/ martes 30 de marzo de 2021

Dignificar o morir

A días de comenzar formalmente el periodo de las campañas electorales, y una vez que ya es posible conocer a quienes contenderán por algún puesto de elección popular, es de suma importancia reflexionar sobre los contenidos de la política actual en nuestro país.

La política es una ciencia que persigue, a través de procesos, que las comunidades alcancen objetivos colectivos para lograr el bienestar común. Es por medio de la política que las sociedades pueden abordar conflictos, siempre al margen de una estructura de reglas, procedimientos e instituciones que les permitan conquistar soluciones y adoptar decisiones. Sin embargo, desafortunadamente en México, los actores que intervienen en la secuencia política, han distorsionado y desvirtuado el “para qué” de esta actividad humana, cuyo objetivo elemental consiste en la búsqueda de un bien supremo: el bien común.

Lastimosamente, es una situación atribuible no sólo a la clase política que padecemos y que tanto ha dañado al tejido social, sino también a la ciudadanía, quien ha perdido el interés y la confianza, dado el desgaste de tan distinguida actividad.

Ahora, que nuevamente como ciudadanos viviremos un proceso electoral, dependerá de nuestra decisión lograr un efectivo relevo generacional que provoque las condiciones necesarias que rompan con los estigmas y prejuicios en torno al ámbito político. No sólo porque hemos caído en el estancamiento de las instituciones y partidos políticos, que pareciera no es más de su interés renovarse, sino que algunos de los que pretenden posicionarse mediante la boleta electoral, carecen ya de toda legitimidad.

Así como son parte del problema, también son parte de la solución: tanto la clase política vigente, como la ciudadanía en lo general, ambas deben responsabilizarse y actuar con la madurez que demandan los nuevos tiempos. La renovación y reinvención de la política, pero sobre todo, de la clase política, debe ser prioridad en la próxima contienda electoral. Ello implica un papel protagónico para las y los jóvenes, quienes están obligados a responder con sabiduría al llamado que exige la nación, pues de ellos depende el tomar lo mejor de la experiencia, de aquellos que han sabido servir de manera decorosa, para conjugarlo con el talento y las capacidades que caracterizan a la juventud, y mejorar las prácticas y las formas de hacer política, una que efectivamente construya y represente la voluntad del pueblo.

El proceso de dignificación de la política no será sencillo, requiere de mucha formación, principios, vocación de servicio y del esfuerzo de todos. Hoy más que nunca, el político debe prepararse, en primer lugar, para llegar a ser y representar, en segundo, para no ser si así lo decide el pueblo y aceptarlo, y por último, para dejar de ser y renunciar al encargo en el momento debido.

A días de comenzar formalmente el periodo de las campañas electorales, y una vez que ya es posible conocer a quienes contenderán por algún puesto de elección popular, es de suma importancia reflexionar sobre los contenidos de la política actual en nuestro país.

La política es una ciencia que persigue, a través de procesos, que las comunidades alcancen objetivos colectivos para lograr el bienestar común. Es por medio de la política que las sociedades pueden abordar conflictos, siempre al margen de una estructura de reglas, procedimientos e instituciones que les permitan conquistar soluciones y adoptar decisiones. Sin embargo, desafortunadamente en México, los actores que intervienen en la secuencia política, han distorsionado y desvirtuado el “para qué” de esta actividad humana, cuyo objetivo elemental consiste en la búsqueda de un bien supremo: el bien común.

Lastimosamente, es una situación atribuible no sólo a la clase política que padecemos y que tanto ha dañado al tejido social, sino también a la ciudadanía, quien ha perdido el interés y la confianza, dado el desgaste de tan distinguida actividad.

Ahora, que nuevamente como ciudadanos viviremos un proceso electoral, dependerá de nuestra decisión lograr un efectivo relevo generacional que provoque las condiciones necesarias que rompan con los estigmas y prejuicios en torno al ámbito político. No sólo porque hemos caído en el estancamiento de las instituciones y partidos políticos, que pareciera no es más de su interés renovarse, sino que algunos de los que pretenden posicionarse mediante la boleta electoral, carecen ya de toda legitimidad.

Así como son parte del problema, también son parte de la solución: tanto la clase política vigente, como la ciudadanía en lo general, ambas deben responsabilizarse y actuar con la madurez que demandan los nuevos tiempos. La renovación y reinvención de la política, pero sobre todo, de la clase política, debe ser prioridad en la próxima contienda electoral. Ello implica un papel protagónico para las y los jóvenes, quienes están obligados a responder con sabiduría al llamado que exige la nación, pues de ellos depende el tomar lo mejor de la experiencia, de aquellos que han sabido servir de manera decorosa, para conjugarlo con el talento y las capacidades que caracterizan a la juventud, y mejorar las prácticas y las formas de hacer política, una que efectivamente construya y represente la voluntad del pueblo.

El proceso de dignificación de la política no será sencillo, requiere de mucha formación, principios, vocación de servicio y del esfuerzo de todos. Hoy más que nunca, el político debe prepararse, en primer lugar, para llegar a ser y representar, en segundo, para no ser si así lo decide el pueblo y aceptarlo, y por último, para dejar de ser y renunciar al encargo en el momento debido.