/ martes 21 de junio de 2022

Crónica del poder │ Grave desgaste legislativo en Zacatecas

Ninguna duda existe sobre la interpretación que la sociedad tiene de los 30 diputados locales que conforman el Poder Legislativo, también son gobierno y corresponsables en la nueva gobernanza y por todos los negativos que tienen porque la ciudadanía se los adjudica, es plausible atribuirles actuaciones fallidas y decepcionantes ante los desafíos que confrontan como representantes populares y, por consecuencia, es poco probable que transfieran fortalecimiento a la imagen gubernamental en esta etapa inicial tan colmada de conflictos, llena de complejidad política y más concentrado en combatir la violencia, inseguridad, crisis económica y los negativos de la pandemia.

Desde todos los rumbos y horizontes, llamémosles distritos y municipios, los zacatecanos son testigos de una Legislatura que se mueve en una interacción de tumbos, equívocos, confrontaciones, divisiones y ambiciones generadas por intereses grupales y personales, lo que repercute social y políticamente en un resquebrajamiento institucional que debilita a un Poder que ha de mostrarse, además de autónomo e independiente, equilibrado, conciliador y armonizador frente a las condiciones de grave inestabilidad e incertidumbre que campean y que deben encarar como gobierno en respaldo del Poder Ejecutivo y no convertirse en factor de estancamiento o contención.

Si se observan los efectos políticos de su proceder en la gobernanza, los diputados locales exhiben torceduras en la encomienda de sus representados y del compromiso legislativo, con su dispersión y desintegración han provocado un debilitamiento institucional, han degradado el quehacer político y la responsabilidad legislativa y con ello insisten en la irrelevancia de sus iniciativas y provocan un desfase de los cambios que se promueven desde el Ejecutivo y de las expectativas transformadoras que se han trazado desde sus partidos y desde las exigencias o reclamos de la sociedad y los ciudadanos que no se sienten representados.

Así, por ejemplo, el protagónico diputado Xerardo Ramírez hace ostentación de su egolatría y obsesión económica al pretender revivir la inmoralidad de las herramientas legislativas y acusar que al seno del Congreso no hay nivel para debatir entre sus colegas y que "él sí representa al pueblo de Zacatecas". O sea, como él no hay dos. Y, más se ilustra el conformismo y la medianía, cuando el diputado Jehuí Eduí Salas acepta que "no hemos sido capaces, ni siquiera, de plantarnos con orgullo y satisfacción después de una sola sesión en nuestros hogares." Mucho menos pueden presentarse orgullosos ante los representados, aunque no duda en convocar a sus compañeros a dejar atrás las diferencias, "porque nos hemos dedicado a responder agravios con más agravios."

Desde luego que hay muy contadas excepciones, como los legisladores Enrique Laviada, Gabriela Basurto, Fernanda Miranda, Susana Barragán y María del Refugio Ávalos, cada cual con sus destellos de armonía, creatividad y pasión política por servir verdaderamente a la sociedad. Es el caso de ésta última diputada, que, aunque sabe que no es escuchada por sus destinatarios y ante la falta de resultados en seguridad, se atrevió a pedir al crimen organizado "una tregua para que los inocentes no sean los que sufran las consecuencias de sus pugnas." Seguramente que por todo eso, sus representados y la Coparmex les exigen menos ocurrencias a los diputados y claro, más creatividad e iniciativas inteligentes y trascendentes en favor de Zacatecas.

Ninguna duda existe sobre la interpretación que la sociedad tiene de los 30 diputados locales que conforman el Poder Legislativo, también son gobierno y corresponsables en la nueva gobernanza y por todos los negativos que tienen porque la ciudadanía se los adjudica, es plausible atribuirles actuaciones fallidas y decepcionantes ante los desafíos que confrontan como representantes populares y, por consecuencia, es poco probable que transfieran fortalecimiento a la imagen gubernamental en esta etapa inicial tan colmada de conflictos, llena de complejidad política y más concentrado en combatir la violencia, inseguridad, crisis económica y los negativos de la pandemia.

Desde todos los rumbos y horizontes, llamémosles distritos y municipios, los zacatecanos son testigos de una Legislatura que se mueve en una interacción de tumbos, equívocos, confrontaciones, divisiones y ambiciones generadas por intereses grupales y personales, lo que repercute social y políticamente en un resquebrajamiento institucional que debilita a un Poder que ha de mostrarse, además de autónomo e independiente, equilibrado, conciliador y armonizador frente a las condiciones de grave inestabilidad e incertidumbre que campean y que deben encarar como gobierno en respaldo del Poder Ejecutivo y no convertirse en factor de estancamiento o contención.

Si se observan los efectos políticos de su proceder en la gobernanza, los diputados locales exhiben torceduras en la encomienda de sus representados y del compromiso legislativo, con su dispersión y desintegración han provocado un debilitamiento institucional, han degradado el quehacer político y la responsabilidad legislativa y con ello insisten en la irrelevancia de sus iniciativas y provocan un desfase de los cambios que se promueven desde el Ejecutivo y de las expectativas transformadoras que se han trazado desde sus partidos y desde las exigencias o reclamos de la sociedad y los ciudadanos que no se sienten representados.

Así, por ejemplo, el protagónico diputado Xerardo Ramírez hace ostentación de su egolatría y obsesión económica al pretender revivir la inmoralidad de las herramientas legislativas y acusar que al seno del Congreso no hay nivel para debatir entre sus colegas y que "él sí representa al pueblo de Zacatecas". O sea, como él no hay dos. Y, más se ilustra el conformismo y la medianía, cuando el diputado Jehuí Eduí Salas acepta que "no hemos sido capaces, ni siquiera, de plantarnos con orgullo y satisfacción después de una sola sesión en nuestros hogares." Mucho menos pueden presentarse orgullosos ante los representados, aunque no duda en convocar a sus compañeros a dejar atrás las diferencias, "porque nos hemos dedicado a responder agravios con más agravios."

Desde luego que hay muy contadas excepciones, como los legisladores Enrique Laviada, Gabriela Basurto, Fernanda Miranda, Susana Barragán y María del Refugio Ávalos, cada cual con sus destellos de armonía, creatividad y pasión política por servir verdaderamente a la sociedad. Es el caso de ésta última diputada, que, aunque sabe que no es escuchada por sus destinatarios y ante la falta de resultados en seguridad, se atrevió a pedir al crimen organizado "una tregua para que los inocentes no sean los que sufran las consecuencias de sus pugnas." Seguramente que por todo eso, sus representados y la Coparmex les exigen menos ocurrencias a los diputados y claro, más creatividad e iniciativas inteligentes y trascendentes en favor de Zacatecas.