/ martes 30 de abril de 2019

Día del Trabajo

A propósito del día del trabajo que mañana primero de mayo estaremos conmemorando y desglosando algunas ideas del libro titulado “Derecho Sindical” de José Manuel Lastra bajo el sello de editorial Porrúa, se expone que una desde sus orígenes, el derecho del trabajo intentó eliminar las irritantes injusticias y desigualdades sociales, (cosa que no ha ocurrido) reconociendo que no ha sido posible, pues tampoco se ha podido alcanzar niveles de mejoría y bienestar, al que aspiraban los constituyentes.

La historia que hoy se escribe se da en el tiempo después de haber sido promulgada la Constitución de 1917, por la Asamblea Constituyente de Querétaro, a una distancia de ciento dos años, se evoca aquel momento histórico en el que fueron defendidos con firmeza y vehemencia los postulados del valor supremo del trabajo. Nace allí, la Declaración de derechos sociales y, con ella, nuestro artículo 123.

En otro apartado se asevera que el trabajo es una necesidad vital, si bien es cierto que el hombre debe trabajar para sobrevivir, también dicha actividad debe contribuir a la satisfacción de los requerimientos mínimos necesarios que satisfagan con dignidad y con decoro la existencia cotidiana del trabajador y su familia (que no siempre ocurre). Las personas voluntariamente de acuerdo a sus vocaciones y aptitudes materiales o intelectuales, o por otras razones, tienen la facultad de “disponer la elección de la actividad ocupacional y de sustituirla cuando la considere conveniente y en otros casos puede abstenerse de continuar desempeñándolo, si así lo dicta su conciencia”. Según lo afirma el jurista argentino J. Santiago Rubinstein.

Es importante enaltecer la dignidad humana dentro las relaciones de trabajo, para ello se hace referencia a la idea y al propósito de alcanzar la felicidad, Séneca escribió hace mucho tiempo que el hombre no debe de pensar más que en un solo bien: lo honesto. Por su parte, Cicerón señala: “todo lo que es decente es también honesto y todo lo que es honesto es igualmente decoroso”. El honor es una de las manifestaciones de la dignidad humana, es proyección de la virtud o como lo describe el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a la familia, personas y acciones”.

La Doctrina Social Católica, a través de sus encíclicas, ha externado ideas elocuentes acerca de la dignidad humana. De tal suerte que León XIII expresaría, en la Rerum Novarum (de las cosas nuevas): “los ricos y los patrones recuerden, que no deben tener a los obreros como esclavos, que deben en ellos respetar la dignidad de la persona”. 16 años más tarde, Pío XI argumentaría que la posesión del mayor número posible de bienes con que satisfacer las comodidades de esta vida, no debe compensar la disminución de la dignidad humana. Agrega el pontífice que corresponde a las personas el deber de conservar la vida, el derecho a un nivel de vida digno, el derecho a la libertad; el trabajo no es humano sino permanece inteligente y libre. La dignidad es una de las virtudes del ser humano, donde si ella falta no existe el sentimiento del honor, los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos. Caso contrario a lo que vivimos hoy día, trabajadores explotados, trabajadores de primera y de segunda, esclavos del modelo económico imperante que pareciera que nos les hizo justicia la revolución….

A propósito del día del trabajo que mañana primero de mayo estaremos conmemorando y desglosando algunas ideas del libro titulado “Derecho Sindical” de José Manuel Lastra bajo el sello de editorial Porrúa, se expone que una desde sus orígenes, el derecho del trabajo intentó eliminar las irritantes injusticias y desigualdades sociales, (cosa que no ha ocurrido) reconociendo que no ha sido posible, pues tampoco se ha podido alcanzar niveles de mejoría y bienestar, al que aspiraban los constituyentes.

La historia que hoy se escribe se da en el tiempo después de haber sido promulgada la Constitución de 1917, por la Asamblea Constituyente de Querétaro, a una distancia de ciento dos años, se evoca aquel momento histórico en el que fueron defendidos con firmeza y vehemencia los postulados del valor supremo del trabajo. Nace allí, la Declaración de derechos sociales y, con ella, nuestro artículo 123.

En otro apartado se asevera que el trabajo es una necesidad vital, si bien es cierto que el hombre debe trabajar para sobrevivir, también dicha actividad debe contribuir a la satisfacción de los requerimientos mínimos necesarios que satisfagan con dignidad y con decoro la existencia cotidiana del trabajador y su familia (que no siempre ocurre). Las personas voluntariamente de acuerdo a sus vocaciones y aptitudes materiales o intelectuales, o por otras razones, tienen la facultad de “disponer la elección de la actividad ocupacional y de sustituirla cuando la considere conveniente y en otros casos puede abstenerse de continuar desempeñándolo, si así lo dicta su conciencia”. Según lo afirma el jurista argentino J. Santiago Rubinstein.

Es importante enaltecer la dignidad humana dentro las relaciones de trabajo, para ello se hace referencia a la idea y al propósito de alcanzar la felicidad, Séneca escribió hace mucho tiempo que el hombre no debe de pensar más que en un solo bien: lo honesto. Por su parte, Cicerón señala: “todo lo que es decente es también honesto y todo lo que es honesto es igualmente decoroso”. El honor es una de las manifestaciones de la dignidad humana, es proyección de la virtud o como lo describe el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a la familia, personas y acciones”.

La Doctrina Social Católica, a través de sus encíclicas, ha externado ideas elocuentes acerca de la dignidad humana. De tal suerte que León XIII expresaría, en la Rerum Novarum (de las cosas nuevas): “los ricos y los patrones recuerden, que no deben tener a los obreros como esclavos, que deben en ellos respetar la dignidad de la persona”. 16 años más tarde, Pío XI argumentaría que la posesión del mayor número posible de bienes con que satisfacer las comodidades de esta vida, no debe compensar la disminución de la dignidad humana. Agrega el pontífice que corresponde a las personas el deber de conservar la vida, el derecho a un nivel de vida digno, el derecho a la libertad; el trabajo no es humano sino permanece inteligente y libre. La dignidad es una de las virtudes del ser humano, donde si ella falta no existe el sentimiento del honor, los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos. Caso contrario a lo que vivimos hoy día, trabajadores explotados, trabajadores de primera y de segunda, esclavos del modelo económico imperante que pareciera que nos les hizo justicia la revolución….