/ sábado 18 de agosto de 2018

Educación y ciencia, un mismo camino

Este lunes comienza oficialmente el ciclo escolar 2018-2019. De acuerdo a indicadores de la Secretaría de Educación Pública, regresarán a clases casi 37 millones de estudiantes de todos los niveles, así como 2 millones de docentes en más de 250 mil escuelas de todo el país.

Para ponerlo en perspectiva, en México somos 124 millones de habitantes y más de una cuarta parte se encuentran estudiando.

El 70% de todos los alumnos, cerca de 26 millones, pertenecen a educación básica (preescolar, primaria y secundaria), y se estima que 96 de cada 100 niños mexicanos de entre tres y catorce años de edad asisten a la escuela.

Estas cifras nos hablan de una excelente cobertura del sistema educativo, así como un importante capital humano en desarrollo. Por ello resulta un tanto paradójico constatar la brecha que existe entre la educación básica y la educación superior, en donde se desarrolla la ciencia, tecnología e innovación que son vitales para el futuro de nuestro país.

De acuerdo a cifras de la SEP sólo el 10% de la matrícula de estudiantes (3.7 millones) pertenece al nivel de educación superior, y la OCDE señala que sólo el 17% de los mexicanos de 25 a 64 años han ingresado a la universidad o instituciones equivalentes, mientras que el promedio de los países miembros se ubica en 37%.

Aunque a veces lo perdamos de vista, es claro que los centros de investigación, laboratorios e instituciones de educación superior se nutren de personas que han pasado con éxito por todo el sistema educativo, desde preescolar hasta posgrado.

Como su propio nombre lo indica, la educación básica consiste en proporcionar las bases que permitirán a los futuros científicos, académicos, técnicos y profesionales adquirir las competencias, destrezas y procesos de pensamiento para desempeñarse de manera eficaz en sus actividades.

Por eso, reconociendo la notable labor de todos los docentes, consideramos clave impulsar el gusto y la pasión por la ciencia desde las edades más tempranas, no sólo como una materia escolar, sino como una forma maravillosa de comprender el mundo.

La ONU también incluye a la educación de calidad como uno de los objetivos prioritarios en su Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 contiene una línea de acción específica denominada México con educación de calidad, en donde se reconoce la necesidad de “hacer del desarrollo científico, tecnológico y la innovación (CTI) pilares para el progreso económico y social sostenible”.

En resumen, educación y CTI forman parte de un mismo camino para transformar a nuestro país en una economía del conocimiento. No nos resta más que felicitar a todos los docentes que se dedican a esta noble labor, y desear suerte a los millones de niños y jóvenes que se reincorporan a sus estudios.


Este lunes comienza oficialmente el ciclo escolar 2018-2019. De acuerdo a indicadores de la Secretaría de Educación Pública, regresarán a clases casi 37 millones de estudiantes de todos los niveles, así como 2 millones de docentes en más de 250 mil escuelas de todo el país.

Para ponerlo en perspectiva, en México somos 124 millones de habitantes y más de una cuarta parte se encuentran estudiando.

El 70% de todos los alumnos, cerca de 26 millones, pertenecen a educación básica (preescolar, primaria y secundaria), y se estima que 96 de cada 100 niños mexicanos de entre tres y catorce años de edad asisten a la escuela.

Estas cifras nos hablan de una excelente cobertura del sistema educativo, así como un importante capital humano en desarrollo. Por ello resulta un tanto paradójico constatar la brecha que existe entre la educación básica y la educación superior, en donde se desarrolla la ciencia, tecnología e innovación que son vitales para el futuro de nuestro país.

De acuerdo a cifras de la SEP sólo el 10% de la matrícula de estudiantes (3.7 millones) pertenece al nivel de educación superior, y la OCDE señala que sólo el 17% de los mexicanos de 25 a 64 años han ingresado a la universidad o instituciones equivalentes, mientras que el promedio de los países miembros se ubica en 37%.

Aunque a veces lo perdamos de vista, es claro que los centros de investigación, laboratorios e instituciones de educación superior se nutren de personas que han pasado con éxito por todo el sistema educativo, desde preescolar hasta posgrado.

Como su propio nombre lo indica, la educación básica consiste en proporcionar las bases que permitirán a los futuros científicos, académicos, técnicos y profesionales adquirir las competencias, destrezas y procesos de pensamiento para desempeñarse de manera eficaz en sus actividades.

Por eso, reconociendo la notable labor de todos los docentes, consideramos clave impulsar el gusto y la pasión por la ciencia desde las edades más tempranas, no sólo como una materia escolar, sino como una forma maravillosa de comprender el mundo.

La ONU también incluye a la educación de calidad como uno de los objetivos prioritarios en su Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 contiene una línea de acción específica denominada México con educación de calidad, en donde se reconoce la necesidad de “hacer del desarrollo científico, tecnológico y la innovación (CTI) pilares para el progreso económico y social sostenible”.

En resumen, educación y CTI forman parte de un mismo camino para transformar a nuestro país en una economía del conocimiento. No nos resta más que felicitar a todos los docentes que se dedican a esta noble labor, y desear suerte a los millones de niños y jóvenes que se reincorporan a sus estudios.