/ domingo 5 de diciembre de 2021

Crónica del poder │ Imponente liderazgo presidencial

Espectacularmente impresionante, sencillamente imponente, una verdadera ratificación que se adelanta a la revocación, una contundente movilización de masas el primero de diciembre en la Ciudad de México. Haiga sido como haiga sido, con los tradicionales acarreos al viejo estilo priista o con la espontaneidad política, de todos los horizontes del país, de todos los rincones de los estados bajaron las multitudes y con algarabía y victoriosos celebraron los tres años del residente de la República Andrés Manuel López Obrador, en el Palacio Nacional, un liderazgo que se sublima y que pregona la Revolución de las Conciencias como esencia de su Cuarta Transformación.

Ningún diario, ni televisora o emisora de radio y mucho menos las redes sociales le regatearon extender el impacto social y político, aún si los descalifica y embiste con su crítica feroz, con fidelidad y ética profesional proyectaron el enorme triunfalismo presidencial. Apenas concluyó su mensaje a la Nación que llenó con sus datos y convenció con hechos, de inmediato y desde el Zócalo, el gobernador David Monreal refrendó su apoyo irrestricto al presidente López Obrador por su respaldo a Zacatecas en los temas de seguridad, educación y los programas de bienestar social, como también se conoció que el senador Ricardo Monreal no alcanzó a llegar al histórico acontecimiento por su abultada agenda en el Senado de la República, un vació que de todos modos, se sintió y se destacó entre la clase política morenista.

David Monreal a la cabeza de miles de zacatecanos que acompañaron al Presidente de México, no dudó en acercar su Nueva Gobernanza a los principios y preceptos de la Cuarta Transformación, porque en Zacatecas se ha instaurado la misma línea de combate a la corrupción y la impunidad iniciada hace tres años por Andrés Manuel López Obrador, así se interpreta y se comprende la trascendencia del más formidable fenómeno revolucionario que unge al Presidente como el mexicano más poderoso en los últimos 50 años, relevancia y supremacía que es reconocida desde los más diversos enfoques analíticos y críticos.

En este escenario la legitimidad del presidencialismo continúa innegable y ahora más agigantado por un liderazgo inclinado al servicios de sus mayorías, que son los más pobres, los marginados y abandonados, a los que vuelve a multiplicar y reproducir mayores expectativas de solidaridad y de apoyo a su bienestar social. El acto multitudinario fue de hecho un reencuentro de López Obrador con su pasión política por ejercer el poder frente a sus huestes que lo vitorean y ovacionan, algo así como una vigorosa carga de energías para exhibir potencialidades ante sus enemigos, adversarios u opositores.

Entre sus correligionarios e incluso sus opositores, reconocen que en tres años de su gobierno, López Obrador ha logrado cambiar la situación imperante y con su incesante batalla contra la corrupción abre rutas más seguras a las transformaciones; encumbrado en un poder casi absoluto ha logrado desplazar a los potentados de élite y se ha puesto de lado de las clase populares, de los pobres y desposeídos, un colectivo de mexicanos que se han convertido en la fuerza más indómita que lo sostiene, pero que no logra evadir las posturas polarizantes y de confrontación que divide a la población, una obsesión y ambición que le impiden asumir actitud de conciliación y ejercer el poder con humildad. No obstante, todavía queda a deber condiciones de seguridad, tranquilidad y paz social, porque los escenarios de violencia e inseguridad se multiplican y extienden por el país.

Espectacularmente impresionante, sencillamente imponente, una verdadera ratificación que se adelanta a la revocación, una contundente movilización de masas el primero de diciembre en la Ciudad de México. Haiga sido como haiga sido, con los tradicionales acarreos al viejo estilo priista o con la espontaneidad política, de todos los horizontes del país, de todos los rincones de los estados bajaron las multitudes y con algarabía y victoriosos celebraron los tres años del residente de la República Andrés Manuel López Obrador, en el Palacio Nacional, un liderazgo que se sublima y que pregona la Revolución de las Conciencias como esencia de su Cuarta Transformación.

Ningún diario, ni televisora o emisora de radio y mucho menos las redes sociales le regatearon extender el impacto social y político, aún si los descalifica y embiste con su crítica feroz, con fidelidad y ética profesional proyectaron el enorme triunfalismo presidencial. Apenas concluyó su mensaje a la Nación que llenó con sus datos y convenció con hechos, de inmediato y desde el Zócalo, el gobernador David Monreal refrendó su apoyo irrestricto al presidente López Obrador por su respaldo a Zacatecas en los temas de seguridad, educación y los programas de bienestar social, como también se conoció que el senador Ricardo Monreal no alcanzó a llegar al histórico acontecimiento por su abultada agenda en el Senado de la República, un vació que de todos modos, se sintió y se destacó entre la clase política morenista.

David Monreal a la cabeza de miles de zacatecanos que acompañaron al Presidente de México, no dudó en acercar su Nueva Gobernanza a los principios y preceptos de la Cuarta Transformación, porque en Zacatecas se ha instaurado la misma línea de combate a la corrupción y la impunidad iniciada hace tres años por Andrés Manuel López Obrador, así se interpreta y se comprende la trascendencia del más formidable fenómeno revolucionario que unge al Presidente como el mexicano más poderoso en los últimos 50 años, relevancia y supremacía que es reconocida desde los más diversos enfoques analíticos y críticos.

En este escenario la legitimidad del presidencialismo continúa innegable y ahora más agigantado por un liderazgo inclinado al servicios de sus mayorías, que son los más pobres, los marginados y abandonados, a los que vuelve a multiplicar y reproducir mayores expectativas de solidaridad y de apoyo a su bienestar social. El acto multitudinario fue de hecho un reencuentro de López Obrador con su pasión política por ejercer el poder frente a sus huestes que lo vitorean y ovacionan, algo así como una vigorosa carga de energías para exhibir potencialidades ante sus enemigos, adversarios u opositores.

Entre sus correligionarios e incluso sus opositores, reconocen que en tres años de su gobierno, López Obrador ha logrado cambiar la situación imperante y con su incesante batalla contra la corrupción abre rutas más seguras a las transformaciones; encumbrado en un poder casi absoluto ha logrado desplazar a los potentados de élite y se ha puesto de lado de las clase populares, de los pobres y desposeídos, un colectivo de mexicanos que se han convertido en la fuerza más indómita que lo sostiene, pero que no logra evadir las posturas polarizantes y de confrontación que divide a la población, una obsesión y ambición que le impiden asumir actitud de conciliación y ejercer el poder con humildad. No obstante, todavía queda a deber condiciones de seguridad, tranquilidad y paz social, porque los escenarios de violencia e inseguridad se multiplican y extienden por el país.