Sí como Andrés Manuel López Obrador lo dice acertadamente y con mucha razón que el Poder es Humildad, tendría que admitir que es el primer obligado a proceder así en el ejercicio del poder, con humildad, serenidad, prudencia, respetuoso y conciliador. Al ser el mexicano más poderoso de las últimas 5 décadas, que como Presidente de la República ha marcado un proceso de cambio que ya aparece irreversible y verdaderamente renovador, hasta lograr la histórica clasificación de Cuarta Transformación, motiva a la reflexión analítica y crítica sobre la primera mitad de su sexenio presidencial.
Son muchos y diversos enfoques que se tienen que entretejer para dimensionar el contenido ideológico, y ratificar que es el bienestar social la esencialidad de su movimiento transformador en favor de los más pobres, una gobernanza que no ha avanzado aterciopelada sino que ha superado y encara grandes resistencias de fuerzas aún conservadoras de privilegios y promotoras de la corrupción, el flagelo que más ha echado a perder el rumbo y un mejor destino del país.
Como comunicadores que nos sentimos corresponsables en el desarrollo económico, social y cultural del estado, el proceso transformador de López Obrador no nos ha sorprendido porque preparados estamos para vivir e informar sobre las grandes transformaciones progresistas y democráticas; los cambios del nuevo régimen no nos alteran, la sociedad, los ciudadanos bien informados los hacen definitivos, los aprueban y los reproducen más contundentes y trascendentes en medio de un pluralismo democrático que respalda las acciones contra la corrupción, los fraudes, la mediocridad gubernamental, la simulación y los engaños, acciones de las que hacemos narrativa, promovemos el análisis, el debate de las ideas y con pleno ejercicio de nuestra libertad de expresión.
Nos preocupa que desde el poder presidencial cotidianamente se lance una brutal ofensiva contra medios de comunicación y comunicadores. El primer año lo sentimos natural, hasta normal tras las calenturas electorales; el segundo año pensamos que iba a desistir, pero arreciaron los embates; en el tercer año que ayer se cumplió hubo esperanzas sobre un cambio de actitud, pero ya lo vimos y escuchamos agresivo contra la revista Proceso, como lo ha hecho contra diarios nacionales, hasta extranjeros, y resaltando descalificaciones y repudio hacia notables periodistas, analistas y comunicadores. Claro que muchos comunicadores locales y nacionales somos colectivamente solidarios y con rechazo a los enconados, furiosos y virulentos ataques.
Reiterado error considerar la crítica como ataques de adversarios o enemigos del Presidente y de la Cuarta Transformación, se trata de la libre expresión en el marco de la ética profesional, es una crítica responsable y sustentada, despojada ya de la manipulación, supeditación, sumisión y corrupción. Son manifestaciones desde la honestidad que se niegan a promover la mentira y las medias verdades. Por todo eso, nos parece innecesaria e injustificada la ofensiva contra medios de información, periodistas, comunicadores, analistas e intelectuales, los que convocan a la armonía política, la mesura y la inteligencia de los poderes políticos y presidencial. Por consecuencia, hay la confianza en que sobrevenga la voluntad de un nuevo comportamiento hasta hacer inmanente la presencia de la Cuarta Transformación.