/ miércoles 12 de enero de 2022

Crónica del poder │ La fuerza del municipalismo

La violencia extrema e irracional que la semana anterior se estampó en la Plaza de Armas de la Bizarra Capital, ha generado movilizaciones promotoras de cambios que necesariamente conducirán a una unidad de la pluralidad, a la suma de las diferencias y a la moderación de la hegemonía en aras de fortalecer los comportamientos democráticos y tratar de contener las consecuencias funestas que la inseguridad puede enraizar en regiones, comunidades y municipios estratégicos para la delincuencia.

El municipalismo morenista que lideran Saúl Monreal hacia el norte y noroeste; Jorge Miranda desde el centro hacia el sur; y Julio César Chávez hasta el altiplano del sureste, mantienen firme consenso y cohesión en torno de su Presidente Andrés Manuel López Obrador y del Gobernador David Monreal Ávila, y la operatividad política que realicen será primordial para que, sin delirios de prepotencia, logren respetuoso acercamiento y entendimientos con los alcaldes de oposición que en las actuales circunstancias de crisis económica y emergencia social por la violencia e inseguridad más la pandemia, lograr un acuerdo de conciliación y un diálogo propositivo, que será crucial, determinante y contundente para enfrentar juntos y enlazados los graves flagelos que agobian a sus municipios, comunidades y familias.

La urgencia de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es la misma, contener, reducir, aminorar o vencer la violencia e inseguridad, el obstáculo central e imbatible que impide al Estado y los Municipios, avanzar con ritmo más certero y acelerado rumbo al desarrollo con bienestar, en paz y con tranquilidad. Frente a este escenario no es válida la separación de poderes y si es un reclamo de la sociedad, para que más pronto que inmediatamente, sea revertida la grave descomposición social que se refleja en eventos trágicos, espectaculares, pero deleznables y detestables por propios y extraños.

En este contexto, buena señal acaban de dar frente a la clase política gobernante, el presidente del PRI, Enrique Flores Mendoza y la senadora Claudia Anaya Mota, al insistir en el diálogo político con el gobierno morenista. De hecho, extienden su mano para lograr un diálogo propositivo, una línea de conducta política e institucional para construir acuerdos sobre cómo revertir el avance de la violencia, lo que tiene que concretarse con reanimación de la coherencia, congruencia, unificación, prudencia y voluntad política conciliadora y razonable, estrategia a la que se sumaron el líder de los alcaldes priistas, Alan Murillo Murillo y la diputada Gabriela Basurto Ávila. Nadie en su sano juicio político apuesta a la ingobernabilidad y todos coinciden en cancelar ya hostilidades e intolerancia entre fuerzas políticas o de lo contrario, no se van alcanzar los objetivos de paz y tranquilidad, certidumbre y estabilidad, confianza y credibilidad en los gobiernos.

Por eso, también el Poder Municipal de los 58 ayuntamientos, se debe traducir en potencialidad política y en auténtica fortaleza ideológica capaz de levantar un dique a la belicosidad que pretende imperar en los más estratégicos horizontes y rincones del estado. El camino puede ser largo, pero ya deben comenzar a andarlo y con rumbo claro, en serio, sin simulación, con plena responsabilidad y total compromiso con el interés superior del estado, sus municipios, comunidades y la sociedad.

La violencia extrema e irracional que la semana anterior se estampó en la Plaza de Armas de la Bizarra Capital, ha generado movilizaciones promotoras de cambios que necesariamente conducirán a una unidad de la pluralidad, a la suma de las diferencias y a la moderación de la hegemonía en aras de fortalecer los comportamientos democráticos y tratar de contener las consecuencias funestas que la inseguridad puede enraizar en regiones, comunidades y municipios estratégicos para la delincuencia.

El municipalismo morenista que lideran Saúl Monreal hacia el norte y noroeste; Jorge Miranda desde el centro hacia el sur; y Julio César Chávez hasta el altiplano del sureste, mantienen firme consenso y cohesión en torno de su Presidente Andrés Manuel López Obrador y del Gobernador David Monreal Ávila, y la operatividad política que realicen será primordial para que, sin delirios de prepotencia, logren respetuoso acercamiento y entendimientos con los alcaldes de oposición que en las actuales circunstancias de crisis económica y emergencia social por la violencia e inseguridad más la pandemia, lograr un acuerdo de conciliación y un diálogo propositivo, que será crucial, determinante y contundente para enfrentar juntos y enlazados los graves flagelos que agobian a sus municipios, comunidades y familias.

La urgencia de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es la misma, contener, reducir, aminorar o vencer la violencia e inseguridad, el obstáculo central e imbatible que impide al Estado y los Municipios, avanzar con ritmo más certero y acelerado rumbo al desarrollo con bienestar, en paz y con tranquilidad. Frente a este escenario no es válida la separación de poderes y si es un reclamo de la sociedad, para que más pronto que inmediatamente, sea revertida la grave descomposición social que se refleja en eventos trágicos, espectaculares, pero deleznables y detestables por propios y extraños.

En este contexto, buena señal acaban de dar frente a la clase política gobernante, el presidente del PRI, Enrique Flores Mendoza y la senadora Claudia Anaya Mota, al insistir en el diálogo político con el gobierno morenista. De hecho, extienden su mano para lograr un diálogo propositivo, una línea de conducta política e institucional para construir acuerdos sobre cómo revertir el avance de la violencia, lo que tiene que concretarse con reanimación de la coherencia, congruencia, unificación, prudencia y voluntad política conciliadora y razonable, estrategia a la que se sumaron el líder de los alcaldes priistas, Alan Murillo Murillo y la diputada Gabriela Basurto Ávila. Nadie en su sano juicio político apuesta a la ingobernabilidad y todos coinciden en cancelar ya hostilidades e intolerancia entre fuerzas políticas o de lo contrario, no se van alcanzar los objetivos de paz y tranquilidad, certidumbre y estabilidad, confianza y credibilidad en los gobiernos.

Por eso, también el Poder Municipal de los 58 ayuntamientos, se debe traducir en potencialidad política y en auténtica fortaleza ideológica capaz de levantar un dique a la belicosidad que pretende imperar en los más estratégicos horizontes y rincones del estado. El camino puede ser largo, pero ya deben comenzar a andarlo y con rumbo claro, en serio, sin simulación, con plena responsabilidad y total compromiso con el interés superior del estado, sus municipios, comunidades y la sociedad.