/ lunes 14 de octubre de 2019

De injustas condonaciones

Lo reseñado en este momento pretende se una insensata continuación de lo escrito en el artículo precedente inmediato, que se relacionaba precisamente con la tremenda, esta sí, injusticia, establecida en el actual sistema de cosas del sistema tributario mexicano el cual probadamente obliga a pagar impuestos sólo a unos cuantos (pocos) mexicanos, cargándole la pesadísima tributación del noventa por ciento de las exacciones a algo así como al quince por ciento de los causantes, hechos reseñados y establecidos que ya han sido suficientemente probados, pero escasamente entendidos por casi todos, con la salvedad expresa de aquéllos burócratas tributarios que entienden a dedillo lo que aquí continuaremos insistiendo y denunciando.

Adicionado lo anterior con la reflexión al caso en el sentido de que si realmente queremos lograr una transformación de esta inequitativa nación, debemos, necesariamente, transformar radicalmente el actual sistema tributario, el cual extrae la riqueza de unos poquísimos para beneplácito de muchísimos. Lamentablemente esos pocos no son los que más recursos tienen, sino los que están a la mitad de la balanza, entre los de abajo, que poco provecho sacan también, y los de arriba, complacidos hasta la saciedad por el estado de cosas existente en materia fiscal, pues ya se dijo que es harto probado que los beneficia. E, insistimos, si queremos cambiar o transformar algo debemos comenzar con el anquilosado e injusto sistema de impuestos que actualmente tenemos.

Enfrascado en estas reflexiones estábamos nuevamente cuando cae, como agua del cielo, a nuestras manos un ilustrativo artículo publicado en una visionaria revista (Nexos) del autor Carlos Brown Solá, que viene a corroborar lo que hasta el cansancio hemos insistido: el sistema fiscal en general, y la figura de la condonación de impuestos en particular, no ha venido sino a acentuar esas desigualdades e injusticias en la exacción de riqueza a que tanto nos hemos referido ya con inusual frecuencia, rayando, esto último, en una de franco plena, dirían los psicoanalistas, fijación enfermiza.

En el trabajo titulado “La desigualdad en el perdón de impuestos en México”, el susodicho descarta con absoluta certeza que las condonaciones y cancelaciones fiscales, tal y como se han implementado en nuestro país, sean instrumentos útiles de política fiscal para reducir la evasión o para favorecer a una región o sector particulares tras un choque externo (como supuestamente se pretende), y lejos de ello, estas condonaciones y cancelaciones representan privilegios (y por tanto, injusticias manifiestas), en la media en que: 1) se otorgan especialmente a un pequeño grupo de contribuyentes (entre los que destacan, como era de esperar, grandísimas empresas, famosos y famosas políticos y políticas y entes de la farándula, entre otras obviedades), ampliando las ya considerables brechas de desigualdad económica; 2) su asignación se realiza de forma discrecional y opaca, sin criterios específicos y sin resultados claros; y 3) las considerables barreras de entrada para su obtención, pues se requieren tener recursos económicos, mínimo, para contratar a un muy buen despacho de fiscalistas o asesores.

Se sugiere, para mejoras en el entendimiento colectivo sobre los escabrosos y especialistas temas aquí tratados, además para superar esa ignorancia supina que nos distingue en materia económica – fiscal, consultar la referencia anotada.

A su consideración.

Lo reseñado en este momento pretende se una insensata continuación de lo escrito en el artículo precedente inmediato, que se relacionaba precisamente con la tremenda, esta sí, injusticia, establecida en el actual sistema de cosas del sistema tributario mexicano el cual probadamente obliga a pagar impuestos sólo a unos cuantos (pocos) mexicanos, cargándole la pesadísima tributación del noventa por ciento de las exacciones a algo así como al quince por ciento de los causantes, hechos reseñados y establecidos que ya han sido suficientemente probados, pero escasamente entendidos por casi todos, con la salvedad expresa de aquéllos burócratas tributarios que entienden a dedillo lo que aquí continuaremos insistiendo y denunciando.

Adicionado lo anterior con la reflexión al caso en el sentido de que si realmente queremos lograr una transformación de esta inequitativa nación, debemos, necesariamente, transformar radicalmente el actual sistema tributario, el cual extrae la riqueza de unos poquísimos para beneplácito de muchísimos. Lamentablemente esos pocos no son los que más recursos tienen, sino los que están a la mitad de la balanza, entre los de abajo, que poco provecho sacan también, y los de arriba, complacidos hasta la saciedad por el estado de cosas existente en materia fiscal, pues ya se dijo que es harto probado que los beneficia. E, insistimos, si queremos cambiar o transformar algo debemos comenzar con el anquilosado e injusto sistema de impuestos que actualmente tenemos.

Enfrascado en estas reflexiones estábamos nuevamente cuando cae, como agua del cielo, a nuestras manos un ilustrativo artículo publicado en una visionaria revista (Nexos) del autor Carlos Brown Solá, que viene a corroborar lo que hasta el cansancio hemos insistido: el sistema fiscal en general, y la figura de la condonación de impuestos en particular, no ha venido sino a acentuar esas desigualdades e injusticias en la exacción de riqueza a que tanto nos hemos referido ya con inusual frecuencia, rayando, esto último, en una de franco plena, dirían los psicoanalistas, fijación enfermiza.

En el trabajo titulado “La desigualdad en el perdón de impuestos en México”, el susodicho descarta con absoluta certeza que las condonaciones y cancelaciones fiscales, tal y como se han implementado en nuestro país, sean instrumentos útiles de política fiscal para reducir la evasión o para favorecer a una región o sector particulares tras un choque externo (como supuestamente se pretende), y lejos de ello, estas condonaciones y cancelaciones representan privilegios (y por tanto, injusticias manifiestas), en la media en que: 1) se otorgan especialmente a un pequeño grupo de contribuyentes (entre los que destacan, como era de esperar, grandísimas empresas, famosos y famosas políticos y políticas y entes de la farándula, entre otras obviedades), ampliando las ya considerables brechas de desigualdad económica; 2) su asignación se realiza de forma discrecional y opaca, sin criterios específicos y sin resultados claros; y 3) las considerables barreras de entrada para su obtención, pues se requieren tener recursos económicos, mínimo, para contratar a un muy buen despacho de fiscalistas o asesores.

Se sugiere, para mejoras en el entendimiento colectivo sobre los escabrosos y especialistas temas aquí tratados, además para superar esa ignorancia supina que nos distingue en materia económica – fiscal, consultar la referencia anotada.

A su consideración.