/ martes 10 de mayo de 2022

Crónica del poder │ Encarecimiento, crisis de las madres

Senadores, diputados federales y locales, gobernantes, secretarios, magistrados, líderes partidistas, dirigentes sindicales, funcionarios y consejeros de las élites del poder federal, estatal y municipales, deben darse una vuelta o asomarse por los tianguis, mercados, abastos, centros comerciales y las tiendas globales, para que se enteren en directo y vivan en carne propia el sufrimiento de andar en "el mandado" y confirmar el desmesurado, estratosférico, descomunal e irracional encarecimiento de la canasta básica, las medicinas, los restaurantes, cafés, hasta los tacos y las gorditas. Que vean "con sus propios ojos" la realidad, la dura realidad del abuso y el descontrol que más lesiona a las madres, a las amas de casa.

Sin deberla ni temerla, nuestro país no solo resiente los estragos que la creciente e incontenible inflación provoca a las economías empresariales, presupuestarias de los gobiernos estatal y ayuntamientos, y al gasto familiar cotidiano. No solo alimentos y medicinas están arriba, muy arriba en sus precios, también lo están el agua potable, las gasolinas, el gas y vienen alzas al servicio telefónico celular, hechos que causan daños irreparables, generan limitaciones alimentarias en los hogares, hay de hecho una inflación local que exhibe la impotencia de las autoridades de la Profeco, la supervisión del estado y los municipios, ausencia de vigilancia real y sanciones ciertas que más aceleran ambición y voracidad de comerciantes sin escrúpulos y carentes de compromiso social.

Acaso ha visto usted a las senadoras Geovanna Bañuelos o Soledad Luévano, a José Narro Céspedes o a Ricardo Monreal empujando los carritos de mandado o cargando las bolsas en los mercados; ni a Don Arturo Nahle o al señor gobernador David Monreal los llevan sus amas de casa a que paguen la despensa en los mercados, no viven ni ven el encarecimiento desorbitado, hasta las tortillas están en el aire y no las alcanzan a ver. Los abandonados por las herramientas legislativas, Ernesto González, Jehú Eduí Salas, Gerardo Ramírez, hasta sus compañeras diputadas han olvidado esa obligación familiar de salir de compras y acercar los alimentos y productos necesarios en sus casas, mucho menos advierten las necesidades y pobreza extrema entre sus representados.

Insensibles al cínico y despiadado abuso comercial, conocieron del Programa contra la Inflación y la Carestía anunciado por el gobierno de la Cuarta Transformación que ha ordenado congelar los precios de 24 productos básicos, elementales de la canasta familiar: aceites, arroz, atun en lata, azúcar, el frijol, la cebolla, el huevo, jitomate, leche, limones, manzanas, naranjas, pan de caja, papas, pastas, pollo, sardinas, tortillas, zanahorias, las carnes de res y puerco, cuyos efectos no se siente todavía y antes de que se vean, ya habrán elevado todavía más los precios, porque son insaciables, inmorales, abusivos, y así seguirán porque los solapan, los toleran.

No hay poder humano, ni político ni gubernamental que se atreva a contener las alzas de la voracidad, solo bastaría que envíen a sus inspectores a una supervisión sorpresiva, para que con toda claridad observen el descaro en los mercados y centros comerciales, como a cada momento enciman etiquetas sobre otras y siempre con costos arriba del 50, 70 y 100 por ciento de incremento. ¿No es creíble? Que salgan la clase política y las élites del poder corrupto e inmoral, a comprobarlo.

Senadores, diputados federales y locales, gobernantes, secretarios, magistrados, líderes partidistas, dirigentes sindicales, funcionarios y consejeros de las élites del poder federal, estatal y municipales, deben darse una vuelta o asomarse por los tianguis, mercados, abastos, centros comerciales y las tiendas globales, para que se enteren en directo y vivan en carne propia el sufrimiento de andar en "el mandado" y confirmar el desmesurado, estratosférico, descomunal e irracional encarecimiento de la canasta básica, las medicinas, los restaurantes, cafés, hasta los tacos y las gorditas. Que vean "con sus propios ojos" la realidad, la dura realidad del abuso y el descontrol que más lesiona a las madres, a las amas de casa.

Sin deberla ni temerla, nuestro país no solo resiente los estragos que la creciente e incontenible inflación provoca a las economías empresariales, presupuestarias de los gobiernos estatal y ayuntamientos, y al gasto familiar cotidiano. No solo alimentos y medicinas están arriba, muy arriba en sus precios, también lo están el agua potable, las gasolinas, el gas y vienen alzas al servicio telefónico celular, hechos que causan daños irreparables, generan limitaciones alimentarias en los hogares, hay de hecho una inflación local que exhibe la impotencia de las autoridades de la Profeco, la supervisión del estado y los municipios, ausencia de vigilancia real y sanciones ciertas que más aceleran ambición y voracidad de comerciantes sin escrúpulos y carentes de compromiso social.

Acaso ha visto usted a las senadoras Geovanna Bañuelos o Soledad Luévano, a José Narro Céspedes o a Ricardo Monreal empujando los carritos de mandado o cargando las bolsas en los mercados; ni a Don Arturo Nahle o al señor gobernador David Monreal los llevan sus amas de casa a que paguen la despensa en los mercados, no viven ni ven el encarecimiento desorbitado, hasta las tortillas están en el aire y no las alcanzan a ver. Los abandonados por las herramientas legislativas, Ernesto González, Jehú Eduí Salas, Gerardo Ramírez, hasta sus compañeras diputadas han olvidado esa obligación familiar de salir de compras y acercar los alimentos y productos necesarios en sus casas, mucho menos advierten las necesidades y pobreza extrema entre sus representados.

Insensibles al cínico y despiadado abuso comercial, conocieron del Programa contra la Inflación y la Carestía anunciado por el gobierno de la Cuarta Transformación que ha ordenado congelar los precios de 24 productos básicos, elementales de la canasta familiar: aceites, arroz, atun en lata, azúcar, el frijol, la cebolla, el huevo, jitomate, leche, limones, manzanas, naranjas, pan de caja, papas, pastas, pollo, sardinas, tortillas, zanahorias, las carnes de res y puerco, cuyos efectos no se siente todavía y antes de que se vean, ya habrán elevado todavía más los precios, porque son insaciables, inmorales, abusivos, y así seguirán porque los solapan, los toleran.

No hay poder humano, ni político ni gubernamental que se atreva a contener las alzas de la voracidad, solo bastaría que envíen a sus inspectores a una supervisión sorpresiva, para que con toda claridad observen el descaro en los mercados y centros comerciales, como a cada momento enciman etiquetas sobre otras y siempre con costos arriba del 50, 70 y 100 por ciento de incremento. ¿No es creíble? Que salgan la clase política y las élites del poder corrupto e inmoral, a comprobarlo.