/ miércoles 13 de octubre de 2021

¿Debemos borrar Facebook? Primera parte

El título que lleva esta colaboración proviene de la portada de la revista Time. El origen de esta pregunta fue el lunes cuatro de octubre, cuando las redes sociales dejaron de funcionar. 3,500 millones de perfiles en el mundo se vieron afectadas. ¿Qué tanto dependemos de las redes sociales para trabajar y comunicarnos? ¿A quién exigir si se caen estos servicios?

Vamos por la primera pregunta. Sin lugar a dudas cada día dependemos más de estas plataformas de comunicación. Cualquiera nos “envía un mensaje” con los datos que necesitamos; la costumbre de hacer llamadas telefónicas parece ser la última opción, leemos más que escucharnos. El “apagón de redes sociales” exhibió nuestra enorme dependencia.

Lo que es peor Facebook, Google, Twitter, Amazon, Apple tienen cada vez más información de nosotros. Los datos que enviamos en estas redes sociales nos comprometen a permanecer en ellas, y no sólo eso, sino que al depender de sus servicios, somos sujetos de ser influenciados por ellos.

Esta situación preocupa a académicos y políticos que se preguntan si ha llegado el momento de frenar estas grandes compañías, por ejemplo, Francis Fukuyama escribió a inicios de este año un ensayo titulado: “Como salvar a la democracia de la tecnología:terminando el monopolio de la información de las grandes compañías” Luego vinieron otros: ¿Es Facebook un estado fallido? De Posseti y Bontcheva y más recientemente: La más grande autocracia de la tierra, por Adriene Lafrance.

Siempre el eje del debate es Facebook, pero la discusión incluye al resto de las redes sociales. En este punto, regresamos a la pregunta: ¿A quien exigir si se caen los servicios de redes sociales? ¿Quién es el culpable de limitar nuestras comunicaciones, la interacción personal o laboral? ¿Podemos seguir confiando en Facebook?

De acuerdo con los datos proporcionados por Frances Haugen, quien trabajó en Facebook en un alto puesto directivo y compareció recientemente ante el congreso norteamericano, informó que hay problemas en la empresa que se han ocultado, pero sobre todo, que los algoritmos desarrollados extraen más información de la que se ha hecho publica. En este sentido, la plataforma no parece ser tan transparente como se ha difundido.

Si a ello le sumamos la revelación de Cambridge Analytica hace unos años, donde Facebook influía en las elecciones a través de anuncios enfocados en sectores poblacionales. La respuesta tardía contra Donald Trump que alentó a sus seguidores hasta tomar el capitolio el 6 de enero de este año; las fricciones con China para defender la autonomía de Hong Kong; la ayuda a países con dictadores para controlar la información, observamos que el poder de Facebook para controlar la opinión pública, impulsar a las masas y generar opiniones es indiscutible y por lo tanto riesgoso.

¿Será que debamos dejar a Zuckerberg decida los gobernantes de cada país? ¿Será Facebook la herramienta para homologar la ideología política del planeta? ¿Se acabó la libertad de expresión y llego la era de reciclar solo información permitida?

Si seguimos dependiendo de las redes sociales como hasta ahora y no hacemos algo para frenar su influencia y su poder antidemocrático, estaremos creando un monstruo para el futuro. No sólo nos dominarán las máquinas, sino también nuestros cerebros. Seguiré con el tema la próxima semana.

El título que lleva esta colaboración proviene de la portada de la revista Time. El origen de esta pregunta fue el lunes cuatro de octubre, cuando las redes sociales dejaron de funcionar. 3,500 millones de perfiles en el mundo se vieron afectadas. ¿Qué tanto dependemos de las redes sociales para trabajar y comunicarnos? ¿A quién exigir si se caen estos servicios?

Vamos por la primera pregunta. Sin lugar a dudas cada día dependemos más de estas plataformas de comunicación. Cualquiera nos “envía un mensaje” con los datos que necesitamos; la costumbre de hacer llamadas telefónicas parece ser la última opción, leemos más que escucharnos. El “apagón de redes sociales” exhibió nuestra enorme dependencia.

Lo que es peor Facebook, Google, Twitter, Amazon, Apple tienen cada vez más información de nosotros. Los datos que enviamos en estas redes sociales nos comprometen a permanecer en ellas, y no sólo eso, sino que al depender de sus servicios, somos sujetos de ser influenciados por ellos.

Esta situación preocupa a académicos y políticos que se preguntan si ha llegado el momento de frenar estas grandes compañías, por ejemplo, Francis Fukuyama escribió a inicios de este año un ensayo titulado: “Como salvar a la democracia de la tecnología:terminando el monopolio de la información de las grandes compañías” Luego vinieron otros: ¿Es Facebook un estado fallido? De Posseti y Bontcheva y más recientemente: La más grande autocracia de la tierra, por Adriene Lafrance.

Siempre el eje del debate es Facebook, pero la discusión incluye al resto de las redes sociales. En este punto, regresamos a la pregunta: ¿A quien exigir si se caen los servicios de redes sociales? ¿Quién es el culpable de limitar nuestras comunicaciones, la interacción personal o laboral? ¿Podemos seguir confiando en Facebook?

De acuerdo con los datos proporcionados por Frances Haugen, quien trabajó en Facebook en un alto puesto directivo y compareció recientemente ante el congreso norteamericano, informó que hay problemas en la empresa que se han ocultado, pero sobre todo, que los algoritmos desarrollados extraen más información de la que se ha hecho publica. En este sentido, la plataforma no parece ser tan transparente como se ha difundido.

Si a ello le sumamos la revelación de Cambridge Analytica hace unos años, donde Facebook influía en las elecciones a través de anuncios enfocados en sectores poblacionales. La respuesta tardía contra Donald Trump que alentó a sus seguidores hasta tomar el capitolio el 6 de enero de este año; las fricciones con China para defender la autonomía de Hong Kong; la ayuda a países con dictadores para controlar la información, observamos que el poder de Facebook para controlar la opinión pública, impulsar a las masas y generar opiniones es indiscutible y por lo tanto riesgoso.

¿Será que debamos dejar a Zuckerberg decida los gobernantes de cada país? ¿Será Facebook la herramienta para homologar la ideología política del planeta? ¿Se acabó la libertad de expresión y llego la era de reciclar solo información permitida?

Si seguimos dependiendo de las redes sociales como hasta ahora y no hacemos algo para frenar su influencia y su poder antidemocrático, estaremos creando un monstruo para el futuro. No sólo nos dominarán las máquinas, sino también nuestros cerebros. Seguiré con el tema la próxima semana.