/ lunes 8 de octubre de 2018

Crónica de una boda fifí

Tito Flavio Vespasiano, también conocido simplemente como Vespasiano, fue un emperador de la Roma Antigua cuyo legado ha trascendido hasta nuestros días, entre otros aspectos, por la ejecución de uno de los proyectos de construcción más ambiciosos de aquéllos tiempos. El Anfiteatro Flavio, hoy conocido como Coliseo Romano, El Templo de La Paz, y la misma reconstrucción de Roma tras las ruinas que quedaron después de los incendios en el reinado de Nerón, son sólo algunos ejemplos de la herencia mencionada.

Además de lo anterior, Vespasiano ha sido reconocido como un emperador eficaz y eficiente en el manejo de los dineros públicos, habiendo implementado una de las reformas financieras que salvaron al imperio del franco desorden económico en el que se encontraba. Sus aptitudes militares y dotes de liderazgo castrense fueron también un rasgo sobresaliente en este personaje, necesitando cientos y cientos de páginas sólo para hacer una breve reseña de sus logros como hombre de armas.

Este emperador llevaba al ámbito público sus virtudes privadas: su austeridad personal y familiar cambió el comportamiento de la sociedad romana en muchísimos sentidos, pues es impensable la reconstrucción de Roma sin la austeridad estatal, aunque este aspecto de su comportamiento llevó a varios historiadores y personajes a considerarlo como un gobernante rayando en una franca tacañería. Son diversas y muy variadas los relatos que se refieren a este aspecto particular, por ejemplo, a las recepciones que daba para agasajar a los senadores o embajadores extranjeros, donde se servían comidas muy frugales y se brindaba con vino a medida por mililitro.

Hay una historia que se cuenta de un gobernador de una de las provincias romanas, proclive a las fiestas fastuosas y a los derroches más escandalosos como forma constante de vida para congraciarse públicamente. Pues bien, siendo invitado Vespasiano a una de estas comilonas y habiendo observado el dispendio más impensable en sus esquemas de real austeridad gubernamental, días después del evento ordenó que detuvieran al gobernador en cuestión para que lo investigaran en la administración de los dineros públicos, habiéndose descubierto una correlación directamente proporcional entre los dispendios que en privado se ejercían con los faltantes en las arcas estatales. El resto de la historia la habremos de sobra adivinado: el susodicho funcionario fue juzgado y condenado por malversación de fondos y le fueron decomisados todos sus bienes.

Y es que Tito Flavio Vespasiano creía firmemente que los gobernantes en la Antigua Roma deberían practicar en el ámbito privado lo que pregonaban en su vida como hombres públicos, es decir, el necesario paralelismo y congruencia entre las conductas personales y los comportamientos oficiales. Las virtudes en el ejercicio del poder derivan de la honestidad individual. El resto es pura demagogia.

Lecciones de la historia a propósito de una de las bodas fifís más comentadas de la actualidad.

Tito Flavio Vespasiano, también conocido simplemente como Vespasiano, fue un emperador de la Roma Antigua cuyo legado ha trascendido hasta nuestros días, entre otros aspectos, por la ejecución de uno de los proyectos de construcción más ambiciosos de aquéllos tiempos. El Anfiteatro Flavio, hoy conocido como Coliseo Romano, El Templo de La Paz, y la misma reconstrucción de Roma tras las ruinas que quedaron después de los incendios en el reinado de Nerón, son sólo algunos ejemplos de la herencia mencionada.

Además de lo anterior, Vespasiano ha sido reconocido como un emperador eficaz y eficiente en el manejo de los dineros públicos, habiendo implementado una de las reformas financieras que salvaron al imperio del franco desorden económico en el que se encontraba. Sus aptitudes militares y dotes de liderazgo castrense fueron también un rasgo sobresaliente en este personaje, necesitando cientos y cientos de páginas sólo para hacer una breve reseña de sus logros como hombre de armas.

Este emperador llevaba al ámbito público sus virtudes privadas: su austeridad personal y familiar cambió el comportamiento de la sociedad romana en muchísimos sentidos, pues es impensable la reconstrucción de Roma sin la austeridad estatal, aunque este aspecto de su comportamiento llevó a varios historiadores y personajes a considerarlo como un gobernante rayando en una franca tacañería. Son diversas y muy variadas los relatos que se refieren a este aspecto particular, por ejemplo, a las recepciones que daba para agasajar a los senadores o embajadores extranjeros, donde se servían comidas muy frugales y se brindaba con vino a medida por mililitro.

Hay una historia que se cuenta de un gobernador de una de las provincias romanas, proclive a las fiestas fastuosas y a los derroches más escandalosos como forma constante de vida para congraciarse públicamente. Pues bien, siendo invitado Vespasiano a una de estas comilonas y habiendo observado el dispendio más impensable en sus esquemas de real austeridad gubernamental, días después del evento ordenó que detuvieran al gobernador en cuestión para que lo investigaran en la administración de los dineros públicos, habiéndose descubierto una correlación directamente proporcional entre los dispendios que en privado se ejercían con los faltantes en las arcas estatales. El resto de la historia la habremos de sobra adivinado: el susodicho funcionario fue juzgado y condenado por malversación de fondos y le fueron decomisados todos sus bienes.

Y es que Tito Flavio Vespasiano creía firmemente que los gobernantes en la Antigua Roma deberían practicar en el ámbito privado lo que pregonaban en su vida como hombres públicos, es decir, el necesario paralelismo y congruencia entre las conductas personales y los comportamientos oficiales. Las virtudes en el ejercicio del poder derivan de la honestidad individual. El resto es pura demagogia.

Lecciones de la historia a propósito de una de las bodas fifís más comentadas de la actualidad.