y el vagón en el que viajaban cientos de personas terminó en forma de “V” colgando del tramo elevado por los extremos. La imagen fue tan impactante que en cuestión de horas ya circulaba a nivel mundial en los distintos medios de comunicación masiva. Para los que vivimos en la Ciudad de México, la línea 12 representa la única forma de traslado de zonas populares a lugares de trabajo, por lo que la fuerza laboral capitalina se unió como familia frente a semejante desastre. ¿Tragedia? ¿Accidente? ¿Descuido? ¿Negligencia? ¿Lección?

Lo primero que hay que resaltar y reflexionar es que lo sucedido no fue un “accidente” o, lo que en derecho se conoce como: caso fortuito o fuerza mayor, es decir, un acontecimiento derivado únicamente de la acción de la naturaleza. Este pudo haber sido el caso si se hubiera suscitado el desplome durante el sismo del diecinueve de septiembre de 2017, lo cual no sucedió. En este hecho en particular se trata evidentemente de una serie de errores, omisiones, negligencias, corrupción en su estado más cruel y vil, así como una constante actitud de indiferencia y soberbia ante los múltiples reclamos ciudadanos ya que desde el 2017 se tiene registro de denuncias sobre el estado de la infraestructura y la operación de la línea 12. La autoridad no escuchó: ahora debe rendir cuentas y ese es el punto.

No hay que perder de vista que rendir cuentas siempre es una acción subsidiaria de una responsabilidad pública previa, en este sentido, cobra relevancia el incidente aún en nuestro Estado Zacatecas ya que estamos en período electoral. En una democracia el modo de selección de gobernantes es a través del voto popular, lo cual implica, en su caso, la transmisión de una serie de responsabilidades de magnitudes incalculables y, a veces, su desempeño condiciona la vida de las personas. La tragedia de la línea del metro es un recordatorio de la magnitud del compromiso y la responsabilidad que adquiere aquel que decide que su vocación será la de servir a la población a través del servicio público. La ciudadanía está cansada de la personificación de la responsabilidad, se deberá investigar el cúmulo de actores involucrados y los distintos grados de responsabilidad que derivan de las distintas conductas, no queremos un nombre y apellido, queremos justicia. Como advertencia a quienes aspiren a un cargo: estén conscientes que les vamos a exigir compromiso, probidad y resultados.

Eran las 22:22 (10:22 P.M) del pasado tres de mayo cuando una de las columnas de la línea 12 del metro —la línea dorada— se desplomó y el vagón en el que viajaban cientos de personas terminó en forma de “V” colgando del tramo elevado por los extremos. La imagen fue tan impactante que en cuestión de horas ya circulaba a nivel mundial en los distintos medios de comunicación masiva. Para los que vivimos en la Ciudad de México, la línea 12 representa la única forma de traslado de zonas populares a lugares de trabajo, por lo que la fuerza laboral capitalina se unió como familia frente a semejante desastre. ¿Tragedia? ¿Accidente? ¿Descuido? ¿Negligencia? ¿Lección?

Lo primero que hay que resaltar y reflexionar es que lo sucedido no fue un “accidente” o, lo que en derecho se conoce como: caso fortuito o fuerza mayor, es decir, un acontecimiento derivado únicamente de la acción de la naturaleza. Este pudo haber sido el caso si se hubiera suscitado el desplome durante el sismo del diecinueve de septiembre de 2017, lo cual no sucedió. En este hecho en particular se trata evidentemente de una serie de errores, omisiones, negligencias, corrupción en su estado más cruel y vil, así como una constante actitud de indiferencia y soberbia ante los múltiples reclamos ciudadanos ya que desde el 2017 se tiene registro de denuncias sobre el estado de la infraestructura y la operación de la línea 12. La autoridad no escuchó: ahora debe rendir cuentas y ese es el punto.

No hay que perder de vista que rendir cuentas siempre es una acción subsidiaria de una responsabilidad pública previa, en este sentido, cobra relevancia el incidente aún en nuestro Estado Zacatecas ya que estamos en período electoral. En una democracia el modo de selección de gobernantes es a través del voto popular, lo cual implica, en su caso, la transmisión de una serie de responsabilidades de magnitudes incalculables y, a veces, su desempeño condiciona la vida de las personas. La tragedia de la línea del metro es un recordatorio de la magnitud del compromiso y la responsabilidad que adquiere aquel que decide que su vocación será la de servir a la población a través del servicio público. La ciudadanía está cansada de la personificación de la responsabilidad, se deberá investigar el cúmulo de actores involucrados y los distintos grados de responsabilidad que derivan de las distintas conductas, no queremos un nombre y apellido, queremos justicia. Como advertencia a quienes aspiren a un cargo: estén conscientes que les vamos a exigir compromiso, probidad y resultados.