/ lunes 6 de abril de 2020

El COVID-19 como pánico social

En la última semana circuló en espacios mediatizados información sobre actos de violencia en contra de personal médico y presuntos contagiados de coronavirus (COVID-19). Las agresiones físicas de un grupo de niños contra una enfermera en San Luis Potosí en una tienda Oxxo, la discriminación que sufrieron enfermeros en Chihuahua, Jalisco y el Estado de México, la turba que amenazó con quemar un hospital en Cuernavaca si permitían el ingreso de personas contagiadas o el bloqueo carretero en el Cañón de Juchipila, son ejemplos de conductas irracionales ante la pandemia.

En el mundo tan complejo en el que vivimos sería un error considerar una causa como el motor de tales hechos. Uno de tantos móviles tiene su origen en la comunicación: la información generada en los espacios públicos puede llevar a las personas a comportarse absurdamente. En la década de los sesenta del siglo pasado, el sociólogo Stanley Cohen acuñó el término de pánico moral para explicar las condutas humanas basadas en la percepción falsa o exagerada sobre una situación social que representa una amenaza para el resto de la colectividad. En su estudio empírico, Cohen demostró que la información difundida a través de los medios puede llegar a incentivar la histeria colectiva. Las sociedades histéricas no son nuevas: en Europa durante el siglo XVI inició un movimiento conocido como “cacería de brujas” para quemar principalmente a mujeres que representaban una amenaza para el cristianismo.

Zacatecas también registra brotes de miedo colectivo. Un ejemplo, es lo que ocurre actualmente en la zona de los Cañones. En los municipios de Juchipila, Jalpa, Apozol y Moyahua la llegada de paisanos provenientes de Estados Unidos y paseantes de Jalisco detonó el pánico social. A través de WhatsApp comenzaron a circular “alertas ciudadanas”, videos y mensajes donde se advertía que los visitantes contagiarían a la población. Fue creada una página en Facebook llamada “Cañón seguro” y sitios como Denuncia Pública Juchipila Moyahua y Apozol, expandieron los rumores. En las cabeceras municipales algunos negocios se negaron a atender a migrantes. El clima social enrareció más cuando los comercios en las plazas públicas de Jalpa, Tabasco y Moyahua fueron cerrados por las autoridades.

El sábado 4 de abril, el pánico por el COVID-19 se apoderó de los ciudadanos. Un grupo de personas tomaron la carretera federal número 54 en el tramo del municipio de Apozol. Con pancartas bajo el slogan “Cañón seguro”, exigieron al gobierno del Estado y autoridades de salud instalar filtros sanitarios para revisar a migrantes y habitantes de otras localidades. Amenazaron con vaciar un camión de tierra en medio de la carretera e instalar retenes civiles si no se atendían sus demandas. Una hora después, los inconformes se retiraron del lugar. Como este y otros hechos, la emergencia sanitaria fue empujada por un miedo irracional. Las personas reaccionan con base en información interiorizada. En este caso, la acción individual y colectiva, pudo haber sido estimulada por percepciones falsas de la realidad originadas en los sistemas de comunicación mediatizados.

En la última semana circuló en espacios mediatizados información sobre actos de violencia en contra de personal médico y presuntos contagiados de coronavirus (COVID-19). Las agresiones físicas de un grupo de niños contra una enfermera en San Luis Potosí en una tienda Oxxo, la discriminación que sufrieron enfermeros en Chihuahua, Jalisco y el Estado de México, la turba que amenazó con quemar un hospital en Cuernavaca si permitían el ingreso de personas contagiadas o el bloqueo carretero en el Cañón de Juchipila, son ejemplos de conductas irracionales ante la pandemia.

En el mundo tan complejo en el que vivimos sería un error considerar una causa como el motor de tales hechos. Uno de tantos móviles tiene su origen en la comunicación: la información generada en los espacios públicos puede llevar a las personas a comportarse absurdamente. En la década de los sesenta del siglo pasado, el sociólogo Stanley Cohen acuñó el término de pánico moral para explicar las condutas humanas basadas en la percepción falsa o exagerada sobre una situación social que representa una amenaza para el resto de la colectividad. En su estudio empírico, Cohen demostró que la información difundida a través de los medios puede llegar a incentivar la histeria colectiva. Las sociedades histéricas no son nuevas: en Europa durante el siglo XVI inició un movimiento conocido como “cacería de brujas” para quemar principalmente a mujeres que representaban una amenaza para el cristianismo.

Zacatecas también registra brotes de miedo colectivo. Un ejemplo, es lo que ocurre actualmente en la zona de los Cañones. En los municipios de Juchipila, Jalpa, Apozol y Moyahua la llegada de paisanos provenientes de Estados Unidos y paseantes de Jalisco detonó el pánico social. A través de WhatsApp comenzaron a circular “alertas ciudadanas”, videos y mensajes donde se advertía que los visitantes contagiarían a la población. Fue creada una página en Facebook llamada “Cañón seguro” y sitios como Denuncia Pública Juchipila Moyahua y Apozol, expandieron los rumores. En las cabeceras municipales algunos negocios se negaron a atender a migrantes. El clima social enrareció más cuando los comercios en las plazas públicas de Jalpa, Tabasco y Moyahua fueron cerrados por las autoridades.

El sábado 4 de abril, el pánico por el COVID-19 se apoderó de los ciudadanos. Un grupo de personas tomaron la carretera federal número 54 en el tramo del municipio de Apozol. Con pancartas bajo el slogan “Cañón seguro”, exigieron al gobierno del Estado y autoridades de salud instalar filtros sanitarios para revisar a migrantes y habitantes de otras localidades. Amenazaron con vaciar un camión de tierra en medio de la carretera e instalar retenes civiles si no se atendían sus demandas. Una hora después, los inconformes se retiraron del lugar. Como este y otros hechos, la emergencia sanitaria fue empujada por un miedo irracional. Las personas reaccionan con base en información interiorizada. En este caso, la acción individual y colectiva, pudo haber sido estimulada por percepciones falsas de la realidad originadas en los sistemas de comunicación mediatizados.