/ martes 19 de mayo de 2020

Crónica del poder │ Ninguna luz al final del túnel

En el escenario por demás crítico del coronavirus, hay mucho de advertencias, llamados, exhortos y exigencias desde la autoridad, para que la gente atienda las medidas, recomendaciones, protocolos y estrategias sanitarias para no darle margen a los contagios y propagación de la terrible enfermedad; pero en esta tormentosa escena es poca la respuesta y se registra un riesgoso y más peligroso relajamiento del virtuoso confinamiento y de la aconsejable sana distancia.

El presidente Andrés Manuel López Obrador convoca a la población a asumir responsablemente la protección ante la pandemia; el gobernador Alejandro Tello Cristerna a diario insiste en aplicar medidas de prevención, hasta implementar el Hoy no circula; prefiere arriesgar a que mañana se tenga que lamentar por omisión y que "se tenga un cúmulo de muertos por timoratos", porque nos tembló la mano. En Fresnillo, Saúl Monreal suspende fiestas y concentraciones, dialoga con comerciantes y pide a la gente meterse a sus casas; Ulises Mejía no cesa en sanitizar espacios públicos; Julio César Chávez continúa aplicando multas y apoyando a médicos y enfermeras. Hay pues desde la autoridad un serial de acciones que finalmente coinciden como dique al virus maldito.

Hay días que las expresiones de los gobiernos solo parecen episodios de telenovela y sus mensajes no calan en la conciencia de la gente para propiciar algún cambio de mentalidad frente a la crisis; por fortuna, el recurso de la fuerza pública no ha sido considerado, no son medidas coercitivas. Pero la gente no entiende ni atiende y reflejan signos de incultura, indiferencia e ignorancia, caminan hacia el desastre.

Les damos solo un botón de muestra que es cotidiano: los empresarios de la construcción no alcanzan a controlar la movilización de sus trabajadores, albañiles, "maistros y chalanes" y es notable verlos que son transportados como ganado, en camionetas o vehículos de carga, repletos, amontonados, encimados; una absoluta negación de la sana distancia, una irresponsabilidad que no ven ni las autoridades sanitarias ni las de tránsito, que están enfocadas a impedir esas anomalías. Es más, no son capaces ni de otorgar un cubrebocas a sus empleados. Esa es la dañina dimensión de la irresponsabilidad e ignorancia frente a los peligros reales del virus.

Solo hay que salir a cumplir una observación del acontecer, para ver largas filas ante los bancos, sin la sana distancia; los tianguis siempre atestados, concentración de familias enteras, amas de casa que actúan sin restricción alguna. Tal parece que no tienen idea de lo que pasa, no alcanzan a ver o enterarse de la gravedad en la Ciudad de México, en Toluca, Cuernavaca, Tabasco, Monterrey, Tijuana y muchas ciudades más, ya conquistadas y hundidas en la mortandad provocada por el virus maldito; como dicen los muchachos, no les cae el 20, no quieren admitir que la tragedia está tocando a las puertas. Bueno, ni al Obispo Sigifredo Noriega atienden en sus plegarias y peticiones para que se obedezca a la autoridad y se aparten de los peligros con la reclusión en la casa y evitar los acercamientos directos al prójimo.

¡Por el amor de Dios! quédense en su casa, usen cubrebocas, atiendan las medidas contra el virus. Y los que no creen Dios o en nadie, ¡No la jodan! sean solidarios con los demás, sean responsables consigo mismo y su familia. ¡Háganlo! para vivir todos un poco más.

En el escenario por demás crítico del coronavirus, hay mucho de advertencias, llamados, exhortos y exigencias desde la autoridad, para que la gente atienda las medidas, recomendaciones, protocolos y estrategias sanitarias para no darle margen a los contagios y propagación de la terrible enfermedad; pero en esta tormentosa escena es poca la respuesta y se registra un riesgoso y más peligroso relajamiento del virtuoso confinamiento y de la aconsejable sana distancia.

El presidente Andrés Manuel López Obrador convoca a la población a asumir responsablemente la protección ante la pandemia; el gobernador Alejandro Tello Cristerna a diario insiste en aplicar medidas de prevención, hasta implementar el Hoy no circula; prefiere arriesgar a que mañana se tenga que lamentar por omisión y que "se tenga un cúmulo de muertos por timoratos", porque nos tembló la mano. En Fresnillo, Saúl Monreal suspende fiestas y concentraciones, dialoga con comerciantes y pide a la gente meterse a sus casas; Ulises Mejía no cesa en sanitizar espacios públicos; Julio César Chávez continúa aplicando multas y apoyando a médicos y enfermeras. Hay pues desde la autoridad un serial de acciones que finalmente coinciden como dique al virus maldito.

Hay días que las expresiones de los gobiernos solo parecen episodios de telenovela y sus mensajes no calan en la conciencia de la gente para propiciar algún cambio de mentalidad frente a la crisis; por fortuna, el recurso de la fuerza pública no ha sido considerado, no son medidas coercitivas. Pero la gente no entiende ni atiende y reflejan signos de incultura, indiferencia e ignorancia, caminan hacia el desastre.

Les damos solo un botón de muestra que es cotidiano: los empresarios de la construcción no alcanzan a controlar la movilización de sus trabajadores, albañiles, "maistros y chalanes" y es notable verlos que son transportados como ganado, en camionetas o vehículos de carga, repletos, amontonados, encimados; una absoluta negación de la sana distancia, una irresponsabilidad que no ven ni las autoridades sanitarias ni las de tránsito, que están enfocadas a impedir esas anomalías. Es más, no son capaces ni de otorgar un cubrebocas a sus empleados. Esa es la dañina dimensión de la irresponsabilidad e ignorancia frente a los peligros reales del virus.

Solo hay que salir a cumplir una observación del acontecer, para ver largas filas ante los bancos, sin la sana distancia; los tianguis siempre atestados, concentración de familias enteras, amas de casa que actúan sin restricción alguna. Tal parece que no tienen idea de lo que pasa, no alcanzan a ver o enterarse de la gravedad en la Ciudad de México, en Toluca, Cuernavaca, Tabasco, Monterrey, Tijuana y muchas ciudades más, ya conquistadas y hundidas en la mortandad provocada por el virus maldito; como dicen los muchachos, no les cae el 20, no quieren admitir que la tragedia está tocando a las puertas. Bueno, ni al Obispo Sigifredo Noriega atienden en sus plegarias y peticiones para que se obedezca a la autoridad y se aparten de los peligros con la reclusión en la casa y evitar los acercamientos directos al prójimo.

¡Por el amor de Dios! quédense en su casa, usen cubrebocas, atiendan las medidas contra el virus. Y los que no creen Dios o en nadie, ¡No la jodan! sean solidarios con los demás, sean responsables consigo mismo y su familia. ¡Háganlo! para vivir todos un poco más.