/ domingo 8 de mayo de 2022

Crónica del poder │ Las comparecencias, banal espectáculo

Una y mil veces se ha comprobado hasta la saciedad que las comparecencias de funcionarios o secretarios del Poder Ejecutivo ante la Legislatura del Estado, resultan en espectáculo frívolo o shows que tienden a la banalidad y se convierten en una competencia de ineptitudes e incapacidades de unos y de otros, por consecuencia no hay resultados útiles o favorables a la sociedad, a los gobernados ni a los representados; ni ventajas políticas se obtienen, porque casi siempre caen en la vulgaridad y en la exhibición del morbo y la maldita pretensión de aniquilar, destruir o desprestigiar a los adversarios.

Urgidos de recuperar confianza y más credibilidad entre los ciudadanos, diputados como Xerardo Ramírez y Benigno Gallardo, aquel del Partido del Trabajo y este del PRI, con frecuencia insisten en solicitar las comparecencias de Secretarios, sobre todo de Seguridad Pública, Finanzas, General de Gobierno, la Función Pública, de Educación, de Salud, de Desarrollo Social, cuyos titulares, Adolfo Marín, Ricardo Olivares, Gabriela Pinedo, Humbelina López, Maribel Villalpando, Oswaldo Pinedo y Carlos Alberto Zúñiga, muy relajados esperan que el Gobernador no les ordene responder a los reiterados llamado de los diputados.

El martes anterior los atendió el Fiscal General de Justicia del Estado, Francisco Murillo Ruiseco y el escenario le sirvió para hacer alarde de objetivos alcanzados y de pasada reclamar al Ejecutivo recursos presupuestales suficientes, porque para el último trimestre del año, la Fiscalía entrará en crisis, ya que no tendrá ni para gasolina. Y claro, el Fiscal entró en la retórica ya muy gastada al admitir que "la impunidad es un flagelo que lastima a la sociedad; frenar de manera visible la impunidad es un pendiente que tiene carácter histórico y la política de persecución penal se vuelve un paso decisivo para saldarla " Un episodio parlamentario más, vacío.

Lo cierto es que no hay profundidad en los debates o la discusión, las explicaciones o respuestas a los diputados rayan en el discurso tradicional; es más, ni las preguntas, comentarios o interrogantes, no motivan ni provocan al funcionario a elevar la calidad de las expresiones, son encuentros entre funcionarios y diputados casi siempre insustanciales e incluso con exhibición de ignorancia temática. Por eso, la decepción ciudadana, porque solo observan la intrascendencia de los diálogos, lo irrelevante de las preguntas y respuestas, la superficialidad con que supuestamente analizan los graves problemas del estado, son discursos insípidos, anodinos.

Son tan huecas las comparecencias, que ni siquiera estimulan el sistema de partidos ni la pluralidad política e ideológica, lo que refleja la mediocridad de los diputados de los partidos en el poder, y también la medianía de los legisladores de oposición, salvo una o dos excepciones que por más esfuerzos que hacen. no alcanzan a salvar algo del prestigio de la figura del diputado y de la imagen institucional de la Legislatura.

Este diseño y esquema legislativo de las comparecencias se observa en grandes proporciones en la Cámara de Diputados y de Senadores. La esencia de los actos es para modelar las cualidades de los Secretarios en el poder; para avasallar y descalificar a la oposición, y para que éstos, aún desde la debilidad, critiquen y exhiban los descalabros, fracasos, derroches, corruptelas y desviaciones del nuevo régimen. Por todo eso, las comparecencias son inútiles y resultan estériles.

Una y mil veces se ha comprobado hasta la saciedad que las comparecencias de funcionarios o secretarios del Poder Ejecutivo ante la Legislatura del Estado, resultan en espectáculo frívolo o shows que tienden a la banalidad y se convierten en una competencia de ineptitudes e incapacidades de unos y de otros, por consecuencia no hay resultados útiles o favorables a la sociedad, a los gobernados ni a los representados; ni ventajas políticas se obtienen, porque casi siempre caen en la vulgaridad y en la exhibición del morbo y la maldita pretensión de aniquilar, destruir o desprestigiar a los adversarios.

Urgidos de recuperar confianza y más credibilidad entre los ciudadanos, diputados como Xerardo Ramírez y Benigno Gallardo, aquel del Partido del Trabajo y este del PRI, con frecuencia insisten en solicitar las comparecencias de Secretarios, sobre todo de Seguridad Pública, Finanzas, General de Gobierno, la Función Pública, de Educación, de Salud, de Desarrollo Social, cuyos titulares, Adolfo Marín, Ricardo Olivares, Gabriela Pinedo, Humbelina López, Maribel Villalpando, Oswaldo Pinedo y Carlos Alberto Zúñiga, muy relajados esperan que el Gobernador no les ordene responder a los reiterados llamado de los diputados.

El martes anterior los atendió el Fiscal General de Justicia del Estado, Francisco Murillo Ruiseco y el escenario le sirvió para hacer alarde de objetivos alcanzados y de pasada reclamar al Ejecutivo recursos presupuestales suficientes, porque para el último trimestre del año, la Fiscalía entrará en crisis, ya que no tendrá ni para gasolina. Y claro, el Fiscal entró en la retórica ya muy gastada al admitir que "la impunidad es un flagelo que lastima a la sociedad; frenar de manera visible la impunidad es un pendiente que tiene carácter histórico y la política de persecución penal se vuelve un paso decisivo para saldarla " Un episodio parlamentario más, vacío.

Lo cierto es que no hay profundidad en los debates o la discusión, las explicaciones o respuestas a los diputados rayan en el discurso tradicional; es más, ni las preguntas, comentarios o interrogantes, no motivan ni provocan al funcionario a elevar la calidad de las expresiones, son encuentros entre funcionarios y diputados casi siempre insustanciales e incluso con exhibición de ignorancia temática. Por eso, la decepción ciudadana, porque solo observan la intrascendencia de los diálogos, lo irrelevante de las preguntas y respuestas, la superficialidad con que supuestamente analizan los graves problemas del estado, son discursos insípidos, anodinos.

Son tan huecas las comparecencias, que ni siquiera estimulan el sistema de partidos ni la pluralidad política e ideológica, lo que refleja la mediocridad de los diputados de los partidos en el poder, y también la medianía de los legisladores de oposición, salvo una o dos excepciones que por más esfuerzos que hacen. no alcanzan a salvar algo del prestigio de la figura del diputado y de la imagen institucional de la Legislatura.

Este diseño y esquema legislativo de las comparecencias se observa en grandes proporciones en la Cámara de Diputados y de Senadores. La esencia de los actos es para modelar las cualidades de los Secretarios en el poder; para avasallar y descalificar a la oposición, y para que éstos, aún desde la debilidad, critiquen y exhiban los descalabros, fracasos, derroches, corruptelas y desviaciones del nuevo régimen. Por todo eso, las comparecencias son inútiles y resultan estériles.