/ lunes 10 de enero de 2022

Crónica del poder │ Urgen integración política y social

No nos cansaremos de insistir en la urgencia de unidad y cohesión entre los gobiernos estatal y municipales, las fuerzas políticas y la diversidad social, con los maestros, los empresarios, los mineros, las mujeres y hombres del campo, los intelectuales, los artistas, las organizaciones sociales y las instituciones, a fin de enfrentar todos y juntos la escalada de violencia, los escenarios de tensa inseguridad, hasta alcanzar el prioritario objetivo de la paz y tranquilidad, la recomposición del tejido social y la restauración de la estabilidad y certidumbre. Y la unidad que urge tiene que ser cierta, real, no ilusionista, artificial o simulada.

El trágico acontecimiento de la madrugada del jueves en la Plaza de Armas y a un costado de la Catedral Basílica, ha generado reacciones de súbita sensibilidad que dejan de lado los crueles ninguneos acerca de las fallidas estrategias de seguridad que se impulsan desde el gobierno federal y con firme responsabilidad que se reconoce, el gobernador David Monreal sostiene que el tema de la inseguridad dejó de ser un asunto del Estado para convertirse en asunto de todos, o sea, alcanzar la paz social y la tranquilidad pública, no será hazaña de un solo hombre por más poder que ostente, y sí será proeza colectiva sustentada en la integración y unidad.

Si hablamos de la unidad en los gobiernos estatal y municipales, por más que el discurso de la democracia, la civilidad y la participación sea cotidianamente reiterado, no hemos visto y no es nunca, que los diputados locales de la pluralidad ideológica en la Legislatura del Estado, se reúnan con los magistrados del Tribunal Superior de Justicia; es más, posiblemente ni se conozcan o si se encuentran por la calle o en un café, se ignoran o se manifiestan indiferencia. Y si acaso algunos diputados regresan a sus distritos, probablemente desconocen la existencia de Jueces del Poder Judicial en esos distritos, nunca y aunque sean competencias diferentes, tendrán vinculación o relación para favorecer políticas públicas del estado en favor de la sociedad y las comunidades. Son gobierno, alejados del pueblo y de los gobernados.

Alejados de las crisis que Zacatecas padece, la gente no ha observado que los flamantes Senadores como Soledad Luévano, Geovanna Bañuelos, Claudia Anaya, José Narro Céspedes o Ricardo Monreal, se junten con el Gobernador o con los diputados federales para enlazar y coordinar gestiones comunes en favor del estado o los municipios. Sí actúan y proceden solos, pero son incapaces de darse la mano y reunir sus capacidades y talentos políticos si es que los tienen. La desconfianza que en ellas y en ellos impera, es más mal competencia electoral y se ven impedidos de coadyuvar al proceso transformador y sus comportamientos también son de miedo y cobardía para entregar su vocación de servicio y sumar su representación popular a luchar por superar las graves crisis del estado.

Tal parece que los canales de comunicación política están rotos con el sector empresarial de Zacatecas, porque no hemos visto que funcione una eficaz interlocución política desde la Secretaría General de Gobierno, para buscar la valiosa incorporación de los liderazgos de la Coparmex, de los industriales, los mineros, los comerciantes, servidores turísticos; los profesionistas, las Universidades e instituciones autónomas; tampoco con los partidos políticos ni con las autoridades religiosas o las organizaciones sociales, que innegablemente, son fuerzas dispuestas a integrarse con pasión y responsabilidad a la batalla por Zacatecas.

No nos cansaremos de insistir en la urgencia de unidad y cohesión entre los gobiernos estatal y municipales, las fuerzas políticas y la diversidad social, con los maestros, los empresarios, los mineros, las mujeres y hombres del campo, los intelectuales, los artistas, las organizaciones sociales y las instituciones, a fin de enfrentar todos y juntos la escalada de violencia, los escenarios de tensa inseguridad, hasta alcanzar el prioritario objetivo de la paz y tranquilidad, la recomposición del tejido social y la restauración de la estabilidad y certidumbre. Y la unidad que urge tiene que ser cierta, real, no ilusionista, artificial o simulada.

El trágico acontecimiento de la madrugada del jueves en la Plaza de Armas y a un costado de la Catedral Basílica, ha generado reacciones de súbita sensibilidad que dejan de lado los crueles ninguneos acerca de las fallidas estrategias de seguridad que se impulsan desde el gobierno federal y con firme responsabilidad que se reconoce, el gobernador David Monreal sostiene que el tema de la inseguridad dejó de ser un asunto del Estado para convertirse en asunto de todos, o sea, alcanzar la paz social y la tranquilidad pública, no será hazaña de un solo hombre por más poder que ostente, y sí será proeza colectiva sustentada en la integración y unidad.

Si hablamos de la unidad en los gobiernos estatal y municipales, por más que el discurso de la democracia, la civilidad y la participación sea cotidianamente reiterado, no hemos visto y no es nunca, que los diputados locales de la pluralidad ideológica en la Legislatura del Estado, se reúnan con los magistrados del Tribunal Superior de Justicia; es más, posiblemente ni se conozcan o si se encuentran por la calle o en un café, se ignoran o se manifiestan indiferencia. Y si acaso algunos diputados regresan a sus distritos, probablemente desconocen la existencia de Jueces del Poder Judicial en esos distritos, nunca y aunque sean competencias diferentes, tendrán vinculación o relación para favorecer políticas públicas del estado en favor de la sociedad y las comunidades. Son gobierno, alejados del pueblo y de los gobernados.

Alejados de las crisis que Zacatecas padece, la gente no ha observado que los flamantes Senadores como Soledad Luévano, Geovanna Bañuelos, Claudia Anaya, José Narro Céspedes o Ricardo Monreal, se junten con el Gobernador o con los diputados federales para enlazar y coordinar gestiones comunes en favor del estado o los municipios. Sí actúan y proceden solos, pero son incapaces de darse la mano y reunir sus capacidades y talentos políticos si es que los tienen. La desconfianza que en ellas y en ellos impera, es más mal competencia electoral y se ven impedidos de coadyuvar al proceso transformador y sus comportamientos también son de miedo y cobardía para entregar su vocación de servicio y sumar su representación popular a luchar por superar las graves crisis del estado.

Tal parece que los canales de comunicación política están rotos con el sector empresarial de Zacatecas, porque no hemos visto que funcione una eficaz interlocución política desde la Secretaría General de Gobierno, para buscar la valiosa incorporación de los liderazgos de la Coparmex, de los industriales, los mineros, los comerciantes, servidores turísticos; los profesionistas, las Universidades e instituciones autónomas; tampoco con los partidos políticos ni con las autoridades religiosas o las organizaciones sociales, que innegablemente, son fuerzas dispuestas a integrarse con pasión y responsabilidad a la batalla por Zacatecas.