/ jueves 27 de enero de 2022

De criminales poncha llantas

Hará cosa de algunos días o semanas en alguna o algunas de las casetas de cobro de peaje del denominado Circuito Exterior Mexiquense se colocaron unos dispositivos mecánicos en el suelo que hacían salir unas varillas afiladas que ponchan e inutilizan las llantas de aquéllos vehículos cuyos dueños no pagan la cuota correspondiente. Al parecer este mecanismo funciona cuando sin pagarse la tarifa respectiva, el automotor avanza, evade la pluma de contención, y posteriormente salen de la carpeta asfáltica los puntiagudos fierros, los cuales, si el chofer no se detiene, hace que penetren en el caucho de las ruedas, causando la inutilización y pérdida de las mismas por la cantidad y grosor de las agujas que se insertan.

Según lo que se ha dado a conocer en los medios de comunicación y en las redes sociales, ya han sido varios los automóviles e incluso un tráiler de 18 llantas, los que han sido víctimas este abominable dispositivo, y donde los propietarios han reportado cuantiosos daños económicos.

Aunque pareciera una cuestión de risa, de justicia, y de escarmiento merecido a los que pretender burlar el pago del peaje que se impone, me parece que este tipo de conductas, que encuadran dentro del rango de una venganza privada, merecen ser objeto de comentario por las consecuencias negativas relacionadas con los malos ejemplos y precedentes nefastos para la pacífica convivencia social y la aspiración de vivir un estado de Derecho.

De inicio, hay que considerar que quién instaló esos dispositivos fue la empresa privada concesionaria de esa red carretera, y se supone, pues no hay otra manera de entender su colocación, que fue con el consentimiento y autorización de alguna autoridad competente, como pudiera ser la secretaría federal del ramo encargada de aplicar e implementar la normatividad de comunicaciones y transportes.

Ahora bien, este dispositivo reacciona dañando la propiedad privada de un infractor que se niega a pagar una cuota preestablecida e impuesta para todo aquél que quiera circular por esa vía. Es decir, no me pagas, entonces, te destruyo tus llantas, ocasionándote un perjuicio infinitamente mayor a aquél que me causas. No se exactamente cuánto costará el peaje en ese lugar, pero cuando mucho debe ser de algunos cientos de pesos que no se comparan con los miles o decenas de miles de pesos que puedan costar cuatro o dieciocho o veintidós llantas. Desde el punto de vista de a historia del Derecho Penal, estamos regresando a la primera etapa de la venganza privada, donde los particulares se vengaban sin proporción, inclusive, de las ofensas que recibían, o sea a la barbarie plena; y en estrictos términos jurídicos, esta acción, en la actualidad, colma el tipo penal del delito de daño en las cosas, que en muchos códigos penales se describe: “Cuando por cualquier medio se causen daño, destrucción o deterioro de cosa ajena, o de cosa propia en perjuicio de tercero, se aplicarán las sanciones del robo simple”, por lo que se estaría cometiendo un delito en contra de los perjudicados, y no se podría alegar, por los perpetradores de este infernal artilugio, la legítima defensa o algo parecido, por no ser ni remotamente el caso.

Si analizamos la legislación aplicable, la sanción que correspondería a un evasor del pago de una caseta de peaje, sería el cobro de lo omitido (más probablemente intereses, etcétera), más una multa por la infracción a los reglamentos o leyes de tránsito, y ya, pero no la destrucción de su propiedad, lo que es, en estrictos términos populares, una salvajada.

Con estos malos ejemplos, la autoridad y los particulares ejecutores, están sentando un mal precedente por lo que respecta a la sana y pacífica convivencia social y al de por sí frágil estado de Derecho que pretendemos edificar en este jodido país, pues el mensaje que mandan a las colectividades de por sí azuzadas indebidamente y ávidas de venganza en contra de quien sea es: “friégate a quién te friegue”, por citar un eufemismo que corresponde a otro término diferente más adecuado y preciso, y que no se cita ahora en su literalidad por los recatos propios que deben de existir en este tipo de diatribas.

Hará cosa de algunos días o semanas en alguna o algunas de las casetas de cobro de peaje del denominado Circuito Exterior Mexiquense se colocaron unos dispositivos mecánicos en el suelo que hacían salir unas varillas afiladas que ponchan e inutilizan las llantas de aquéllos vehículos cuyos dueños no pagan la cuota correspondiente. Al parecer este mecanismo funciona cuando sin pagarse la tarifa respectiva, el automotor avanza, evade la pluma de contención, y posteriormente salen de la carpeta asfáltica los puntiagudos fierros, los cuales, si el chofer no se detiene, hace que penetren en el caucho de las ruedas, causando la inutilización y pérdida de las mismas por la cantidad y grosor de las agujas que se insertan.

Según lo que se ha dado a conocer en los medios de comunicación y en las redes sociales, ya han sido varios los automóviles e incluso un tráiler de 18 llantas, los que han sido víctimas este abominable dispositivo, y donde los propietarios han reportado cuantiosos daños económicos.

Aunque pareciera una cuestión de risa, de justicia, y de escarmiento merecido a los que pretender burlar el pago del peaje que se impone, me parece que este tipo de conductas, que encuadran dentro del rango de una venganza privada, merecen ser objeto de comentario por las consecuencias negativas relacionadas con los malos ejemplos y precedentes nefastos para la pacífica convivencia social y la aspiración de vivir un estado de Derecho.

De inicio, hay que considerar que quién instaló esos dispositivos fue la empresa privada concesionaria de esa red carretera, y se supone, pues no hay otra manera de entender su colocación, que fue con el consentimiento y autorización de alguna autoridad competente, como pudiera ser la secretaría federal del ramo encargada de aplicar e implementar la normatividad de comunicaciones y transportes.

Ahora bien, este dispositivo reacciona dañando la propiedad privada de un infractor que se niega a pagar una cuota preestablecida e impuesta para todo aquél que quiera circular por esa vía. Es decir, no me pagas, entonces, te destruyo tus llantas, ocasionándote un perjuicio infinitamente mayor a aquél que me causas. No se exactamente cuánto costará el peaje en ese lugar, pero cuando mucho debe ser de algunos cientos de pesos que no se comparan con los miles o decenas de miles de pesos que puedan costar cuatro o dieciocho o veintidós llantas. Desde el punto de vista de a historia del Derecho Penal, estamos regresando a la primera etapa de la venganza privada, donde los particulares se vengaban sin proporción, inclusive, de las ofensas que recibían, o sea a la barbarie plena; y en estrictos términos jurídicos, esta acción, en la actualidad, colma el tipo penal del delito de daño en las cosas, que en muchos códigos penales se describe: “Cuando por cualquier medio se causen daño, destrucción o deterioro de cosa ajena, o de cosa propia en perjuicio de tercero, se aplicarán las sanciones del robo simple”, por lo que se estaría cometiendo un delito en contra de los perjudicados, y no se podría alegar, por los perpetradores de este infernal artilugio, la legítima defensa o algo parecido, por no ser ni remotamente el caso.

Si analizamos la legislación aplicable, la sanción que correspondería a un evasor del pago de una caseta de peaje, sería el cobro de lo omitido (más probablemente intereses, etcétera), más una multa por la infracción a los reglamentos o leyes de tránsito, y ya, pero no la destrucción de su propiedad, lo que es, en estrictos términos populares, una salvajada.

Con estos malos ejemplos, la autoridad y los particulares ejecutores, están sentando un mal precedente por lo que respecta a la sana y pacífica convivencia social y al de por sí frágil estado de Derecho que pretendemos edificar en este jodido país, pues el mensaje que mandan a las colectividades de por sí azuzadas indebidamente y ávidas de venganza en contra de quien sea es: “friégate a quién te friegue”, por citar un eufemismo que corresponde a otro término diferente más adecuado y preciso, y que no se cita ahora en su literalidad por los recatos propios que deben de existir en este tipo de diatribas.