/ miércoles 14 de octubre de 2020

Crónica del poder │ Nuestra irresponsabilidad barbarizada

Hay una gran listado de ejemplos que ilustran las secuelas o desenlaces que va dejando el virus maldito en la sociedad y en los individuos afectados y contagiados, entre ellos y para no ir más lejos, por actuales y porque brotan entre nosotros para enseñar que nadie es inmune y que a todos nos puede llegar el momento, son los casos del Obispo Sifredo Noriega Barceló y del alcalde Saúl Monreal Ávila, sin omitir el caso de Luis "El oso" Medina, que también reflejó ese dramatismo que parece que nadie en Zacatecas quiere reconocer.

El sábado y domingo anteriores se registraron 206 casos de contagio, el lunes pasado ascendieron a 120 infectados; ayer martes se registraron 153 casos positivos más; para sumar 884 fallecidos, 8 mil 594 los positivos y 59 suicidios. Son cifras oficiales, que si las interpretamos como reales, cuando menos deben provocar preocupación, pero los hay, grupos y familias, comunidades y sectores de la población que lo ven con pánico, con miedo al incontenible crecimiento, y se mantienen o seguimos en el confinamiento, el encierro, aislamiento o restricciones razonables y humanas que son dictadas por las condiciones de edad, enfermedades y exposiciones de más riesgo por cercanas al deceso.

Los notables mencionados han dado cuenta de sus vivencias, experiencias y comportamientos en su retiro voluntario y sanitario. El obispo lo ha narrado en las homilías ante sus fieles y lo ha confiado a los medios de comunicación, para él, haber vivido la afectación del virus y su encierro, "ha sido una dura prueba que le permitió reencontrar su misión y seguir al frente de la encomienda otorgada por el Papa Francisco".

El Presidente Municipal fresnillense superó la enfermedad en medio de la sana reflexión sobre la familia y su condición política y el salir airoso le significó una nueva oportunidad que la vida le ha dado y le permitió constatar que tiene mucho amigos, no solo en Fresnillo sino en todo el estado y que tiene una familia solidaria y afectiva en todo momento, en las buenas y las malas. Ahora recuperado, retoma la ruta política y gubernamental con más confianza, con más ganas y pasión para servir.

Para estos personajes su salida de la crisis ha sido conmovedora, pero su trance un episodio aleccionador que transcurrió desde la soledad, incertidumbre, dudas, miedos; un verdadero tormento, sufrimiento físico y mental, desesperación, tristeza, sentimientos de abandono, instantes de tragedia, reflexión, titubeos, pérdida de fe, de credibilidad en la vida, una antesala de la muerte, un asomarse a la desgracia. Es una narración de las víctimas directas e indirectas, de los médicos y enfermeras que tienen a 240 enfermos y que son los héroes en esta batalla. Son días, semanas, momentos que a nadie se les desea y evitarlos es responsabilidad de cada quien y de todos.

Son simples mortales

Como todos nosotros, adultos, jóvenes, niños, mujeres, ricos y pobres, todos posibles víctimas al contagio o a la partida de este mundo; vemos la terrible realidad y no nos atrevemos a cambiar, a modificar nuestra forma absurda de vida y desordenado comportamiento; no entendemos ni atendemos las indicaciones sanitarias, nos creemos inmunes, que nunca nos pasará, y siguen las fiestas familiares y comunitarias, las carnes asadas, los paseos, la asistencia a mercados y comercios sin protección, sin tapabocas; no hay limpieza de manos y menos corporal, ni cuidamos los cambios de ropa, ni la sana distancia, en otras palabras, nos vale madre la vida propia, de la familia y de los semejantes en el vecindario, las comunidades y los poblados. Y por eso la crisis se prolonga y más arrecia y empeora y no vemos cuándo.

Hay una gran listado de ejemplos que ilustran las secuelas o desenlaces que va dejando el virus maldito en la sociedad y en los individuos afectados y contagiados, entre ellos y para no ir más lejos, por actuales y porque brotan entre nosotros para enseñar que nadie es inmune y que a todos nos puede llegar el momento, son los casos del Obispo Sifredo Noriega Barceló y del alcalde Saúl Monreal Ávila, sin omitir el caso de Luis "El oso" Medina, que también reflejó ese dramatismo que parece que nadie en Zacatecas quiere reconocer.

El sábado y domingo anteriores se registraron 206 casos de contagio, el lunes pasado ascendieron a 120 infectados; ayer martes se registraron 153 casos positivos más; para sumar 884 fallecidos, 8 mil 594 los positivos y 59 suicidios. Son cifras oficiales, que si las interpretamos como reales, cuando menos deben provocar preocupación, pero los hay, grupos y familias, comunidades y sectores de la población que lo ven con pánico, con miedo al incontenible crecimiento, y se mantienen o seguimos en el confinamiento, el encierro, aislamiento o restricciones razonables y humanas que son dictadas por las condiciones de edad, enfermedades y exposiciones de más riesgo por cercanas al deceso.

Los notables mencionados han dado cuenta de sus vivencias, experiencias y comportamientos en su retiro voluntario y sanitario. El obispo lo ha narrado en las homilías ante sus fieles y lo ha confiado a los medios de comunicación, para él, haber vivido la afectación del virus y su encierro, "ha sido una dura prueba que le permitió reencontrar su misión y seguir al frente de la encomienda otorgada por el Papa Francisco".

El Presidente Municipal fresnillense superó la enfermedad en medio de la sana reflexión sobre la familia y su condición política y el salir airoso le significó una nueva oportunidad que la vida le ha dado y le permitió constatar que tiene mucho amigos, no solo en Fresnillo sino en todo el estado y que tiene una familia solidaria y afectiva en todo momento, en las buenas y las malas. Ahora recuperado, retoma la ruta política y gubernamental con más confianza, con más ganas y pasión para servir.

Para estos personajes su salida de la crisis ha sido conmovedora, pero su trance un episodio aleccionador que transcurrió desde la soledad, incertidumbre, dudas, miedos; un verdadero tormento, sufrimiento físico y mental, desesperación, tristeza, sentimientos de abandono, instantes de tragedia, reflexión, titubeos, pérdida de fe, de credibilidad en la vida, una antesala de la muerte, un asomarse a la desgracia. Es una narración de las víctimas directas e indirectas, de los médicos y enfermeras que tienen a 240 enfermos y que son los héroes en esta batalla. Son días, semanas, momentos que a nadie se les desea y evitarlos es responsabilidad de cada quien y de todos.

Son simples mortales

Como todos nosotros, adultos, jóvenes, niños, mujeres, ricos y pobres, todos posibles víctimas al contagio o a la partida de este mundo; vemos la terrible realidad y no nos atrevemos a cambiar, a modificar nuestra forma absurda de vida y desordenado comportamiento; no entendemos ni atendemos las indicaciones sanitarias, nos creemos inmunes, que nunca nos pasará, y siguen las fiestas familiares y comunitarias, las carnes asadas, los paseos, la asistencia a mercados y comercios sin protección, sin tapabocas; no hay limpieza de manos y menos corporal, ni cuidamos los cambios de ropa, ni la sana distancia, en otras palabras, nos vale madre la vida propia, de la familia y de los semejantes en el vecindario, las comunidades y los poblados. Y por eso la crisis se prolonga y más arrecia y empeora y no vemos cuándo.