/ martes 11 de febrero de 2020

El abogado del diablo

El Abogado del Diablo es un concepto que proviene del derecho canónico: como una figura que desde 1857 hasta su abolición en 1983, fue fundamental en los juicios de beatificación y canonización.

El abogado del diablo (en latín advocatus diaboli) o "promotor de la fe" (en latín Promotor Fidei) es el apelativo popular con el que se alude al procurador fiscal en los antiguos juicios o procesos de canonización de la Iglesia Católica. Su denominación desde las reformas de 1983 es la de ser promotor de la justicia (promotor iustitiae). El oficio de este abogado, generalmente clérigo doctorado en derecho canónico, era objetar, exigir pruebas y descubrir errores en toda la documentación aportada para demostrar los méritos del presunto candidato a los altares como beato o santo. Si bien su papel le hacía aparecer figuradamente alineado entre las filas de los que se oponen al candidato (de donde procede el mote de "abogado del diablo", para este «defensor del otro bando») en realidad se encargaba de defender la autenticidad de las virtudes del que será propuesto como modelo a imitar por el pueblo católico. El oficio fue establecido en 1587 y abolido por el papa Juan Pablo II en 1983. Este cambio le permitió realizar casi 500 canonizaciones y más de 1.300 beatificaciones, frente a las 98 canonizaciones de sus predecesores en el siglo XX.

El término “abogado del diablo” se aplica por extensión a personas que defienden una posición en la que no necesariamente creen, o a quienes presentan a otro debatiente un argumento contra una posición en la que sí creen. Este proceso permite comprobar la calidad del argumento original e identificar las debilidades de su defensa.

¿Qué significa ser abogado del diablo? Se trata de una figura que data del siglo XVI y cuya tarea puede resumirse en exponer y defender la evidencia contra la beatificación o canonización de un candidato a beato o a santo durante un proceso. La instituyó formalmente, en 1587, Sixto V. Aunque su papado presenció sucesos discutibles como la excomunión de Enrique de Navarra y proyectos que francamente acabaron mal (como el traslado del Santo Sepulcro a Roma y una nueva y mala traducción de la Biblia) también fue una de las figuras trascendentes de la contra reforma, que sentó las bases para la reestructuración de la Iglesia, en particular del Colegio de Cardenales.

El establecimiento del abogado del diablo en los procesos de canonización fue muy importante porque instituía un elemento formal muy serio en la decisión de aceptar o no la santidad de algún personaje. Esta decisión tendría que tomarse considerando no solamente los argumentos a favor presentados por el llamado abogado de Dios o promotor de la fe, que eran evidencias que necesariamente estarían magnificadas por la devoción personal de algunas personas. También debería tomarse en cuenta, con toda la formalidad de cualquier proceso, la evidencia en contra que pudiera existir.

El Abogado del Diablo es un concepto que proviene del derecho canónico: como una figura que desde 1857 hasta su abolición en 1983, fue fundamental en los juicios de beatificación y canonización.

El abogado del diablo (en latín advocatus diaboli) o "promotor de la fe" (en latín Promotor Fidei) es el apelativo popular con el que se alude al procurador fiscal en los antiguos juicios o procesos de canonización de la Iglesia Católica. Su denominación desde las reformas de 1983 es la de ser promotor de la justicia (promotor iustitiae). El oficio de este abogado, generalmente clérigo doctorado en derecho canónico, era objetar, exigir pruebas y descubrir errores en toda la documentación aportada para demostrar los méritos del presunto candidato a los altares como beato o santo. Si bien su papel le hacía aparecer figuradamente alineado entre las filas de los que se oponen al candidato (de donde procede el mote de "abogado del diablo", para este «defensor del otro bando») en realidad se encargaba de defender la autenticidad de las virtudes del que será propuesto como modelo a imitar por el pueblo católico. El oficio fue establecido en 1587 y abolido por el papa Juan Pablo II en 1983. Este cambio le permitió realizar casi 500 canonizaciones y más de 1.300 beatificaciones, frente a las 98 canonizaciones de sus predecesores en el siglo XX.

El término “abogado del diablo” se aplica por extensión a personas que defienden una posición en la que no necesariamente creen, o a quienes presentan a otro debatiente un argumento contra una posición en la que sí creen. Este proceso permite comprobar la calidad del argumento original e identificar las debilidades de su defensa.

¿Qué significa ser abogado del diablo? Se trata de una figura que data del siglo XVI y cuya tarea puede resumirse en exponer y defender la evidencia contra la beatificación o canonización de un candidato a beato o a santo durante un proceso. La instituyó formalmente, en 1587, Sixto V. Aunque su papado presenció sucesos discutibles como la excomunión de Enrique de Navarra y proyectos que francamente acabaron mal (como el traslado del Santo Sepulcro a Roma y una nueva y mala traducción de la Biblia) también fue una de las figuras trascendentes de la contra reforma, que sentó las bases para la reestructuración de la Iglesia, en particular del Colegio de Cardenales.

El establecimiento del abogado del diablo en los procesos de canonización fue muy importante porque instituía un elemento formal muy serio en la decisión de aceptar o no la santidad de algún personaje. Esta decisión tendría que tomarse considerando no solamente los argumentos a favor presentados por el llamado abogado de Dios o promotor de la fe, que eran evidencias que necesariamente estarían magnificadas por la devoción personal de algunas personas. También debería tomarse en cuenta, con toda la formalidad de cualquier proceso, la evidencia en contra que pudiera existir.