/ jueves 11 de agosto de 2022

Crónica del poder │ Cuota de humillación en el servicio público

En algunas ocasiones el presidente Andrés Manuel López Obrador lanza destellos de humanismo y gestos de comprensión a gobernados en desgracia o en medio de la tragedia. Es el caso en Sabinas, Coahuila, cuando el domingo anterior llegó al escenario de la mina de carbón, donde aún están enterrados en vida 10 mineros y ante los adoloridos familiares de las víctimas que le espetaron reclamos, con respetuosa expresión dijo que hay que comprenderlos y abrazarlos, " cuando uno es servidor público y hace las cosas pensando en los demás, cuando no se tiene problema de conciencia, se puede y además se debe pensar siempre en pagar una cuota de humillación."

Así y de acuerdo con el momento trágico, los mensajes se pueden interpretar de diferentes formas y con significados variados, y aquí la gente entendió que López Obrador reaccionó solidario con el sentimiento de abandono y desesperación, un rasgo de sencillez y humildad desde la máxima altura del poder presidencial.

Para esos momentos del desastre minero, otro más en la historia de la extracción, la retórica política tomó otro rumbo, el de la prudencia y mesura. Sin embargo y desde otro enfoque la expresión se observa contradictoria, porque por lo general o casi siempre, las humillaciones provienen de los servidores públicos, de los funcionarios y más si no saben ni les interesa o no pueden ejercer el poder con humildad y utilizan la prepotencia, el abuso, los excesos, y se exhiben ventilando groserías, insultos, malos tratos, menosprecio, discriminación, en contra de su personal, trabajadores o subalternos, porque no saben mandar ni conducir y solo exponen un salvajismo atroz que en nada ayudan al fortalecimiento de la imagen de un gobierno, sea federal, estatal o municipal.

Son muy comunes las humillaciones hacia la gente del equipo o incluso ante la población que requiere servicios, los que tienen que soportar bajezas, indiferencia, actitudes indignantes, manifestaciones degradantes, comportamientos que van en contra de la ética y moral públicas, por su mandato mediocre, equívoco o limitado e incluso confuso, traicionan el compromiso gubernamental de actuar "sin mentir, sin robar ni traicionar" y proceden deshonestos, corrompen la función pública y contradicen la consigna de servir con honestidad, respeto y diligencia. Son condiciones de inestabilidad interna en los gobiernos, que en nada ayudan a generar confianza ni a superar la negativa percepción.

La lección presidencial en Sabinas, Coahuila resulta trascendente, porque se sublimó la tolerancia, y porque todos los funcionarios estatales, federales municipales, han de asumir el ejemplo y en todo momento, y en cualquier actitud o decisión y mandato laboral, se tiene que hacer con absoluto respeto, con humanismo, sin denigrar a las personas, sin altanería, nunca pretender humillar al servidor público dependiente, sea secretaria, intendente, escolta, asistente, chofer, director o directora, porque la jerarquía también se ejerce con dignidad, sin abuso de poder, sin prepotencia. Por todo eso, éstos son momentos de la más profunda revisión de la función pública a fin de evitar esos procedimientos donde la intencionalidad es la humillación e indignante sumisión, esas actitudes no caben en la nueva gobernanza ni en la cuarta transformación. O, quienes se atrevan a traicionar la cultura del respeto a la función pública honesta y eficaz, apasionada en el servicio a la sociedad, deben ser hechos a un lado y sustituirlos por gente de más cualidades morales, capacidad de dirección y totalmente alejados o alejadas de la perversidad.

En algunas ocasiones el presidente Andrés Manuel López Obrador lanza destellos de humanismo y gestos de comprensión a gobernados en desgracia o en medio de la tragedia. Es el caso en Sabinas, Coahuila, cuando el domingo anterior llegó al escenario de la mina de carbón, donde aún están enterrados en vida 10 mineros y ante los adoloridos familiares de las víctimas que le espetaron reclamos, con respetuosa expresión dijo que hay que comprenderlos y abrazarlos, " cuando uno es servidor público y hace las cosas pensando en los demás, cuando no se tiene problema de conciencia, se puede y además se debe pensar siempre en pagar una cuota de humillación."

Así y de acuerdo con el momento trágico, los mensajes se pueden interpretar de diferentes formas y con significados variados, y aquí la gente entendió que López Obrador reaccionó solidario con el sentimiento de abandono y desesperación, un rasgo de sencillez y humildad desde la máxima altura del poder presidencial.

Para esos momentos del desastre minero, otro más en la historia de la extracción, la retórica política tomó otro rumbo, el de la prudencia y mesura. Sin embargo y desde otro enfoque la expresión se observa contradictoria, porque por lo general o casi siempre, las humillaciones provienen de los servidores públicos, de los funcionarios y más si no saben ni les interesa o no pueden ejercer el poder con humildad y utilizan la prepotencia, el abuso, los excesos, y se exhiben ventilando groserías, insultos, malos tratos, menosprecio, discriminación, en contra de su personal, trabajadores o subalternos, porque no saben mandar ni conducir y solo exponen un salvajismo atroz que en nada ayudan al fortalecimiento de la imagen de un gobierno, sea federal, estatal o municipal.

Son muy comunes las humillaciones hacia la gente del equipo o incluso ante la población que requiere servicios, los que tienen que soportar bajezas, indiferencia, actitudes indignantes, manifestaciones degradantes, comportamientos que van en contra de la ética y moral públicas, por su mandato mediocre, equívoco o limitado e incluso confuso, traicionan el compromiso gubernamental de actuar "sin mentir, sin robar ni traicionar" y proceden deshonestos, corrompen la función pública y contradicen la consigna de servir con honestidad, respeto y diligencia. Son condiciones de inestabilidad interna en los gobiernos, que en nada ayudan a generar confianza ni a superar la negativa percepción.

La lección presidencial en Sabinas, Coahuila resulta trascendente, porque se sublimó la tolerancia, y porque todos los funcionarios estatales, federales municipales, han de asumir el ejemplo y en todo momento, y en cualquier actitud o decisión y mandato laboral, se tiene que hacer con absoluto respeto, con humanismo, sin denigrar a las personas, sin altanería, nunca pretender humillar al servidor público dependiente, sea secretaria, intendente, escolta, asistente, chofer, director o directora, porque la jerarquía también se ejerce con dignidad, sin abuso de poder, sin prepotencia. Por todo eso, éstos son momentos de la más profunda revisión de la función pública a fin de evitar esos procedimientos donde la intencionalidad es la humillación e indignante sumisión, esas actitudes no caben en la nueva gobernanza ni en la cuarta transformación. O, quienes se atrevan a traicionar la cultura del respeto a la función pública honesta y eficaz, apasionada en el servicio a la sociedad, deben ser hechos a un lado y sustituirlos por gente de más cualidades morales, capacidad de dirección y totalmente alejados o alejadas de la perversidad.