/ martes 18 de enero de 2022

Crónica del poder │ Ante el encarecimiento, impotencia gubernamental

Parece inevitable que para Zacatecas y su población los momentos y los días continúan fatídicos, a los padecimientos trágicos de violencia, a la propagación mortal de la pandemia y a la devastada economía en los gobiernos, los sectores productivos, negocios, las familias, los trabajadores y en los hogares, ahora se suma la tradicional y dolorosa cuesta de enero, que a éstas alturas se manifiesta insuperable, ya es una pendiente casi vertical, resbaladiza y difícil de escalar, porque será la más prolongada hasta por medio año y es la más compleja y dañina en las últimas tres décadas, la emergencia social apunta a convertirse en tragedia social metida en un túnel sin luz al final.

Se observa dramático comentarlo así, pero los testimonios están en el aire, se viven a diario y a cada momento y más cuando el agotamiento de los recursos de diciembre ya es real y ahora sobresalen las carencias de todo, la penuria presupuestaria; los bolsillos de los trabajadores se desfondan, las amas de casa sufren para llenar la canasta básica de los alimentos, las especulaciones y encarecimientos están a la orden del día y sin control, los abusos incontenibles en los comercios, farmacias, mercados, el salario mínimo está despedazado, reducido a nada, una condición que atenta contra los más pobres, la máxima prioridad de los gobiernos de la cuarta transformación.

Este colectivo de perjuicios sociales que crecen, avanzan y se multiplican incontenibles, tienen que leerse en su conjunto para entender que efectivamente y como nunca, los zacatecanos viven y soportan las peores desgracias, aunque la gente se vaya por las laderas de la empinada cuesta, a cada paso encontrará los precios altos, el abuso, la impunidad, esa otra forma de corrupción, el encarecimiento voraz y desmedido, una inmoral desmesura que desestabiliza las maltrechas economías y que mantiene amagada a la indefensa población, condición de vulnerabilidad que ineludiblemente exhibe la impotencia e incapacidad de las autoridades para asumir el control, la racionalidad, el equilibrio de los mercados, el respeto al interés superior de las familias y comunidades por garantizar alimento y vestido.

En medio de esa zozobra que tiene alarmada a la sociedad, son tan vertiginosos los efectos, que se reproducen mayores escenarios para que se incrementen la corrupción e impunidad y se extiendan los fenómenos delincuenciales, pero lo que resulta proverbial y del más negativo impacto, son los graves efectos entre las familias más pobres en el campo y las colonias populares, y lamentablemente, en el ambiente social flota no solo la sospecha sino la realidad de gobiernos que solapan, toleran y dejan pasar la avalancha de los abusos, encarecimientos y especulaciones en lo que pareciera una conjura contra los pobres y las clases medias. Aquí nada tiene que ver el tratado de libre comercio, ni la globalización de la economía o la certidumbre macroeconómica, y lo que si se tiene que ver es la determinación y la decisión del poder gubernamental, de las autoridades federales, estatales y municipales, para controlar y detener esa embestida contra la sociedad y los más pobres.

En otras y pocas palabras, desde el poder, desde los gobiernos federal, estatal y municipales, hay omisión, indiferencia, descontrol, incapacidad o ¿ acaso es la impotencia ? O no encuentran la ruta hacia los cambios y la transformación. ¿Qué pasa, por qué tanta indolencia, donde están el compromiso y sensibilidad social?

Parece inevitable que para Zacatecas y su población los momentos y los días continúan fatídicos, a los padecimientos trágicos de violencia, a la propagación mortal de la pandemia y a la devastada economía en los gobiernos, los sectores productivos, negocios, las familias, los trabajadores y en los hogares, ahora se suma la tradicional y dolorosa cuesta de enero, que a éstas alturas se manifiesta insuperable, ya es una pendiente casi vertical, resbaladiza y difícil de escalar, porque será la más prolongada hasta por medio año y es la más compleja y dañina en las últimas tres décadas, la emergencia social apunta a convertirse en tragedia social metida en un túnel sin luz al final.

Se observa dramático comentarlo así, pero los testimonios están en el aire, se viven a diario y a cada momento y más cuando el agotamiento de los recursos de diciembre ya es real y ahora sobresalen las carencias de todo, la penuria presupuestaria; los bolsillos de los trabajadores se desfondan, las amas de casa sufren para llenar la canasta básica de los alimentos, las especulaciones y encarecimientos están a la orden del día y sin control, los abusos incontenibles en los comercios, farmacias, mercados, el salario mínimo está despedazado, reducido a nada, una condición que atenta contra los más pobres, la máxima prioridad de los gobiernos de la cuarta transformación.

Este colectivo de perjuicios sociales que crecen, avanzan y se multiplican incontenibles, tienen que leerse en su conjunto para entender que efectivamente y como nunca, los zacatecanos viven y soportan las peores desgracias, aunque la gente se vaya por las laderas de la empinada cuesta, a cada paso encontrará los precios altos, el abuso, la impunidad, esa otra forma de corrupción, el encarecimiento voraz y desmedido, una inmoral desmesura que desestabiliza las maltrechas economías y que mantiene amagada a la indefensa población, condición de vulnerabilidad que ineludiblemente exhibe la impotencia e incapacidad de las autoridades para asumir el control, la racionalidad, el equilibrio de los mercados, el respeto al interés superior de las familias y comunidades por garantizar alimento y vestido.

En medio de esa zozobra que tiene alarmada a la sociedad, son tan vertiginosos los efectos, que se reproducen mayores escenarios para que se incrementen la corrupción e impunidad y se extiendan los fenómenos delincuenciales, pero lo que resulta proverbial y del más negativo impacto, son los graves efectos entre las familias más pobres en el campo y las colonias populares, y lamentablemente, en el ambiente social flota no solo la sospecha sino la realidad de gobiernos que solapan, toleran y dejan pasar la avalancha de los abusos, encarecimientos y especulaciones en lo que pareciera una conjura contra los pobres y las clases medias. Aquí nada tiene que ver el tratado de libre comercio, ni la globalización de la economía o la certidumbre macroeconómica, y lo que si se tiene que ver es la determinación y la decisión del poder gubernamental, de las autoridades federales, estatales y municipales, para controlar y detener esa embestida contra la sociedad y los más pobres.

En otras y pocas palabras, desde el poder, desde los gobiernos federal, estatal y municipales, hay omisión, indiferencia, descontrol, incapacidad o ¿ acaso es la impotencia ? O no encuentran la ruta hacia los cambios y la transformación. ¿Qué pasa, por qué tanta indolencia, donde están el compromiso y sensibilidad social?