/ domingo 11 de julio de 2021

Crónica del poder │ Regresa el poder monrealista

Desde que en su primer encuentro en Palacio de Gobierno David Monreal declaró ante Alejandro Tello que será implacable contra la corrupción e impunidad, no hay duda sobre un cambio en ese pronunciamiento consecuente con las políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador y aunque se diga que transcurre una tersa entrega recepción, después del 12 de septiembre, el momento constitucional de la transición, del quinquenio tellista al sexenio monrealista, los comportamientos desde el nuevo poder gubernamental, serán otros y exhibirán la clásica etapa de ruptura, porque de la respetuosa civilidad se pasará a la confrontación y polarización, a tono con el proceder del Presidente con sus antecesores, que aunque niega sea venganza política, promovió la consulta popular del primero de agosto para llevarlos a juicio o cuando menos exhibirlos como testimonios de la corrupción gubernamental.

El nuevo gobernador tendrá que probar su acercamiento e identificación con la Cuarta Transformación y desde el primer día configurar plena adaptación al modelo presidencial e interpretar los momentos de lucha contra la corrupción y para lograrlo no van a faltar observaciones, denuncias, acusaciones, sospechas e incluso hasta especulaciones y versiones de desprestigio contra funcionarios de primera línea o del gabinete, porque será urgente llevarlos al paredón retomando la defensa del pueblo frente a las ambiciones desmedidas y los abusos de poder a través de peculados y desviación de recursos presupuestales. Muy seguramente esa imitación de búsqueda de corruptos se dará en los once estados donde los triunfadores por las gubernaturas fueron morenistas, ahora ansiosos por trascender como la expresión más elevada de la honestidad y decididos a destruir lo que perciban como un pasado nefasto por neoliberal y conservador.

En Zacatecas esa será la fórmula para lograr la comunión social que David Monreal pretende, una formidable fuerza moral y popular que respalde las acciones contra la corrupción, no solo en el pasado inmediato que lo será este quinquenio de Tello Cristerna, sino que las batallas se extenderán hasta revelar irregularidades, derroches presupuestarios, deuda pública desmesurada e inmoral, elefantes blancos u obras onerosas e inútiles que significaron supuestos fraudes y enriquecimientos inexplicables; o sea, con auditorías a fondo e integrales, van a esculcar hasta debajo de las canteras en los gobiernos desde Amalia García Medina y Miguel Alonso Reyes, un proceso que será definición de la sentencia davidista, implacable contra la corrupción e impunidad. Tratarán de ser consecuentes con sus dichos.

Si en esos dos sexenios el monrealismo fue abatido una y otra vez, ni había respeto por el sexenio ajeno, ahora las respuestas de los triunfadores en el poder estatal, no serán manifestaciones de refinamiento, tampoco de barbarización, pero sí, con argumentos fincados en la legalidad y "urgidos por la población harta de atrocidades y arbitrariedades", van a subvertir el actual entramado institucional para darle vuelta al escenario de victimización que sufrieron y regresar con todo su poder a una feroz lucha por el desquite ante algunos prepotentes y abusivos funcionarios, que no se van a llamar sorprendidos, pero sí asombrados por el repentino aplastamiento, hasta hacer efectiva aquella otra expresión de maligna reciprocidad: Amor con amor se paga. Será bueno equivocarnos, pero las relaciones se tensan y las pasiones revanchistas se desatan.

Desde que en su primer encuentro en Palacio de Gobierno David Monreal declaró ante Alejandro Tello que será implacable contra la corrupción e impunidad, no hay duda sobre un cambio en ese pronunciamiento consecuente con las políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador y aunque se diga que transcurre una tersa entrega recepción, después del 12 de septiembre, el momento constitucional de la transición, del quinquenio tellista al sexenio monrealista, los comportamientos desde el nuevo poder gubernamental, serán otros y exhibirán la clásica etapa de ruptura, porque de la respetuosa civilidad se pasará a la confrontación y polarización, a tono con el proceder del Presidente con sus antecesores, que aunque niega sea venganza política, promovió la consulta popular del primero de agosto para llevarlos a juicio o cuando menos exhibirlos como testimonios de la corrupción gubernamental.

El nuevo gobernador tendrá que probar su acercamiento e identificación con la Cuarta Transformación y desde el primer día configurar plena adaptación al modelo presidencial e interpretar los momentos de lucha contra la corrupción y para lograrlo no van a faltar observaciones, denuncias, acusaciones, sospechas e incluso hasta especulaciones y versiones de desprestigio contra funcionarios de primera línea o del gabinete, porque será urgente llevarlos al paredón retomando la defensa del pueblo frente a las ambiciones desmedidas y los abusos de poder a través de peculados y desviación de recursos presupuestales. Muy seguramente esa imitación de búsqueda de corruptos se dará en los once estados donde los triunfadores por las gubernaturas fueron morenistas, ahora ansiosos por trascender como la expresión más elevada de la honestidad y decididos a destruir lo que perciban como un pasado nefasto por neoliberal y conservador.

En Zacatecas esa será la fórmula para lograr la comunión social que David Monreal pretende, una formidable fuerza moral y popular que respalde las acciones contra la corrupción, no solo en el pasado inmediato que lo será este quinquenio de Tello Cristerna, sino que las batallas se extenderán hasta revelar irregularidades, derroches presupuestarios, deuda pública desmesurada e inmoral, elefantes blancos u obras onerosas e inútiles que significaron supuestos fraudes y enriquecimientos inexplicables; o sea, con auditorías a fondo e integrales, van a esculcar hasta debajo de las canteras en los gobiernos desde Amalia García Medina y Miguel Alonso Reyes, un proceso que será definición de la sentencia davidista, implacable contra la corrupción e impunidad. Tratarán de ser consecuentes con sus dichos.

Si en esos dos sexenios el monrealismo fue abatido una y otra vez, ni había respeto por el sexenio ajeno, ahora las respuestas de los triunfadores en el poder estatal, no serán manifestaciones de refinamiento, tampoco de barbarización, pero sí, con argumentos fincados en la legalidad y "urgidos por la población harta de atrocidades y arbitrariedades", van a subvertir el actual entramado institucional para darle vuelta al escenario de victimización que sufrieron y regresar con todo su poder a una feroz lucha por el desquite ante algunos prepotentes y abusivos funcionarios, que no se van a llamar sorprendidos, pero sí asombrados por el repentino aplastamiento, hasta hacer efectiva aquella otra expresión de maligna reciprocidad: Amor con amor se paga. Será bueno equivocarnos, pero las relaciones se tensan y las pasiones revanchistas se desatan.