/ viernes 16 de abril de 2021

Crónica del poder │ Gobernar, un sueño inalcanzable

Las batallas por la gubernatura siempre permiten recordar o evocar episodios de conjuras o intrigas entre los actores principales, los aspirantes a ocupar el mando desde Palacio de Gobierno. Justamente eso hizo el lunes en su mañanera el Presidente Andrés Manuel López Obrador, muy motivado y más enojado por los fraudes electorales que acusa han cometido las instituciones electorales y para ilustrar la ofensiva que dirige contra el Instituto Nacional Electoral a propósito del asunto de Félix Salgado Macedonio, trajo a colación y ante los comunicadores, que en el 98 Ricardo Monreal Ávila, que se perfilaba triunfador en las elecciones, era víctima de una confabulación desde Palacio Nacional para revertir los resultados e impedir la victoria del PRD.

López Obrador, entonces presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), debió hablar con Liébano Sáenz, secretario particular del presidente Ernesto Zedillo, para que le advirtiera al Presidente que desde la Subsecretaría de Gobernación, Emilio Gamboa Patrón habló con el gobernador Arturo Romo, urdiendo cambiar el resultado electoral y advirtiendo que si no paraba el complot, ante los medios de comunicación se haría la denuncia con la llamada que habían detectado y grabado. La comunicación política a ese nivel, surtió efectos demoledores, se desbarató la conspiración y de inmediato se reconoció la victoria electoral de Ricardo Monreal, ahora su máximo operador político en la Cuarta Transformación. Cabe decir que desde aquellos momentos históricos en la vida política estatal y nacional las relaciones entre el hoy Presidente y el senador Monreal, son directas, han sido intensas de complicidad y compromisos.

La víctima de esa trama fue José Marco Antonio Olvera Acevedo, el candidato del PRI, que sufrió la derrota y abrió paso a la primera alternancia. A decir del propio Ricardo Monreal, habían fallado las infamias y la guerra sucia, se había impedido el fraude electoral, una corrupción política por la que todavía el Presidente lucha como si fueran molinos de viento.

Y si hablamos de contubernios, intrigas y complots que se construyeron y perpetraron, hay que recordar el que se operó contra Luis Contreras Serrano para que el general Fernando Pámanes Escobedo accediera a la gubernatura; comportamientos que atajaron a Raúl Rodríguez Santoyo y abrieron paso a Genaro Borrego Estrada, que llegó a la candidatura en 1986 desplazando a Arturo Romo Gutiérrez, quien 6 años después fue recompensado y gobernó hasta la transición al PRD de Ricardo Monreal; en ese mismo tono de las conjuras palaciegas, Amalia García se atravesó para impedir que Ricardo impusiera a Tomás Torres Mercado; luego Miguel Alonso en 2010 recuperó la gubernatura para el PRI, y decidió que Alejandro Tello le sucediera en el gobierno del quinquenio.

Las últimas confabulaciones se dieron, una en el PRI, que por atender la equidad de género al joven Adolfo Bonilla le cancelaron el sueño de ser gobernador y la oportunidad se la dieron a Claudia Anaya; y la otra, la que Ricardo Monreal operó en favor de su hermano David, dejando en el camino a Luis “El Oso”Medina, José Narro Céspedes y Ulises Mejía Haro. Batallas que no se acaban hasta que se acaban el próximo 6 de junio.

Las batallas por la gubernatura siempre permiten recordar o evocar episodios de conjuras o intrigas entre los actores principales, los aspirantes a ocupar el mando desde Palacio de Gobierno. Justamente eso hizo el lunes en su mañanera el Presidente Andrés Manuel López Obrador, muy motivado y más enojado por los fraudes electorales que acusa han cometido las instituciones electorales y para ilustrar la ofensiva que dirige contra el Instituto Nacional Electoral a propósito del asunto de Félix Salgado Macedonio, trajo a colación y ante los comunicadores, que en el 98 Ricardo Monreal Ávila, que se perfilaba triunfador en las elecciones, era víctima de una confabulación desde Palacio Nacional para revertir los resultados e impedir la victoria del PRD.

López Obrador, entonces presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), debió hablar con Liébano Sáenz, secretario particular del presidente Ernesto Zedillo, para que le advirtiera al Presidente que desde la Subsecretaría de Gobernación, Emilio Gamboa Patrón habló con el gobernador Arturo Romo, urdiendo cambiar el resultado electoral y advirtiendo que si no paraba el complot, ante los medios de comunicación se haría la denuncia con la llamada que habían detectado y grabado. La comunicación política a ese nivel, surtió efectos demoledores, se desbarató la conspiración y de inmediato se reconoció la victoria electoral de Ricardo Monreal, ahora su máximo operador político en la Cuarta Transformación. Cabe decir que desde aquellos momentos históricos en la vida política estatal y nacional las relaciones entre el hoy Presidente y el senador Monreal, son directas, han sido intensas de complicidad y compromisos.

La víctima de esa trama fue José Marco Antonio Olvera Acevedo, el candidato del PRI, que sufrió la derrota y abrió paso a la primera alternancia. A decir del propio Ricardo Monreal, habían fallado las infamias y la guerra sucia, se había impedido el fraude electoral, una corrupción política por la que todavía el Presidente lucha como si fueran molinos de viento.

Y si hablamos de contubernios, intrigas y complots que se construyeron y perpetraron, hay que recordar el que se operó contra Luis Contreras Serrano para que el general Fernando Pámanes Escobedo accediera a la gubernatura; comportamientos que atajaron a Raúl Rodríguez Santoyo y abrieron paso a Genaro Borrego Estrada, que llegó a la candidatura en 1986 desplazando a Arturo Romo Gutiérrez, quien 6 años después fue recompensado y gobernó hasta la transición al PRD de Ricardo Monreal; en ese mismo tono de las conjuras palaciegas, Amalia García se atravesó para impedir que Ricardo impusiera a Tomás Torres Mercado; luego Miguel Alonso en 2010 recuperó la gubernatura para el PRI, y decidió que Alejandro Tello le sucediera en el gobierno del quinquenio.

Las últimas confabulaciones se dieron, una en el PRI, que por atender la equidad de género al joven Adolfo Bonilla le cancelaron el sueño de ser gobernador y la oportunidad se la dieron a Claudia Anaya; y la otra, la que Ricardo Monreal operó en favor de su hermano David, dejando en el camino a Luis “El Oso”Medina, José Narro Céspedes y Ulises Mejía Haro. Batallas que no se acaban hasta que se acaban el próximo 6 de junio.