/ domingo 5 de julio de 2020

Dos años

El pueblo, de manera pacífica y democrática, expresó en las urnas el hartazgo hacia una clase política rapaz y superficial. Hace ya dos años del triunfo histórico encabezado por el ahora presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. El anhelo de las y los mexicanos al fin fue escuchado. La verdadera transición democrática comenzó con un halo de esperanza. Así se mantiene.

Sabíamos que no iba a ser fácil. Un pueblo sometido y polarizado, sumido en la pobreza y violencia, tenía imperiosamente que comenzar de nuevo. Codo a codo, ladrillo con ladrillo, el país debe ser reconstruido. La voluntad se desborda para este fin. Somos muchos los que anhelamos un verdadero cambio y luchamos todos los días para conseguirlo aun cuando las inercias de antaño son reticentes.

En la mira del presidente, con justa razón, siempre han estado ocupando un lugar significativo las personas empobrecidas, los vulnerables, los indígenas, los marginados, los que por años fueron olvidados. Toda la razón. Si anhelamos la paz, debemos primero buscar la justicia social. Equilibrar esta pirámide social por demás desigual. No olvidemos que México por años fue saqueado; los políticos neoliberales ocupaban sus puestos estratégicos para enriquecerse a costa del pueblo. Su máxima: “un político pobre, es un pobre político” debe quedar en el olvido. Nosotros, los que servimos con amor a la nación, debemos tener la entereza para sacar avante al país. Principios medulares que engloba la Cuarta Transformación de la vida política y social de México deben salir a flote: libertad, honestidad, justicia, democracia, austeridad, fraternidad, tolerancia, humildad.

Soy partidaria de este cambio. Simpatizo con los ideales de nuestro presidente. Mi labor como legisladora ha estado arropada siempre bajo estos principios. Las iniciativas que he propuesto van encaminadas a darle voz a los que no la tienen, empoderar al pueblo, hacer efectiva la austeridad, combatir la corrupción e inseguridad, buscar cambios sustanciales a través de la educación y el desarrollo de la paz; derechos humanos, salarios justos, seguridad social y salud universal para todos. Son temas que me han apasionado toda la vida.

Hace dos años que México despertó. Celebro este acontecimiento. Nuestra nación tiene un presidente del pueblo, que trabaja para el pueblo y con el pueblo. Le rinde cuentas con total transparencia y siempre mirando a los ojos. Ha hecho respetar el Estado de Derecho, la dignidad de la persona y elevado al plano ético la función pública. Es un hombre de cabal valor y entereza que unificará al país. No dudo que bajo su guía México llegará a buen puerto.

El pueblo, de manera pacífica y democrática, expresó en las urnas el hartazgo hacia una clase política rapaz y superficial. Hace ya dos años del triunfo histórico encabezado por el ahora presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. El anhelo de las y los mexicanos al fin fue escuchado. La verdadera transición democrática comenzó con un halo de esperanza. Así se mantiene.

Sabíamos que no iba a ser fácil. Un pueblo sometido y polarizado, sumido en la pobreza y violencia, tenía imperiosamente que comenzar de nuevo. Codo a codo, ladrillo con ladrillo, el país debe ser reconstruido. La voluntad se desborda para este fin. Somos muchos los que anhelamos un verdadero cambio y luchamos todos los días para conseguirlo aun cuando las inercias de antaño son reticentes.

En la mira del presidente, con justa razón, siempre han estado ocupando un lugar significativo las personas empobrecidas, los vulnerables, los indígenas, los marginados, los que por años fueron olvidados. Toda la razón. Si anhelamos la paz, debemos primero buscar la justicia social. Equilibrar esta pirámide social por demás desigual. No olvidemos que México por años fue saqueado; los políticos neoliberales ocupaban sus puestos estratégicos para enriquecerse a costa del pueblo. Su máxima: “un político pobre, es un pobre político” debe quedar en el olvido. Nosotros, los que servimos con amor a la nación, debemos tener la entereza para sacar avante al país. Principios medulares que engloba la Cuarta Transformación de la vida política y social de México deben salir a flote: libertad, honestidad, justicia, democracia, austeridad, fraternidad, tolerancia, humildad.

Soy partidaria de este cambio. Simpatizo con los ideales de nuestro presidente. Mi labor como legisladora ha estado arropada siempre bajo estos principios. Las iniciativas que he propuesto van encaminadas a darle voz a los que no la tienen, empoderar al pueblo, hacer efectiva la austeridad, combatir la corrupción e inseguridad, buscar cambios sustanciales a través de la educación y el desarrollo de la paz; derechos humanos, salarios justos, seguridad social y salud universal para todos. Son temas que me han apasionado toda la vida.

Hace dos años que México despertó. Celebro este acontecimiento. Nuestra nación tiene un presidente del pueblo, que trabaja para el pueblo y con el pueblo. Le rinde cuentas con total transparencia y siempre mirando a los ojos. Ha hecho respetar el Estado de Derecho, la dignidad de la persona y elevado al plano ético la función pública. Es un hombre de cabal valor y entereza que unificará al país. No dudo que bajo su guía México llegará a buen puerto.