/ jueves 12 de diciembre de 2019

El Copaes

Así pues el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior, A.C. fue creado con todas las certezas para controlar los patrones de la educación en México.

Se estandarizaron los criterios de evaluación y el manejo de información en las instituciones educativas. A partir de su introyección en el imaginario de la enseñanza, los educadores emprendimos el manejo de un lenguaje común y equivalente a todo lo largo y ancho del país. Comenzamos a preguntar: ¿tu programa está acreditado?, ¿cuándo te toca re-acreditación? Y aquellos programas que nunca habían sido acreditados serían los patitos feos de la educación.

Asimismo, cada vez que un “aspirante” se acerca a un posgrado lo primero que pregunta es: ¿tienen beca de CONACYT? Pero este tema corresponde a otra columna. En fin, es así como la acreditación se ha convertido en un señuelo. Sólo si estás acreditado mereces el reconocimiento social. Pero hay algo más: las acreditaciones no son gratuitas. Hay que pagar mucho dinero, reunir pruebas, mejorar la infraestructura de la escuela, revisar la currícula de los estudios, exigir un nivel determinado a profesores que muchas veces no se pueden costear: como asistir a congresos por sus propios medios, publicar con sus recursos pagando a una editorial “de prestigio” y un largo etcétera.

Con estas declaraciones no estoy denostando el trabajo del COPAES, de los CIEES y de los organismos acreditadores; solo trato de exponer en su justa medida lo que un sistema demanda a un grupo de escuelas que muchas veces no reúnen las características para considerarse dentro de esos parámetros exigidos.

El COPAES impide de algún modo que los organismos acreditadores actúen parcialmente o se dejen llevar por criterios faltos de ética, ya que su Asamblea está compuesta por miembros del Gobierno Federal a través de la Secretaría de Educación Pública; de personal del ANUIES, agentes de instituciones y academias prestigiosas. En México existen cerca de treinta organismos acreditadores reconocidos por COPAES (Fuente: Blanca Yaquelin Zenteno Trejo y otros, El Consejo para la Acreditación de la Educación Superior “COPAES” en México: Retos y reflexiones, Revista de Educación y Derecho. Education And Law Review, Número 15. Octubre 2016 – Marzo 2017) y esto de algún modo sustenta el propósito de la Educación Superior en México de impulsar la calidad educativa. Como miembro de un organismo acreditador hasta ahora he tenido la certeza de que el espíritu de una entidad evaluadora es propositiva e íntegra, no conozco todos los casos, pero ser evaluador no es tarea fácil.

Cuando acudes a evaluar un programa se cruzan muchas vertientes: desde encontrarte cara a cara con individuos que lucharon arduamente para llegar a ese momento; hasta constatar que algunas de las declaraciones de un expediente distan mucho de la realidad. Pero en fin, seguiremos hablando de este tópico, ya que el asunto de la autoevaluación y la acreditación en México se ha convertido en un tema muchas veces político, que define la salud de una entidad educativa y la pone en riesgos -por desgracia - a veces insalvables.

Así pues el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior, A.C. fue creado con todas las certezas para controlar los patrones de la educación en México.

Se estandarizaron los criterios de evaluación y el manejo de información en las instituciones educativas. A partir de su introyección en el imaginario de la enseñanza, los educadores emprendimos el manejo de un lenguaje común y equivalente a todo lo largo y ancho del país. Comenzamos a preguntar: ¿tu programa está acreditado?, ¿cuándo te toca re-acreditación? Y aquellos programas que nunca habían sido acreditados serían los patitos feos de la educación.

Asimismo, cada vez que un “aspirante” se acerca a un posgrado lo primero que pregunta es: ¿tienen beca de CONACYT? Pero este tema corresponde a otra columna. En fin, es así como la acreditación se ha convertido en un señuelo. Sólo si estás acreditado mereces el reconocimiento social. Pero hay algo más: las acreditaciones no son gratuitas. Hay que pagar mucho dinero, reunir pruebas, mejorar la infraestructura de la escuela, revisar la currícula de los estudios, exigir un nivel determinado a profesores que muchas veces no se pueden costear: como asistir a congresos por sus propios medios, publicar con sus recursos pagando a una editorial “de prestigio” y un largo etcétera.

Con estas declaraciones no estoy denostando el trabajo del COPAES, de los CIEES y de los organismos acreditadores; solo trato de exponer en su justa medida lo que un sistema demanda a un grupo de escuelas que muchas veces no reúnen las características para considerarse dentro de esos parámetros exigidos.

El COPAES impide de algún modo que los organismos acreditadores actúen parcialmente o se dejen llevar por criterios faltos de ética, ya que su Asamblea está compuesta por miembros del Gobierno Federal a través de la Secretaría de Educación Pública; de personal del ANUIES, agentes de instituciones y academias prestigiosas. En México existen cerca de treinta organismos acreditadores reconocidos por COPAES (Fuente: Blanca Yaquelin Zenteno Trejo y otros, El Consejo para la Acreditación de la Educación Superior “COPAES” en México: Retos y reflexiones, Revista de Educación y Derecho. Education And Law Review, Número 15. Octubre 2016 – Marzo 2017) y esto de algún modo sustenta el propósito de la Educación Superior en México de impulsar la calidad educativa. Como miembro de un organismo acreditador hasta ahora he tenido la certeza de que el espíritu de una entidad evaluadora es propositiva e íntegra, no conozco todos los casos, pero ser evaluador no es tarea fácil.

Cuando acudes a evaluar un programa se cruzan muchas vertientes: desde encontrarte cara a cara con individuos que lucharon arduamente para llegar a ese momento; hasta constatar que algunas de las declaraciones de un expediente distan mucho de la realidad. Pero en fin, seguiremos hablando de este tópico, ya que el asunto de la autoevaluación y la acreditación en México se ha convertido en un tema muchas veces político, que define la salud de una entidad educativa y la pone en riesgos -por desgracia - a veces insalvables.