La cultura política entra en un proceso de declive cuando los políticos proceden con simulación, con protagonismo y hasta revanchismo para solo aniquilar adversarios y en este nuevo escenario de la transformación y de la neo gobernanza, si esas condicionantes de irracionalidad política proceden de los funcionarios gubernamentales, solo actúan para dramatizar y producir episodios de tragedias que a la población confunden y les producen desconfianza ante la función pública que ha de ser efectiva, honesta, realista e incorruptible.
Hay que decirlo, la lucha contra la corrupción, que ha sido consigna del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que está por cerrar el sexenio y que también ha sido exigencia en el gobierno de David Monreal Ávila, que está a medio camino, no es un juego, no debe ser capricho, ni una broma así sea de pesada; no es burda venganza política, ni desaforado protagonismo o exhibición de impotencia e impunidad, como así lo proyecta el nuevo Secretario de la Función Pública, Ernesto González Romo, que para salir al ambiente mediático e intentar conquistar coberturas, montó un escenario teatral en el mal llamado Centro Cultural Toma de Zacatecas, más conocido popularmente como el Monumento a la Corrupción, que lleva más de 8 años como obra inútil y estéril.
El presunto desfalco que ya prescribió y que se adjudica al ex gobernador y ahora diputado federal Miguel Alonso Reyes, lo revivió y asumió el Secretario como el objetivo a denunciar a toro pasado y sin contundencia jurídica o legal, sus ansias por condenar, repudiar y exhibir al ex mandatario, fueron más poderosas que la responsabilidad que como servidor pùblico debe proceder con honestidad, racionalidad, seriedad y efectividad, una acción equívoca y reacción tardía, totalmente extemporánea, porque bien sabe que ya no habrá sanción ni castigo, aunque sí y en su momento, se registró y subyace una sanción pública dolorosa, pero sin duda, simboliza corrupción e impunidad gubernamentales, otra faceta de la herencia maldita del sexenio y quinquenio anteriores.
Son los errores de las transiciones aceptadas a presión política y como rechazo a la continuidad. Es oportuno recordar que el gobierno del General Fernando Pámanes Escobedo, hace 8 sexenios, proyectó y construyó las obras del hotel y balneario Paraíso Caxcán, en Apozol; se le agotó el sexenio y no lo pudo terminar, lo dejó en obra negra. Llegó el gobierno del profesor José Guadalupe Cervantes Corona y lo ignoró, no aceptó la obra, la menospreció, marginó y abandonó, hasta que Genaro Borrego Estrada entendió la trascendencia del proyecto y lo terminó para entregarlo a los trabajadores y servidores públicos del gobierno y los municipios, rescate que ha sido relevante y exitoso.
Políticamente inmoral comportamiento tuvo el gobernador Alejandro Tello Cristerna con el eterno elefante blanco Centro Cultural Toma de Zacatecas, un claro repudio a la obra estelar de su gran amigo, que lo hizo senador y luego gobernador, nunca hizo el intento por su rescate y terminación, al contrario, lo abandonó y lo dejó expuesto a la ruina, pero eso sí, elevado a magna edificación ahora dedicada a la corrupción e impunidad. Así comenzó su labor Ernesto González Romo, contra los emisarios del pasado y autores de la herencia maldita.