/ jueves 23 de septiembre de 2021

Crónica del poder │ Impotencia frente a la violencia

Sin duda, las instituciones defensoras de la seguridad pública de los gobiernos federal, estatal y municipales se encuentran en una encrucijada, las perspectivas hacia la paz y tranquilidad no son alentadoras ni buenas, son muy limitadas y malas, no se advierten las mejores condiciones para que cumplan con el mandato constitucional de garantizar estabilidad, paz social, certidumbre y protección a la vida y patrimonio de los mexicanos y zacatecanos, y más se aferran a la versión de que reducen cifras delictivas, mientras la sociedad, la gente en sus comunidades, los simples mortales, viven el tormento de la imparable violencia e inseguridad.

La comparecencia ante el Senado de la República de Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Seguridad y Prevención Social, exhibió un escenario de discusión, debate, críticas, cuestionamiento desde notables legisladores, que provocaron la reafirmación de "los otros datos" que reflejan el optimismo oficial ante la crisis de violencia y dominios de la criminalidad. Como siempre y en éstos tiempos de la cuarta transformación, los funcionarios gubernamentales, en este caso la responsable de Seguridad, se sienten amenazados y hasta ofendidos por las expresiones críticas de sus opositores, hasta de sus correligionarios o aliados políticos.

Conviene destacar las valientes exposiciones que la zacatecana Geovanna Bañuelos hizo desde la tribuna y que no son otra cosa más que el fiel reflejo de una realidad llena de tragedias. Muchos de los Senadores y Senadoras quedaron estupefactos ante los dichos sustentados y más argumentados por la Coordinadora de la bancada del Partido del Trabajo, palabras más palabras menos: Zacatecas ha sido violada por el crimen organizado; Zacatecas perdió la paz; ¡Zacatecas es un infierno! Es el estado de las fosas clandestinas, de los colgados en los puentes, de los desplazamientos forzados, la violencia es cotidiana.

Más todavía, la senadora Geovanna sostiene que "muchos zacatecanos han perdido un ser querido, una hermana, un hermano; un hijo o un padre, un amigo o un maestro, un médico, hasta un sacerdote de su parroquia". Han sido secuestrados, desaparecidos, violados, mutilados, torturados, masacrados. Así pintó el cuadro dantesco y la gente que aquí la escuchó y vio en imágenes, no salía de azoro y de tremendo estupor, quedaron pasmados ante la entera veracidad de las escenas y episodios de violencia extrema, inhumana e indignante ante condiciones de impotencia y desesperación, porque lo que se hace y cómo se reacciona, no son suficientes y menos convincentes ni eficaces, exhiben la inutilidad de una estrategia que se resisten o se niegan a cambiar.

Cuánta perplejidad, asombro y desconcierto causó entre los zacatecanos escuchar a Rosa Icela Rodríguez, manifestar con estoicismo, frialdad, insensible e indolente que, ¡no venimos a ganar la guerra sino la paz! Debiera asomarse a Zacatecas, han pasado tres años y aquí todavía no gana la guerra ni la paz y más parecen perder las batallas, los testimonios pueden ser narrados por Ricardo, David y Saúl Monreal, por los alcaldes Jorge Miranda, Julio César Chávez, Humberto Salazar o en Valparaíso, Calera, Tepetongo, Loreto, Nochistlán, Monte Escobedo, donde se han asentado escenarios de peligrosidad e incertidumbre.

Efectivamente, Zacatecas vive en emergencia social y la más dramática prueba está en la incontenible violencia y creciente inseguridad, aunque ciertamente, nadie está cruzado de brazos, pero sí revestidos de impotencia.

Sin duda, las instituciones defensoras de la seguridad pública de los gobiernos federal, estatal y municipales se encuentran en una encrucijada, las perspectivas hacia la paz y tranquilidad no son alentadoras ni buenas, son muy limitadas y malas, no se advierten las mejores condiciones para que cumplan con el mandato constitucional de garantizar estabilidad, paz social, certidumbre y protección a la vida y patrimonio de los mexicanos y zacatecanos, y más se aferran a la versión de que reducen cifras delictivas, mientras la sociedad, la gente en sus comunidades, los simples mortales, viven el tormento de la imparable violencia e inseguridad.

La comparecencia ante el Senado de la República de Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Seguridad y Prevención Social, exhibió un escenario de discusión, debate, críticas, cuestionamiento desde notables legisladores, que provocaron la reafirmación de "los otros datos" que reflejan el optimismo oficial ante la crisis de violencia y dominios de la criminalidad. Como siempre y en éstos tiempos de la cuarta transformación, los funcionarios gubernamentales, en este caso la responsable de Seguridad, se sienten amenazados y hasta ofendidos por las expresiones críticas de sus opositores, hasta de sus correligionarios o aliados políticos.

Conviene destacar las valientes exposiciones que la zacatecana Geovanna Bañuelos hizo desde la tribuna y que no son otra cosa más que el fiel reflejo de una realidad llena de tragedias. Muchos de los Senadores y Senadoras quedaron estupefactos ante los dichos sustentados y más argumentados por la Coordinadora de la bancada del Partido del Trabajo, palabras más palabras menos: Zacatecas ha sido violada por el crimen organizado; Zacatecas perdió la paz; ¡Zacatecas es un infierno! Es el estado de las fosas clandestinas, de los colgados en los puentes, de los desplazamientos forzados, la violencia es cotidiana.

Más todavía, la senadora Geovanna sostiene que "muchos zacatecanos han perdido un ser querido, una hermana, un hermano; un hijo o un padre, un amigo o un maestro, un médico, hasta un sacerdote de su parroquia". Han sido secuestrados, desaparecidos, violados, mutilados, torturados, masacrados. Así pintó el cuadro dantesco y la gente que aquí la escuchó y vio en imágenes, no salía de azoro y de tremendo estupor, quedaron pasmados ante la entera veracidad de las escenas y episodios de violencia extrema, inhumana e indignante ante condiciones de impotencia y desesperación, porque lo que se hace y cómo se reacciona, no son suficientes y menos convincentes ni eficaces, exhiben la inutilidad de una estrategia que se resisten o se niegan a cambiar.

Cuánta perplejidad, asombro y desconcierto causó entre los zacatecanos escuchar a Rosa Icela Rodríguez, manifestar con estoicismo, frialdad, insensible e indolente que, ¡no venimos a ganar la guerra sino la paz! Debiera asomarse a Zacatecas, han pasado tres años y aquí todavía no gana la guerra ni la paz y más parecen perder las batallas, los testimonios pueden ser narrados por Ricardo, David y Saúl Monreal, por los alcaldes Jorge Miranda, Julio César Chávez, Humberto Salazar o en Valparaíso, Calera, Tepetongo, Loreto, Nochistlán, Monte Escobedo, donde se han asentado escenarios de peligrosidad e incertidumbre.

Efectivamente, Zacatecas vive en emergencia social y la más dramática prueba está en la incontenible violencia y creciente inseguridad, aunque ciertamente, nadie está cruzado de brazos, pero sí revestidos de impotencia.