/ lunes 6 de enero de 2020

De nuevos impuestos

Hace poco tiempo se nos vendió la quimérica ilusión de que las políticas fiscales en este país iban a cambiar radicalmente, que se modificarían drásticamente con la finalidad de tener un sistema tributario que cumpliera a cabalidad los principios de justicia impositiva (proporcionalidad y equidad) consagrada en la Constitución Política. Esto es, se dijo se iban a revisar los esquemas sobre los cuales la gente contribuía al gasto público y se realizarían los ajustes necesarios con la finalidad de que pagara impuestos quien tuviera con qué cubrirlos, y de que pagara más impuestos quién más riqueza poseyera.

En esos recientes ayeres se nos prometió que no se iban a crear nuevos impuestos, ni tampoco se iban a aumentar los ya existentes.

Sin embargo, la canija realidad económica y la necesidad apremiante de mantener un equilibrio financiero en las arcas gubernamentales, según se afirma, nos trajeron la desagradable sorpresa de que siempre si vamos a tener que pagar más y aumentados impuestos en el año que comienza, habiendo iniciado este ciclo temporal, entonces, con el mismo pie izquierdo, por lo menos por lo que se va a referir a las finanzas personales y familiares.

En materia federal, a guisa de ejemplo, se aumentó el porcentaje que se aplica a ciertos productos como son alimentos chatarra, bebidas azucaradas, alcoholícas y otros, y se dejaron los mismos esquemas de cobro en materia de hidrocarburos, es decir, que van a seguir estando caras las gasolinas. También se aumentó el porcentaje que se retiene a quienes tienen ahorros en las instituciones crediticias, es decir, que sobre el saldo total que una persona tiene ahorrada se le van a realizar retenciones aumentadas para, al final del año, hacer el cálculo final en materia de intereses percibidos. También se impuso el cobro, bajo esquemas de plano recaudatorios, a los servicios que se prestan en plataformas digitales bien sea de servicios o de entretenimiento. Por otro lado, en la Ley del Impuesto Sobre la Renta se modificaron regulaciones para hacer nulas algunas deducciones fiscales otrora autorizadas, lo que se traducirá lisa y llanamente para el contribuyente en que va a pagar más impuestos.

En materia local, es decir, en contribuciones estatales y municipales, a lo largo y ancho del país, y en casi totas las latitudes, altitudes, colores e ideologías de partido político, y sin distinción alguna, se han aumentado considerablemente las contribuciones que se pagan por conceptos como predial, traslado de dominio de inmuebles, derechos de registro público, catastro, tenencia vehicular, basura y una serie de etcéteras que sería prolijo e innecesario enumerar en este momento, registrándose escandalosos y desmesurados aumentos a algunos de estos rubros rayando a veces hasta en un 500 %, o más, si, se leyó bien, en un quinientos por ciento. Los titulares y voceros de estas instancias y niveles de gobierno aducen que estos incrementos substanciales son solo un reflejo de las drásticas disminuciones presupuestales que han sufrido en transferencias federales.

Desde que tengo memoria tributaria, es decir, desde que hace algunos ayeres lejanos comencé a pagar un modesto predial y la tenencia de un auto, siempre he visto con absoluta estupefacción, incredulidad e impotencia cómo cada nuevo ciclo político sexenal y cada ciclo anual es lo mismo, pues lo único que se les ocurre a los hacedores y deshacedores de estas inequidades tributarias es reiterativamente cargar con más y más contribuciones a la atribulada y atormentada clase media de esta nación.

Pero ahora en estas contemporaneidades se nos machaca que estamos cambiando, para seguir igual que siempre.

Hace poco tiempo se nos vendió la quimérica ilusión de que las políticas fiscales en este país iban a cambiar radicalmente, que se modificarían drásticamente con la finalidad de tener un sistema tributario que cumpliera a cabalidad los principios de justicia impositiva (proporcionalidad y equidad) consagrada en la Constitución Política. Esto es, se dijo se iban a revisar los esquemas sobre los cuales la gente contribuía al gasto público y se realizarían los ajustes necesarios con la finalidad de que pagara impuestos quien tuviera con qué cubrirlos, y de que pagara más impuestos quién más riqueza poseyera.

En esos recientes ayeres se nos prometió que no se iban a crear nuevos impuestos, ni tampoco se iban a aumentar los ya existentes.

Sin embargo, la canija realidad económica y la necesidad apremiante de mantener un equilibrio financiero en las arcas gubernamentales, según se afirma, nos trajeron la desagradable sorpresa de que siempre si vamos a tener que pagar más y aumentados impuestos en el año que comienza, habiendo iniciado este ciclo temporal, entonces, con el mismo pie izquierdo, por lo menos por lo que se va a referir a las finanzas personales y familiares.

En materia federal, a guisa de ejemplo, se aumentó el porcentaje que se aplica a ciertos productos como son alimentos chatarra, bebidas azucaradas, alcoholícas y otros, y se dejaron los mismos esquemas de cobro en materia de hidrocarburos, es decir, que van a seguir estando caras las gasolinas. También se aumentó el porcentaje que se retiene a quienes tienen ahorros en las instituciones crediticias, es decir, que sobre el saldo total que una persona tiene ahorrada se le van a realizar retenciones aumentadas para, al final del año, hacer el cálculo final en materia de intereses percibidos. También se impuso el cobro, bajo esquemas de plano recaudatorios, a los servicios que se prestan en plataformas digitales bien sea de servicios o de entretenimiento. Por otro lado, en la Ley del Impuesto Sobre la Renta se modificaron regulaciones para hacer nulas algunas deducciones fiscales otrora autorizadas, lo que se traducirá lisa y llanamente para el contribuyente en que va a pagar más impuestos.

En materia local, es decir, en contribuciones estatales y municipales, a lo largo y ancho del país, y en casi totas las latitudes, altitudes, colores e ideologías de partido político, y sin distinción alguna, se han aumentado considerablemente las contribuciones que se pagan por conceptos como predial, traslado de dominio de inmuebles, derechos de registro público, catastro, tenencia vehicular, basura y una serie de etcéteras que sería prolijo e innecesario enumerar en este momento, registrándose escandalosos y desmesurados aumentos a algunos de estos rubros rayando a veces hasta en un 500 %, o más, si, se leyó bien, en un quinientos por ciento. Los titulares y voceros de estas instancias y niveles de gobierno aducen que estos incrementos substanciales son solo un reflejo de las drásticas disminuciones presupuestales que han sufrido en transferencias federales.

Desde que tengo memoria tributaria, es decir, desde que hace algunos ayeres lejanos comencé a pagar un modesto predial y la tenencia de un auto, siempre he visto con absoluta estupefacción, incredulidad e impotencia cómo cada nuevo ciclo político sexenal y cada ciclo anual es lo mismo, pues lo único que se les ocurre a los hacedores y deshacedores de estas inequidades tributarias es reiterativamente cargar con más y más contribuciones a la atribulada y atormentada clase media de esta nación.

Pero ahora en estas contemporaneidades se nos machaca que estamos cambiando, para seguir igual que siempre.