/ jueves 18 de noviembre de 2021

De doctorados patitos

Resulta del todo imposible no relatar, escuetamente, sobre una tendencia, esperemos que no sea irreversible, y que consiste en adquirir por una módica cantidad de dinero el título máximo al que pueda aspirar un estudioso de cualquier ciencia y que, en términos académicos, se supone es el supremo reconocimiento a la intelectualidad personal. Me refiero a la obtención (por dinero) de un Doctorado.

Hace aproximadamente dos meses recibí en la bandeja de mi correo electrónico un mensaje muy singular, personalizado con varios datos sobre mi trayectoria laboral, académica y docente, y donde, en resumidas cuentas, se me daba la grandiosa noticia de que había sido escogido por un selectísimo panel de expertos y encumbrados hombres de ciencia para recibir el grado de Doctor Honoris Causa.

En el mensaje de mérito, como ya dije, se daba una relación relativamente extensa de parte de mi trayectoria, en los términos que acabo de anotar, situación que de inicio me sorprendió, pero no tanto posteriormente, pues luego indagué que existen empresas de la información, y cuyo objeto social es recabar datos que sobre los individuos circulan en internet.

El correo electrónico ostentaba como remitente una desconocida institución académica y de cuya existencia era la primera vez que me daba cuenta. En el mismo mensaje se plasmaba la referencia de una página de internet y de varios teléfonos cuyo prefijo era el 55, por lo que deduje que tendrían oficinas en la Ciudad de México.

Un día posterior a esto, mi asistente en la oficina recibió una llamada telefónica de un desconocido que decía ser Doctor en Ciencias y ser el presidente el panel científico que me acababa de señalar como la última coca - cola académica del desierto zacatecano y que me buscaba para darme tan tremenda noticia. Como no me encontraba en ese momento, me dejó un número telefónico y diversas referencias en la web para ubicarlo (Facebook, Twitter, Instagram, etcétera). Aquí fue donde ya me llamó la atención el asunto y decidí seguir el juego para ver qué se traían entre manos y pedí que se le solicitara más información sobre su propuesta que concernía a mi persona, y que se me enviara para estar en posibilidad de tomar una decisión adecuada. El mencionado no dejó de reiterar en varias ocasiones que el grado académico que se me otorgaría tendría registro y reconocimiento de validez oficial ante la SEP (así dijo).

Se me hizo llegar otro mensaje donde se incluía nuevamente la propuesta para que fuera encumbrado como Doctor en Ciencias bajo el supuesto Honoris Causa, y donde se me hacía saber que todos aquéllos que serían engrandecidos en este sentido iban a realizar una aportación voluntaria a la institución académica de referencia de US $ 4,000.00, si, cuatro mil dólares, mismos que servirían para que siguieran realizando labores sociales y educativas en favor de México y el mundo entero. Lo anterior sin contar que la ceremonia de endiosamiento tendría lugar en un destino turístico internacional de alto calado, donde habría que hacer otro pago por hospedaje, etcétera, y en donde compartiría mérito con otros cincuenta nuevos “doctores”.

Señalaré que no fue la primera, ni seguramente será la última, propuesta que he recibido, de otros “centros del saber internacional” para recibir un Doctorado Honoris Causa y sé, lo sé bien, que ni de broma sería merecedor de tal distinción de una universidad académicamente seria, pues mis méritos personales acaso llegan a una austera licenciatura. Sin embargo, lo que si sé, por indagaciones posteriores, es que este tipo de instituciones pululan ya a lo largo y lo ancho del territorio nacional, y que por una módica cantidad (de 50 mil pesos en adelante), otorgan estos grados académicos a quién pueda y quiera pagarlos y que no tenga, adicionalmente, vergüenza ni recato alguno.

También sé que muchísimos, incontables personajes como funcionarios públicos, legisladores de todos los colores y sabores, jueces, magistrados, de todos los niveles, gobernantes y gobernantas (por aquello de la igualdad de género), actores de la farándula, y un sin número de etcéteras, ahora presumen, con la boca llena, que son “doctores” en sabrá qué fregados.

No es cuento.

Resulta del todo imposible no relatar, escuetamente, sobre una tendencia, esperemos que no sea irreversible, y que consiste en adquirir por una módica cantidad de dinero el título máximo al que pueda aspirar un estudioso de cualquier ciencia y que, en términos académicos, se supone es el supremo reconocimiento a la intelectualidad personal. Me refiero a la obtención (por dinero) de un Doctorado.

Hace aproximadamente dos meses recibí en la bandeja de mi correo electrónico un mensaje muy singular, personalizado con varios datos sobre mi trayectoria laboral, académica y docente, y donde, en resumidas cuentas, se me daba la grandiosa noticia de que había sido escogido por un selectísimo panel de expertos y encumbrados hombres de ciencia para recibir el grado de Doctor Honoris Causa.

En el mensaje de mérito, como ya dije, se daba una relación relativamente extensa de parte de mi trayectoria, en los términos que acabo de anotar, situación que de inicio me sorprendió, pero no tanto posteriormente, pues luego indagué que existen empresas de la información, y cuyo objeto social es recabar datos que sobre los individuos circulan en internet.

El correo electrónico ostentaba como remitente una desconocida institución académica y de cuya existencia era la primera vez que me daba cuenta. En el mismo mensaje se plasmaba la referencia de una página de internet y de varios teléfonos cuyo prefijo era el 55, por lo que deduje que tendrían oficinas en la Ciudad de México.

Un día posterior a esto, mi asistente en la oficina recibió una llamada telefónica de un desconocido que decía ser Doctor en Ciencias y ser el presidente el panel científico que me acababa de señalar como la última coca - cola académica del desierto zacatecano y que me buscaba para darme tan tremenda noticia. Como no me encontraba en ese momento, me dejó un número telefónico y diversas referencias en la web para ubicarlo (Facebook, Twitter, Instagram, etcétera). Aquí fue donde ya me llamó la atención el asunto y decidí seguir el juego para ver qué se traían entre manos y pedí que se le solicitara más información sobre su propuesta que concernía a mi persona, y que se me enviara para estar en posibilidad de tomar una decisión adecuada. El mencionado no dejó de reiterar en varias ocasiones que el grado académico que se me otorgaría tendría registro y reconocimiento de validez oficial ante la SEP (así dijo).

Se me hizo llegar otro mensaje donde se incluía nuevamente la propuesta para que fuera encumbrado como Doctor en Ciencias bajo el supuesto Honoris Causa, y donde se me hacía saber que todos aquéllos que serían engrandecidos en este sentido iban a realizar una aportación voluntaria a la institución académica de referencia de US $ 4,000.00, si, cuatro mil dólares, mismos que servirían para que siguieran realizando labores sociales y educativas en favor de México y el mundo entero. Lo anterior sin contar que la ceremonia de endiosamiento tendría lugar en un destino turístico internacional de alto calado, donde habría que hacer otro pago por hospedaje, etcétera, y en donde compartiría mérito con otros cincuenta nuevos “doctores”.

Señalaré que no fue la primera, ni seguramente será la última, propuesta que he recibido, de otros “centros del saber internacional” para recibir un Doctorado Honoris Causa y sé, lo sé bien, que ni de broma sería merecedor de tal distinción de una universidad académicamente seria, pues mis méritos personales acaso llegan a una austera licenciatura. Sin embargo, lo que si sé, por indagaciones posteriores, es que este tipo de instituciones pululan ya a lo largo y lo ancho del territorio nacional, y que por una módica cantidad (de 50 mil pesos en adelante), otorgan estos grados académicos a quién pueda y quiera pagarlos y que no tenga, adicionalmente, vergüenza ni recato alguno.

También sé que muchísimos, incontables personajes como funcionarios públicos, legisladores de todos los colores y sabores, jueces, magistrados, de todos los niveles, gobernantes y gobernantas (por aquello de la igualdad de género), actores de la farándula, y un sin número de etcéteras, ahora presumen, con la boca llena, que son “doctores” en sabrá qué fregados.

No es cuento.