/ jueves 20 de enero de 2022

Crónica del poder │ Los gobernantes deben escuchar al pueblo

Inevitable reconocer que en los actuales escenarios críticos, en un panorama marcado por los flagelos más devastadores, las batallas reales, el verdadero mundo de los daños e impactos negativos y destructivos, son la gente, las familias, las comunidades, "el pueblo bueno y sabio", son las víctimas primarias de los efectos malignos de la pandemia y la violencia, son ellos y somos todos en la sociedad, los que resienten las dolencias, tormentos, sufrimientos, angustias, miedos, sacrificios, calamidades que son el diario acompañamiento para ilustrar limitaciones alimentarias, atentados a los derechos a la salud y a la seguridad, y la urgencia por superar más pronto esa atmósfera de incertidumbre y desconfianza social, de inestabilidad económica y de condiciones de anormalidad que hace mucho desplazaron la paz y tranquilidad.

En este sentido y en una situación ya desesperante, ahora más que nunca urge aplicar el nuevo concepto gubernamental sustentado en la humildad de un poder político capaz de escuchar a esa gente víctima de todas las atrocidades y desgracias que juntas se le vienen encima. Hablamos de hacer cada día más efectiva y real la nueva gobernanza. El poder y el gobierno se deben ejercer a una velocidad mayor que las tempestades que el pueblo soporta y claro, abatir la corrupción e impunidad que todavía enseñorean el ambiente y dominan con prepotencia y descaradamente.

Fórmula razonable, justa y eficaz que se abandona, ha sido y es escuchar al pueblo, a la gente que cotidianamente sufre los impactos de las crisis económica, pandémica, de violencia e inseguridad y los gobernantes, como los legisladores y liderazgos, han de hacerlo con honestidad, con responsabilidad, no con simulación. Resaltar que "la voz del pueblo es la voz de Dios" ( vox populli, vox Dei ) no se trata de una declaración novedosa, es más bien un añejo pronunciamiento que han retomado políticos y gobernantes, como así lo ha manifestado repetidamente el president Andrés Manuel López Obrador, que es necesario gobernar junto con los ciudadanos, trabajar más en el territorio y menos en las oficinas, como ese diseño de gobierno municipal en Zacatecas Capital, "más terreno, menos escritorio".

Una práctica gubernamental de la cuarta transformación, trabajo de campo, en las colonias populares, en las comunidades, en los municipios de todas las regiones del estado, sin preferencias ni distinciones políticas o ideológicas, escuchar a la gente sin exclusión, a todas y todos, porque "la voz del pueblo es la voz de Dios", como así lo dijo el Presidente al cumplir 3 años de su mandato. Y son expresiones que como ahora, en medio de las terribles y aniquilantes crisis que a diario nos amenazan y a cada momento nos agobian, se gritan, se aclaman justamente en momentos de grandes decisiones y que también tienen que ser momentos de grandes soluciones, las que urgen para aminorar hasta apagar esta emergencia social que no cesa en lesionar a los más jodidos, a los más pobres.

Por eso, cuando los hechos trágicos parecen ahogar los esfuerzos de los zacatecanos, todas las voces deben desvanecer asechanzas y sus propuestas y opiniones deben ser escuchadas en diálogo respetuoso y porque son sentimientos realistas de padecimientos, de afectaciones, de dolencias populares, de riesgos al patrimonio, se atentados a las libertades y derechos, escenarios que tienen que ser revertidos hasta lograr auténtica y pronta transformación.

Inevitable reconocer que en los actuales escenarios críticos, en un panorama marcado por los flagelos más devastadores, las batallas reales, el verdadero mundo de los daños e impactos negativos y destructivos, son la gente, las familias, las comunidades, "el pueblo bueno y sabio", son las víctimas primarias de los efectos malignos de la pandemia y la violencia, son ellos y somos todos en la sociedad, los que resienten las dolencias, tormentos, sufrimientos, angustias, miedos, sacrificios, calamidades que son el diario acompañamiento para ilustrar limitaciones alimentarias, atentados a los derechos a la salud y a la seguridad, y la urgencia por superar más pronto esa atmósfera de incertidumbre y desconfianza social, de inestabilidad económica y de condiciones de anormalidad que hace mucho desplazaron la paz y tranquilidad.

En este sentido y en una situación ya desesperante, ahora más que nunca urge aplicar el nuevo concepto gubernamental sustentado en la humildad de un poder político capaz de escuchar a esa gente víctima de todas las atrocidades y desgracias que juntas se le vienen encima. Hablamos de hacer cada día más efectiva y real la nueva gobernanza. El poder y el gobierno se deben ejercer a una velocidad mayor que las tempestades que el pueblo soporta y claro, abatir la corrupción e impunidad que todavía enseñorean el ambiente y dominan con prepotencia y descaradamente.

Fórmula razonable, justa y eficaz que se abandona, ha sido y es escuchar al pueblo, a la gente que cotidianamente sufre los impactos de las crisis económica, pandémica, de violencia e inseguridad y los gobernantes, como los legisladores y liderazgos, han de hacerlo con honestidad, con responsabilidad, no con simulación. Resaltar que "la voz del pueblo es la voz de Dios" ( vox populli, vox Dei ) no se trata de una declaración novedosa, es más bien un añejo pronunciamiento que han retomado políticos y gobernantes, como así lo ha manifestado repetidamente el president Andrés Manuel López Obrador, que es necesario gobernar junto con los ciudadanos, trabajar más en el territorio y menos en las oficinas, como ese diseño de gobierno municipal en Zacatecas Capital, "más terreno, menos escritorio".

Una práctica gubernamental de la cuarta transformación, trabajo de campo, en las colonias populares, en las comunidades, en los municipios de todas las regiones del estado, sin preferencias ni distinciones políticas o ideológicas, escuchar a la gente sin exclusión, a todas y todos, porque "la voz del pueblo es la voz de Dios", como así lo dijo el Presidente al cumplir 3 años de su mandato. Y son expresiones que como ahora, en medio de las terribles y aniquilantes crisis que a diario nos amenazan y a cada momento nos agobian, se gritan, se aclaman justamente en momentos de grandes decisiones y que también tienen que ser momentos de grandes soluciones, las que urgen para aminorar hasta apagar esta emergencia social que no cesa en lesionar a los más jodidos, a los más pobres.

Por eso, cuando los hechos trágicos parecen ahogar los esfuerzos de los zacatecanos, todas las voces deben desvanecer asechanzas y sus propuestas y opiniones deben ser escuchadas en diálogo respetuoso y porque son sentimientos realistas de padecimientos, de afectaciones, de dolencias populares, de riesgos al patrimonio, se atentados a las libertades y derechos, escenarios que tienen que ser revertidos hasta lograr auténtica y pronta transformación.