/ martes 27 de octubre de 2020

Cultura de la desconfianza

A pocos días de que se conozca el resultado de las elecciones federales en Estados Unidos, un aproximado de 50 millones de ciudadanos estadounidenses han sufragado su derecho constitucional de voto, para elegir a quien, en los próximos 4 años, asumirá la titularidad del poder ejecutivo.

Las condiciones en las que el mundo está inmerso a razón del virus SARS-CoV-2 (COVID-19), han provocado que las elecciones en el país vecino, se desarrollen de una forma diferente. A todas luces nos llevan años de ventaja, no sólo por la implementación de los distintos recursos de votación que allá existen y que han ido perfeccionando con el paso del tiempo, sino también, por el gran fomento a la participación ciudadana y la importante respuesta de la gente frente a las elecciones. Pese a la pandemia, Estados Unidos ya estaba listo, y está sentando el precedente de cómo desarrollar una elección y qué herramientas habilitar, ante las complicaciones que la crisis sanitaria implica.

Sentado esto, México ya ha iniciado su proceso electoral 2020 – 2021 para renovar gubernaturas, diputaciones y ayuntamientos a lo largo y ancho del país, esto es, un total de 20,868 cargos de elección. Incluso, hace algunos días se celebraron las elecciones que definieron, por un lado, al congreso de Coahuila, y por otro, los ayuntamientos en Hidalgo. Sin embargo, el verdadero reto es precisamente el que se avecina en 2021, cuando las campañas inicien y se llegue el día de la jornada electoral (día de la elección), pues aún se desconocen los mecanismos a los que el INE recurrirá en el avance de las elecciones.

De momento, únicamente se sabe que, por primera vez en nuestro país, se permitirá la emisión del voto a través de Internet para los mexicanos residentes en el extranjero. Sin duda, será un ejercicio “de ensayo”, que de funcionar podría innovar y generar, tal vez, mayor participación ciudadana al respecto. Es un recurso “a prueba”, toda vez que en México el nivel de desconfianza que rodea al ámbito electoral, continua siendo bastante amplio e innegable, mucho se debe a la historia del país, marcada, en varias décadas, por los diferentes fraudes electorales.

A diferencia de Estados Unidos, México opera sus elecciones por una institución federal (INE) y bajo normas que regulan en todo el país; evidentemente se apoyan de los Organismos Públicos Electorales Locales de cada entidad, pero la intervención de la federación permanece como respuesta a las múltiples suspicacias que envuelven al desempeño institucional en materia electoral. No obstante, también hay que destacar el trabajo que por años se ha venido realizando en aras de que las elecciones puedan considerarse libres de toda malicia, es obvio que el desarrollo de las contiendas ha ido evolucionando. Pese a ello, la cultura de la desconfianza se eterniza, aún y cuando a nuestra credencial para votar se agreguen, mil y un candados de seguridad.




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A pocos días de que se conozca el resultado de las elecciones federales en Estados Unidos, un aproximado de 50 millones de ciudadanos estadounidenses han sufragado su derecho constitucional de voto, para elegir a quien, en los próximos 4 años, asumirá la titularidad del poder ejecutivo.

Las condiciones en las que el mundo está inmerso a razón del virus SARS-CoV-2 (COVID-19), han provocado que las elecciones en el país vecino, se desarrollen de una forma diferente. A todas luces nos llevan años de ventaja, no sólo por la implementación de los distintos recursos de votación que allá existen y que han ido perfeccionando con el paso del tiempo, sino también, por el gran fomento a la participación ciudadana y la importante respuesta de la gente frente a las elecciones. Pese a la pandemia, Estados Unidos ya estaba listo, y está sentando el precedente de cómo desarrollar una elección y qué herramientas habilitar, ante las complicaciones que la crisis sanitaria implica.

Sentado esto, México ya ha iniciado su proceso electoral 2020 – 2021 para renovar gubernaturas, diputaciones y ayuntamientos a lo largo y ancho del país, esto es, un total de 20,868 cargos de elección. Incluso, hace algunos días se celebraron las elecciones que definieron, por un lado, al congreso de Coahuila, y por otro, los ayuntamientos en Hidalgo. Sin embargo, el verdadero reto es precisamente el que se avecina en 2021, cuando las campañas inicien y se llegue el día de la jornada electoral (día de la elección), pues aún se desconocen los mecanismos a los que el INE recurrirá en el avance de las elecciones.

De momento, únicamente se sabe que, por primera vez en nuestro país, se permitirá la emisión del voto a través de Internet para los mexicanos residentes en el extranjero. Sin duda, será un ejercicio “de ensayo”, que de funcionar podría innovar y generar, tal vez, mayor participación ciudadana al respecto. Es un recurso “a prueba”, toda vez que en México el nivel de desconfianza que rodea al ámbito electoral, continua siendo bastante amplio e innegable, mucho se debe a la historia del país, marcada, en varias décadas, por los diferentes fraudes electorales.

A diferencia de Estados Unidos, México opera sus elecciones por una institución federal (INE) y bajo normas que regulan en todo el país; evidentemente se apoyan de los Organismos Públicos Electorales Locales de cada entidad, pero la intervención de la federación permanece como respuesta a las múltiples suspicacias que envuelven al desempeño institucional en materia electoral. No obstante, también hay que destacar el trabajo que por años se ha venido realizando en aras de que las elecciones puedan considerarse libres de toda malicia, es obvio que el desarrollo de las contiendas ha ido evolucionando. Pese a ello, la cultura de la desconfianza se eterniza, aún y cuando a nuestra credencial para votar se agreguen, mil y un candados de seguridad.




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