/ jueves 20 de enero de 2022

¿Dónde queda el Evangelio?

México es la segunda nación con el mayor número de bautizados católicos del mundo tan solo después de Brasil. Somos quizá de los países más devotos de Santa María, sobre todo de la Virgen de Guadalupe, cuya festividad cada año es celebrada por millones de mexicanos y en muchos hogares tenemos una imagen suya. En la organización de fiestas religiosas con cohetes, kermeses y procesiones también nos «pintamos solos».

Sin embargo, ante la situación triste en muchos aspectos que vive nuestro país, surge casi de manera espontánea la pregunta ante lo que sucede. Y… ¿dónde queda el Evangelio? Los niveles de violencia nos tienen que hacer caer en la cuenta de que nuestra fe, en general, es más de fachada que de fondo. ¿Cómo podemos creer de veras que somos un país «muy» católico cuando el grado de deshumanización que estamos viviendo nos dice lo contrario?

A veces nos autocriticamos diciendo que nos hemos vuelto indiferentes e insensibles ante lo que sucede. Creo que no siempre es solo desinterés, sino instinto de supervivencia porque de alguna manera debemos seguir adelante en medio de tantas historias de verdadero terror. ¿Cómo puede alguien manejar una camioneta con diez cadáveres de personas, asesinadas sin piedad, y dejarla en pleno corazón de nuestra ciudad de Zacatecas?

Diariamente escuchamos noticias de homicidios a sangre fría a media calle y en pleno día. ¿Qué hay en el corazón de los que matan? ¿Qué tantas heridas físicas y emocionales han recibido, por lo general en su corta existencia por ser muy jóvenes, para quitar la vida al parecer sin remordimientos? El nivel de violencia no corresponde con ser el segundo país con más católicos o al menos podemos concluir que el Evangelio en muchos no ha llegado al fondo del corazón.

La corrupción es otro indicador de que la fe no siempre se hace vida. Muchos líderes hacen gala de sus creencias, pero sus hechos dicen lo contrario. Por desgracia, la deshonestidad se da en todos los ámbitos, no solo entre quienes nos gobiernan. A todos nos pasa que es más fácil hablar que hacer, pero a veces la diferencia es muy grande.

Los mexicanos en realidad no somos tan religiosos como creemos. Somos buenos para la fiesta, lo cual no es malo, pero es diferente. Creyentes sí, pero practicantes no siempre. Nos hace falta, quizá empezando por nosotros los sacerdotes, un esfuerzo mayor por profundizar y vivir según las enseñanzas y ejemplo de Jesús. Todos somos limitados y muchas veces nos equivocamos, pero siempre podemos levantarnos para hacer que el Evangelio de veras incida en nuestras vidas y por consecuencia en lo que sucede en nuestro país. ¡Gracias!

México es la segunda nación con el mayor número de bautizados católicos del mundo tan solo después de Brasil. Somos quizá de los países más devotos de Santa María, sobre todo de la Virgen de Guadalupe, cuya festividad cada año es celebrada por millones de mexicanos y en muchos hogares tenemos una imagen suya. En la organización de fiestas religiosas con cohetes, kermeses y procesiones también nos «pintamos solos».

Sin embargo, ante la situación triste en muchos aspectos que vive nuestro país, surge casi de manera espontánea la pregunta ante lo que sucede. Y… ¿dónde queda el Evangelio? Los niveles de violencia nos tienen que hacer caer en la cuenta de que nuestra fe, en general, es más de fachada que de fondo. ¿Cómo podemos creer de veras que somos un país «muy» católico cuando el grado de deshumanización que estamos viviendo nos dice lo contrario?

A veces nos autocriticamos diciendo que nos hemos vuelto indiferentes e insensibles ante lo que sucede. Creo que no siempre es solo desinterés, sino instinto de supervivencia porque de alguna manera debemos seguir adelante en medio de tantas historias de verdadero terror. ¿Cómo puede alguien manejar una camioneta con diez cadáveres de personas, asesinadas sin piedad, y dejarla en pleno corazón de nuestra ciudad de Zacatecas?

Diariamente escuchamos noticias de homicidios a sangre fría a media calle y en pleno día. ¿Qué hay en el corazón de los que matan? ¿Qué tantas heridas físicas y emocionales han recibido, por lo general en su corta existencia por ser muy jóvenes, para quitar la vida al parecer sin remordimientos? El nivel de violencia no corresponde con ser el segundo país con más católicos o al menos podemos concluir que el Evangelio en muchos no ha llegado al fondo del corazón.

La corrupción es otro indicador de que la fe no siempre se hace vida. Muchos líderes hacen gala de sus creencias, pero sus hechos dicen lo contrario. Por desgracia, la deshonestidad se da en todos los ámbitos, no solo entre quienes nos gobiernan. A todos nos pasa que es más fácil hablar que hacer, pero a veces la diferencia es muy grande.

Los mexicanos en realidad no somos tan religiosos como creemos. Somos buenos para la fiesta, lo cual no es malo, pero es diferente. Creyentes sí, pero practicantes no siempre. Nos hace falta, quizá empezando por nosotros los sacerdotes, un esfuerzo mayor por profundizar y vivir según las enseñanzas y ejemplo de Jesús. Todos somos limitados y muchas veces nos equivocamos, pero siempre podemos levantarnos para hacer que el Evangelio de veras incida en nuestras vidas y por consecuencia en lo que sucede en nuestro país. ¡Gracias!