/ miércoles 19 de enero de 2022

Crónica del poder │Vacíos informativos producen desconfianza

Hace unos días con el también periodista y comunicador Francisco Esparza Acevedo, coincidimos en comentar y reconocer los enormes vacíos informativos, críticos, de opinión, de análisis y debate que hoy se traducen en silencios en medio de los escenarios de violencia, inseguridad, pandemia y crisis económica que debieran ser amortiguados con un haz luminoso de libertad de expresión y derecho a la información, promotores del respeto a los diferentes, a los principios democráticos y de participación ciudadana, de difusión de la cultura y promoción de los valores humanos, morales y éticos que abran horizontes de oportunidades, soluciones y expectativas de transformación en una sociedad efectivamente caracterizada por la comunión social.

Ahora más que nunca, frente a esas calamidades y tragedias, desenlaces mortales y desintegración social, la amplitud, diversidad y pluralidad de las expresiones y opiniones a través de los medios de comunicación, deben desenvolver y extender hacia las familias, comunidades, organizaciones y pueblos, la información más oportuna y en tiempo real acerca del acontecer universal, mundial, nacional y local; obvio el enfoque local con lo nuestro y hacia todo lo que nos resalta con cualidades de unidad, solidaridad, colaboracionismo, compañerismo, fidelidad, lealtad al impulso y desarrollo de una convivencia social y política que olvide las discrepancias, oposiciones, las disputas estériles, la confrontación, enconos y odios entre grupos, individuos, sociedades y pueblos.

Ha de ser una información cargada de orientación, explicación y argumentación sustentables acerca de los fenómenos de violencia y los flagelos pandémicos, un contenido lanzado al discernimiento, a la discusión y el análisis, para apartarse de la uniformidad, la manipulación y simulación que solo trazan o pintan panoramas de falso optimismo o de inaceptable pesimismo. La veracidad tiene que ser la esencia en todos los casos y no se trata solo de la gran proyección que en los periódicos nunca de agota y siempre perfeccionan su calidad; imposible negar el impacto e influencia de la radio, la televisión y el formidable espectro cibernético tecnológico y digital que a diario acrecientan dominio, pero que tienen aristas como adefesios o redes sociales, que por confundir, deslumbrar y engañar, pierden credibilidad y extravían la confianza social.

Es en serio que los actuales esquemas informativos oficiales, como esas prácticas que cotidianamente redundan y merodean con las grandes prioridades y urgencias del país; ese diseño de voz única y solitaria que se adueña de la verdad y de los hechos sin escuchar la versión popular, la opinión pública o la diversidad informativa para explicitar, desgajar y abrir todos los mensajes que nos exhibe la emergencia social, son comportamientos comunicacionales que tienden a adiestrar y a moldear la realidad en un solo sentido, porque la gran amenaza es desvirtuar los hechos y los dichos para presentar a la gente, a la sociedad, escenarios muy distintos al acontecer real, lo que la gente no quiere por ser sólo transcripción de los hechos y porque ya exigen informarse bien, opinar libremente para decidir mejor sobre las grandes soluciones a la emergencia social que significan la violencia, la pandemia, el desempleo, la corrupción, la impunidad y la crisis económica.

Es en serio, que para lograr la integración de la comunión social y un desarrollo integrador y transformador, no deben haber vacíos de información, crítica y opinión.

Hace unos días con el también periodista y comunicador Francisco Esparza Acevedo, coincidimos en comentar y reconocer los enormes vacíos informativos, críticos, de opinión, de análisis y debate que hoy se traducen en silencios en medio de los escenarios de violencia, inseguridad, pandemia y crisis económica que debieran ser amortiguados con un haz luminoso de libertad de expresión y derecho a la información, promotores del respeto a los diferentes, a los principios democráticos y de participación ciudadana, de difusión de la cultura y promoción de los valores humanos, morales y éticos que abran horizontes de oportunidades, soluciones y expectativas de transformación en una sociedad efectivamente caracterizada por la comunión social.

Ahora más que nunca, frente a esas calamidades y tragedias, desenlaces mortales y desintegración social, la amplitud, diversidad y pluralidad de las expresiones y opiniones a través de los medios de comunicación, deben desenvolver y extender hacia las familias, comunidades, organizaciones y pueblos, la información más oportuna y en tiempo real acerca del acontecer universal, mundial, nacional y local; obvio el enfoque local con lo nuestro y hacia todo lo que nos resalta con cualidades de unidad, solidaridad, colaboracionismo, compañerismo, fidelidad, lealtad al impulso y desarrollo de una convivencia social y política que olvide las discrepancias, oposiciones, las disputas estériles, la confrontación, enconos y odios entre grupos, individuos, sociedades y pueblos.

Ha de ser una información cargada de orientación, explicación y argumentación sustentables acerca de los fenómenos de violencia y los flagelos pandémicos, un contenido lanzado al discernimiento, a la discusión y el análisis, para apartarse de la uniformidad, la manipulación y simulación que solo trazan o pintan panoramas de falso optimismo o de inaceptable pesimismo. La veracidad tiene que ser la esencia en todos los casos y no se trata solo de la gran proyección que en los periódicos nunca de agota y siempre perfeccionan su calidad; imposible negar el impacto e influencia de la radio, la televisión y el formidable espectro cibernético tecnológico y digital que a diario acrecientan dominio, pero que tienen aristas como adefesios o redes sociales, que por confundir, deslumbrar y engañar, pierden credibilidad y extravían la confianza social.

Es en serio que los actuales esquemas informativos oficiales, como esas prácticas que cotidianamente redundan y merodean con las grandes prioridades y urgencias del país; ese diseño de voz única y solitaria que se adueña de la verdad y de los hechos sin escuchar la versión popular, la opinión pública o la diversidad informativa para explicitar, desgajar y abrir todos los mensajes que nos exhibe la emergencia social, son comportamientos comunicacionales que tienden a adiestrar y a moldear la realidad en un solo sentido, porque la gran amenaza es desvirtuar los hechos y los dichos para presentar a la gente, a la sociedad, escenarios muy distintos al acontecer real, lo que la gente no quiere por ser sólo transcripción de los hechos y porque ya exigen informarse bien, opinar libremente para decidir mejor sobre las grandes soluciones a la emergencia social que significan la violencia, la pandemia, el desempleo, la corrupción, la impunidad y la crisis económica.

Es en serio, que para lograr la integración de la comunión social y un desarrollo integrador y transformador, no deben haber vacíos de información, crítica y opinión.