/ domingo 5 de julio de 2020

Crónica del poder │ La crítica al Presidente no es insulto

Desde la cima del poder, el Presidente Andrés Manuel López Obrador debe entender o cuando menos aceptar que la crítica no es insulto. Ciertamente, el presidencialismo mexicano, que no cambia, es el predominio del Poder Ejecutivo sobre los Poderes Legislativo y Judicial, sobre los gobiernos estatales, porque ante la ausencia de autonomía e independencia en esas instancias, ejerce la más amplia capacidad en la disposición y distribución de los recursos presupuestales.

Pero ese poder presidencial ahora genera fuertes tensiones con los organismos autónomos, las universidades, los empresarios, los partidos de oposición, con los gobernadores y muy particularmente con los medios de comunicación y periodistas, frentes abiertos que al Presidente le han provocado grave deterioro, pero que no cesa en socavar las potencialidades de esas instituciones y sectores de la sociedad, las que han mostrado síntomas de vulnerabilidad es su funcionalidad y capacidad de conducción, propósitos que se plantean con la ofensiva.

Así por ejemplo, durante su discurso del segundo aniversario del triunfo histórico democrático del pueblo de México, el pasado miércoles primero de julio, aseguró que "jamás en 100 años un Presidente ha sido tan atacado e insultado", una expresión que bien se puede revertir por los comunicadores, para responder que "nunca en 100 años un Presidente ha cuestionado y descalificado tanto a medios de comunicación y periodistas", para recordarle que la crítica no es insulto, es responsable análisis de las realidades, del ejercicio de gobierno y de los resultados. Y que la réplica es bienvenida, pero respetuosa, sin denuestos, ni degradación ni descalificación.

No cabe afirmar que es atacado y sí es admisible que se le critica en el ejercicio del poder, y no solo por sus adversarios, sino por analistas y articulistas serios e independientes que ejercen su libertad de expresión, que se reconoce no hay ni censura ni represión; pero el Presidente LÓPEZ OBRADOR no puede ignorar que por esos comportamientos de confrontación y polarización en varios frentes, provoca un real deterioro de su imagen gubernamental y de liderazgo político, efecto que aumenta, crece y se extiende, como así lo ilustran encuestas como la Mitofsky, que le adjudica un 46 por ciento de aprobación, o la encuestadora Enkol que lo registra con apenas 44 por ciento de aceptación, datos que traducen una pérdida de 28 puntos en lo que va de su gobierno, aunque tras el informe del primero de julio, la aceptación ciudadana subió hasta el 68 por ciento. Altas y bajas, bajas y altas que reflejan inestabilidad, inconsistencia, lo que debe cuidar para evitar desconfianza.

La transición por la cuarta transformación

Debe ser democrática, con responsabilidad no solo del gobierno, sino también de la sociedad diversa y plural, sin regresar al pasado pero sin olvidar los cambios que el país ha experimentado en los últimos 50 años, aunque hayan transcurrido por la sinuosidad de la hegemonía priista y luego por las alternancias del 2000 a nuestros días, que han acumulado la más terrible corrupción e imperdonable impunidad, y que han producido y reproducido una exasperante desigualdad y desesperante pobreza extrema, situación que el Presidente López Obrador ataca con formidable enojo, sin reparar en daños o afectaciones a los grupos de poder económico, de donde brotan voces y fuerzas reaccionarias decididas a contener los avances de la Cuarta Transformación. Así pues, es más razonable y acertado decir que nunca se había criticado tanto a un Presidente, no insultado.

Desde la cima del poder, el Presidente Andrés Manuel López Obrador debe entender o cuando menos aceptar que la crítica no es insulto. Ciertamente, el presidencialismo mexicano, que no cambia, es el predominio del Poder Ejecutivo sobre los Poderes Legislativo y Judicial, sobre los gobiernos estatales, porque ante la ausencia de autonomía e independencia en esas instancias, ejerce la más amplia capacidad en la disposición y distribución de los recursos presupuestales.

Pero ese poder presidencial ahora genera fuertes tensiones con los organismos autónomos, las universidades, los empresarios, los partidos de oposición, con los gobernadores y muy particularmente con los medios de comunicación y periodistas, frentes abiertos que al Presidente le han provocado grave deterioro, pero que no cesa en socavar las potencialidades de esas instituciones y sectores de la sociedad, las que han mostrado síntomas de vulnerabilidad es su funcionalidad y capacidad de conducción, propósitos que se plantean con la ofensiva.

Así por ejemplo, durante su discurso del segundo aniversario del triunfo histórico democrático del pueblo de México, el pasado miércoles primero de julio, aseguró que "jamás en 100 años un Presidente ha sido tan atacado e insultado", una expresión que bien se puede revertir por los comunicadores, para responder que "nunca en 100 años un Presidente ha cuestionado y descalificado tanto a medios de comunicación y periodistas", para recordarle que la crítica no es insulto, es responsable análisis de las realidades, del ejercicio de gobierno y de los resultados. Y que la réplica es bienvenida, pero respetuosa, sin denuestos, ni degradación ni descalificación.

No cabe afirmar que es atacado y sí es admisible que se le critica en el ejercicio del poder, y no solo por sus adversarios, sino por analistas y articulistas serios e independientes que ejercen su libertad de expresión, que se reconoce no hay ni censura ni represión; pero el Presidente LÓPEZ OBRADOR no puede ignorar que por esos comportamientos de confrontación y polarización en varios frentes, provoca un real deterioro de su imagen gubernamental y de liderazgo político, efecto que aumenta, crece y se extiende, como así lo ilustran encuestas como la Mitofsky, que le adjudica un 46 por ciento de aprobación, o la encuestadora Enkol que lo registra con apenas 44 por ciento de aceptación, datos que traducen una pérdida de 28 puntos en lo que va de su gobierno, aunque tras el informe del primero de julio, la aceptación ciudadana subió hasta el 68 por ciento. Altas y bajas, bajas y altas que reflejan inestabilidad, inconsistencia, lo que debe cuidar para evitar desconfianza.

La transición por la cuarta transformación

Debe ser democrática, con responsabilidad no solo del gobierno, sino también de la sociedad diversa y plural, sin regresar al pasado pero sin olvidar los cambios que el país ha experimentado en los últimos 50 años, aunque hayan transcurrido por la sinuosidad de la hegemonía priista y luego por las alternancias del 2000 a nuestros días, que han acumulado la más terrible corrupción e imperdonable impunidad, y que han producido y reproducido una exasperante desigualdad y desesperante pobreza extrema, situación que el Presidente López Obrador ataca con formidable enojo, sin reparar en daños o afectaciones a los grupos de poder económico, de donde brotan voces y fuerzas reaccionarias decididas a contener los avances de la Cuarta Transformación. Así pues, es más razonable y acertado decir que nunca se había criticado tanto a un Presidente, no insultado.