/ viernes 15 de enero de 2021

Crónica del poder │ A rechazar prepotencia y arrogancia

¡Vámonos queriendo! Nos dice el presidente Andrés Manuel López Obrador y es el primero que suelta lanzas y amor salvaje en contra de los organismos autónomos, particularmente sobre Lorenzo Córdova Vianello, el presidente del Instituto Nacional Electoral, a quien califica de alcahuete, y al INE de intolerante; en cambio, amor del bueno es el que Donald Trump demuestra por López Obrador, "es un gran Presidente, es un caballero, un amigo mío, que ama a su país y ama a Estados Unidos." Una perla para el anecdotario político.

No se duda que ese llamado presidencial a la fraternidad y a la coexistencia entre los diferentes y con los adversarios, sea sinceridad y no una faramalla o demagogia sentimental, pero choca con la realidad, y más entre los suyos, sus correligionarios, militantes y simpatizantes en su partido. Seguramente vieron cómo en Colima, el dirigente nacional morenista Mario Delgado, con gritos de traidor, fue sacado a huevazos de la sede de su partido; y como en Guerrero, el candidato Félix Salgado es acusado por sus compañeros de partido de abuso sexual en contra de una mujer; o para no ir tan lejos, aquí hay que ver a José Narro, Luis Medina y Ulises Mejía, que no cesan en descalificar y cuestionar a "su candidato" David Monreal.

Alejandro Tello lo dijo quedito, pero bien que resonó entre los cuadros de la cuarta transformación y más directamente entre Verónica Díaz y Julio César Chávez, al recalcar que, hay de aquel que se atreva a politizar la vacuna, sería un miserable, de manera que ojalá y los servidores de la Nación de comporten ante la contingencia. El gobernante no dio nombres, pero ni falta que hace, la referencia fue obvia y condenatoria de comportamientos inmorales y de ruindad, porque no se trata de lucrar con la vida de las personas.

En este contexto, el gran simulador y alcalde de Guadalupe, había manifestado que "moralmente hacemos un llamado para que no haya tentación, como ha ocurrido en otras entidades, de que se privilegia a quien no se deba." Le quiso regresar la pedrada al mandatario estatal, pero este, 4 días atrás ya había sido más claro y contundente al sentenciar que "no habrá vacunas para mis amigos". La urgencia de Chávez era cumplir la consigna que seguramente recibió, de asumir la defensa de los Servidores de la Nación y dilucidar su desempeño.

Dice que no, pero el Presidente debe ser el primer convencido de que la polarización y la confrontación que se han sembrado, dominan por los horizontes y rincones del país y del estado. Como ayer lo asentamos aquí, la consigna es politizar todo para dividir y desestabilizar, para luego recoger las ventajas traídas por los ríos revueltos, los que no solo arrastran odios y enconos, a veces también provocan violencia.

Las provocaciones e intolerancia

No son buenas consejeras y, si se quieren construir escenarios de normalidad democrática, de certidumbre jurídica, estabilidad social y de confianza ciudadana, esas actitudes beligerantes han de evitarse. Hay síntomas muy evidentes de esa degradación en la lucha por el poder, lo que impide la consolidación democrática, lleva a la fragmentación del voto, a un acelerado deterioro de la confianza social y por consecuencia, la reproducción de la indiferencia, la decepción y el abstencionismo ante las urnas del 6 de junio. Resulta inmoral que se insista en polarizar a la población con el riesgo de generar una turbulencia política, como peligroso colofón a la crisis pandémica, económica y de inseguridad. Los actores y protagonistas del proceso electoral, han de hacer posible la convivencia pacífica.


¡Vámonos queriendo! Nos dice el presidente Andrés Manuel López Obrador y es el primero que suelta lanzas y amor salvaje en contra de los organismos autónomos, particularmente sobre Lorenzo Córdova Vianello, el presidente del Instituto Nacional Electoral, a quien califica de alcahuete, y al INE de intolerante; en cambio, amor del bueno es el que Donald Trump demuestra por López Obrador, "es un gran Presidente, es un caballero, un amigo mío, que ama a su país y ama a Estados Unidos." Una perla para el anecdotario político.

No se duda que ese llamado presidencial a la fraternidad y a la coexistencia entre los diferentes y con los adversarios, sea sinceridad y no una faramalla o demagogia sentimental, pero choca con la realidad, y más entre los suyos, sus correligionarios, militantes y simpatizantes en su partido. Seguramente vieron cómo en Colima, el dirigente nacional morenista Mario Delgado, con gritos de traidor, fue sacado a huevazos de la sede de su partido; y como en Guerrero, el candidato Félix Salgado es acusado por sus compañeros de partido de abuso sexual en contra de una mujer; o para no ir tan lejos, aquí hay que ver a José Narro, Luis Medina y Ulises Mejía, que no cesan en descalificar y cuestionar a "su candidato" David Monreal.

Alejandro Tello lo dijo quedito, pero bien que resonó entre los cuadros de la cuarta transformación y más directamente entre Verónica Díaz y Julio César Chávez, al recalcar que, hay de aquel que se atreva a politizar la vacuna, sería un miserable, de manera que ojalá y los servidores de la Nación de comporten ante la contingencia. El gobernante no dio nombres, pero ni falta que hace, la referencia fue obvia y condenatoria de comportamientos inmorales y de ruindad, porque no se trata de lucrar con la vida de las personas.

En este contexto, el gran simulador y alcalde de Guadalupe, había manifestado que "moralmente hacemos un llamado para que no haya tentación, como ha ocurrido en otras entidades, de que se privilegia a quien no se deba." Le quiso regresar la pedrada al mandatario estatal, pero este, 4 días atrás ya había sido más claro y contundente al sentenciar que "no habrá vacunas para mis amigos". La urgencia de Chávez era cumplir la consigna que seguramente recibió, de asumir la defensa de los Servidores de la Nación y dilucidar su desempeño.

Dice que no, pero el Presidente debe ser el primer convencido de que la polarización y la confrontación que se han sembrado, dominan por los horizontes y rincones del país y del estado. Como ayer lo asentamos aquí, la consigna es politizar todo para dividir y desestabilizar, para luego recoger las ventajas traídas por los ríos revueltos, los que no solo arrastran odios y enconos, a veces también provocan violencia.

Las provocaciones e intolerancia

No son buenas consejeras y, si se quieren construir escenarios de normalidad democrática, de certidumbre jurídica, estabilidad social y de confianza ciudadana, esas actitudes beligerantes han de evitarse. Hay síntomas muy evidentes de esa degradación en la lucha por el poder, lo que impide la consolidación democrática, lleva a la fragmentación del voto, a un acelerado deterioro de la confianza social y por consecuencia, la reproducción de la indiferencia, la decepción y el abstencionismo ante las urnas del 6 de junio. Resulta inmoral que se insista en polarizar a la población con el riesgo de generar una turbulencia política, como peligroso colofón a la crisis pandémica, económica y de inseguridad. Los actores y protagonistas del proceso electoral, han de hacer posible la convivencia pacífica.