/ lunes 24 de enero de 2022

Crónica del poder │ A contener la decadente imagen de Zacatecas

Las consecuencias de una incesante violencia reproductora de escenarios de inseguridad, miedo e incertidumbre, son inocultables y han tenido efectos demoledores y destructivos de la imagen de Zacatecas como pueblo y como geografía siempre vista con cualidades históricas, artísticas, culturales y con una pléyade de personajes notables en la música, la literatura, la pintura, arquitectura, los deportes, la medicina, héroes en la producción minera, agropecuaria, en la construcción de ciudades y claro, también en la política, de manera que el estado, Zacatecas Capital, Fresnillo, Guadalupe, Jerez, los pueblos de los Cañones de Tlaltenango y Juchipila, los pueblos mineros, las Haciendas agrícolas, los Pueblos Mágicos, las Colonias Agropecuarias, han sido y son referentes en los horizontes nacional e internacional, sólida imagen.

La creciente violencia ha sido el fenómeno más dañino, desde la descomposición del tejido social, hasta la soberbia gubernamental que durante muchos años se negó a reconocerla, lo que ha resultado irresponsable porque se calló ante las denuncias y exigencias de la gente víctima y sorprendida por tanto fragor que mantiene alertada, alarmada, azorada y asustada a la sociedad y sus comunidades. Es a partir de este proceso de violencia en ascenso y declinación a enfrentarla, que se propició la extensión de un realismo innegable, mediáticamente exagerado o sobredimensionado e incontenible, que reprodujo y multiplicó versiones malignas que se traducen en estampas ciertamente hermosas, de inalterable historia, de grandes hazañas populares y de personajes ilustres, pero en una convivencia llena de riesgos y peligros.

De hecho, las expectativas de transformación y el estado de bienestar se detuvieron y sobrevino un desmantelamiento de la integración social y económica ante la arrogante actitud pasiva e impotencia de la clase política y gobernante, condiciones que propiciaron mejores ambientes para la irrupción de focos de violencia y ambientes delincuenciales que aumentaron por la impunidad y la corrupción que les abrieron paso. Inerme el estado, insegura la población, cotidianos testimonios de violencia y debilidades en la estructura de defensa y protección de las fuerzas de seguridad pública, de plano rebasaron la corresponsabilidad del estado y la sociedad y la imagen de Zacatecas entró en un proceso de decadencia, en una situación pésima y pesimista, lo que hoy es el gran desafío gubernamental y enorme reto social.

Aquellas versiones de tranquilidad en el estado se desvanecieron ante los hechos trágicos, contundentes e impactantes como el abandono de cadáveres en la plaza, los colgados, los descuartizados y encobijados, los asaltos en carretera a los migrantes, los constantes enfrentamientos entre criminales; la violencia disipó la tranquilidad y paz, la inseguridad canceló la fuerza institucional para mantener arriba y encendida la imagen esplendorosa del estado y sus municipios; por eso, ahora la Nueva Gobernanza tiene que armarse de creatividad y más imaginación, estrategias más eficaces, mejores herramientas de control de daños, de restauración y recomposición,

Mucho cuidado y más sensibilidad deben imponer en la batalla transformadora, porque hay pérdida de confianza, la credibilidad ciudadana está deshecha, y la gente urge por cambios verdaderos, por resultados realistas y tangibles, por una vigorosa estrategia de rescate y reconstrucción de la imagen institucional del gobierno y de la imagen de prestigio, de asombro, de turismo, de cultura, de productividad, de solidaridad y de certidumbre en la recuperación de la paz y tranquilidad de Zacatecas.

Las consecuencias de una incesante violencia reproductora de escenarios de inseguridad, miedo e incertidumbre, son inocultables y han tenido efectos demoledores y destructivos de la imagen de Zacatecas como pueblo y como geografía siempre vista con cualidades históricas, artísticas, culturales y con una pléyade de personajes notables en la música, la literatura, la pintura, arquitectura, los deportes, la medicina, héroes en la producción minera, agropecuaria, en la construcción de ciudades y claro, también en la política, de manera que el estado, Zacatecas Capital, Fresnillo, Guadalupe, Jerez, los pueblos de los Cañones de Tlaltenango y Juchipila, los pueblos mineros, las Haciendas agrícolas, los Pueblos Mágicos, las Colonias Agropecuarias, han sido y son referentes en los horizontes nacional e internacional, sólida imagen.

La creciente violencia ha sido el fenómeno más dañino, desde la descomposición del tejido social, hasta la soberbia gubernamental que durante muchos años se negó a reconocerla, lo que ha resultado irresponsable porque se calló ante las denuncias y exigencias de la gente víctima y sorprendida por tanto fragor que mantiene alertada, alarmada, azorada y asustada a la sociedad y sus comunidades. Es a partir de este proceso de violencia en ascenso y declinación a enfrentarla, que se propició la extensión de un realismo innegable, mediáticamente exagerado o sobredimensionado e incontenible, que reprodujo y multiplicó versiones malignas que se traducen en estampas ciertamente hermosas, de inalterable historia, de grandes hazañas populares y de personajes ilustres, pero en una convivencia llena de riesgos y peligros.

De hecho, las expectativas de transformación y el estado de bienestar se detuvieron y sobrevino un desmantelamiento de la integración social y económica ante la arrogante actitud pasiva e impotencia de la clase política y gobernante, condiciones que propiciaron mejores ambientes para la irrupción de focos de violencia y ambientes delincuenciales que aumentaron por la impunidad y la corrupción que les abrieron paso. Inerme el estado, insegura la población, cotidianos testimonios de violencia y debilidades en la estructura de defensa y protección de las fuerzas de seguridad pública, de plano rebasaron la corresponsabilidad del estado y la sociedad y la imagen de Zacatecas entró en un proceso de decadencia, en una situación pésima y pesimista, lo que hoy es el gran desafío gubernamental y enorme reto social.

Aquellas versiones de tranquilidad en el estado se desvanecieron ante los hechos trágicos, contundentes e impactantes como el abandono de cadáveres en la plaza, los colgados, los descuartizados y encobijados, los asaltos en carretera a los migrantes, los constantes enfrentamientos entre criminales; la violencia disipó la tranquilidad y paz, la inseguridad canceló la fuerza institucional para mantener arriba y encendida la imagen esplendorosa del estado y sus municipios; por eso, ahora la Nueva Gobernanza tiene que armarse de creatividad y más imaginación, estrategias más eficaces, mejores herramientas de control de daños, de restauración y recomposición,

Mucho cuidado y más sensibilidad deben imponer en la batalla transformadora, porque hay pérdida de confianza, la credibilidad ciudadana está deshecha, y la gente urge por cambios verdaderos, por resultados realistas y tangibles, por una vigorosa estrategia de rescate y reconstrucción de la imagen institucional del gobierno y de la imagen de prestigio, de asombro, de turismo, de cultura, de productividad, de solidaridad y de certidumbre en la recuperación de la paz y tranquilidad de Zacatecas.