/ lunes 18 de julio de 2022

El ministro populista

Ni duda cabe que cuando nuestros políticos, o nuestros intentos de políticos, como en el caso que os relataré, tratan de ganar notoriedad, y, con ello, suponen ganarán la voluntad del populacho, nada los detiene en sus ridiculeces conductuales, en sus insubstanciales apariciones públicas y en sus declaraciones propias de un retrasado mental. Y allí las redes sociales como el TikTok o Twitter llenas de contenidos consumidos por unas colectividades que pareciera regresan sin retorno a sus infancias primeras. Los cantantes improvisados, los deportistas espontáneos, los defensores de los pobres y desposeídos y las frases de pacotilla, extraídas seguramente de alguna novela del corazón, inundan los reducidos intelectos de estas tentativas de hombres o mujeres (por aquello de la equidad) de Estado.

Por estas mismas razones nos quedamos en la estupefacción total cuando, en días pasados nos hicimos sabedores, vía medios de comunicación masiva, de la última puntada del Ilustrísimo Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando declaró, sin tapujos y sin pudor: “Si ser populista es defender a los pobres, sí, soy populista”.

Y entonces, como en los peores onanismos mentales, me imaginé al susodicho desgarrándose sus majestuosas y superiores vestiduras, por enésima vez, con sus batracios ademanes faciales, en su controlado salón de conferencias y rodeado de las más despampanantes edecanes, adicionar a lo ya manifestado: “…ya no me pertenezco…”, etcétera.

Sin querer entrar en inútiles discusiones sobre esta puntada de declaración, que denota sencillamente un servilismo sin parangón, pues simplemente quiere subirse a la marea de este fugaz momento histórico, nos permitiremos realizar algunas preguntas que parece resultarían pertinentes, dada la elevadísima investidura de quien estas impropias palabras pronunció:

¿Entenderá el mencionado intento de jurista el funcionamiento del sistema de pesos y contrapesos gubernamentales que idearon, de manera conjunta o separada, en diversos escritos y obras los, estos sí, ilustres Montequieu, Rosseau y Voltaire, y que, valga decirlo, son el fundamento de todos los Estados Modernos, y, por consecuencia, conocerá la tarea que tiene asignada en ese entramado gubernamental el Poder Judicial de la Federación que él, sólo él, y nada más que él representa?

¿Comprenderá el ínclito de marras que el Poder Judicial de la Federación, en nuestro país, y según lo que dispone la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tiene por función última y, en síntesis, la defensa de la propia Constitución, de los Derechos Humanos, de las Garantías Individuales, y ser, siempre y ad infinitum, un contrapeso del ejercicio abusivo del poder por parte de los otros dos poderes, garantizando a todo habitante o ciudadano de este país, sea pobre o sea rico, que no se violen sus derechos más sagrados?

¿Asimilará el conato de jurisconsulto aludido que su función primordial no es la defensa de los pobres, sino, más bien, el de representar de viva voz y de cuerpo presente a un Poder que debe ser un árbitro imparcial en las disputas legales que se generen entre particulares (insisto, sean pobres o sean ricos, o clasemedieros, como sea), entre particulares y los distintos y diversos órganos de gobierno, e incluso, en las disputas entre entes públicos entre sí?

¿Discernirán las tres neuronas activas del multialudido que los miembros de la Suprema Corte, primerísimamente, así como todos los jueces del país, a fin de tener autoridad y legitimación en las decisiones que afectan vida, libertad y hacienda de los particulares, deben conducirse bajo los principios de mesura y discreción, y evitar cualquier protagonismo insubstancial e innecesario como del que nos estamos mofando?

Ni duda cabe que cuando nuestros políticos, o nuestros intentos de políticos, como en el caso que os relataré, tratan de ganar notoriedad, y, con ello, suponen ganarán la voluntad del populacho, nada los detiene en sus ridiculeces conductuales, en sus insubstanciales apariciones públicas y en sus declaraciones propias de un retrasado mental. Y allí las redes sociales como el TikTok o Twitter llenas de contenidos consumidos por unas colectividades que pareciera regresan sin retorno a sus infancias primeras. Los cantantes improvisados, los deportistas espontáneos, los defensores de los pobres y desposeídos y las frases de pacotilla, extraídas seguramente de alguna novela del corazón, inundan los reducidos intelectos de estas tentativas de hombres o mujeres (por aquello de la equidad) de Estado.

Por estas mismas razones nos quedamos en la estupefacción total cuando, en días pasados nos hicimos sabedores, vía medios de comunicación masiva, de la última puntada del Ilustrísimo Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuando declaró, sin tapujos y sin pudor: “Si ser populista es defender a los pobres, sí, soy populista”.

Y entonces, como en los peores onanismos mentales, me imaginé al susodicho desgarrándose sus majestuosas y superiores vestiduras, por enésima vez, con sus batracios ademanes faciales, en su controlado salón de conferencias y rodeado de las más despampanantes edecanes, adicionar a lo ya manifestado: “…ya no me pertenezco…”, etcétera.

Sin querer entrar en inútiles discusiones sobre esta puntada de declaración, que denota sencillamente un servilismo sin parangón, pues simplemente quiere subirse a la marea de este fugaz momento histórico, nos permitiremos realizar algunas preguntas que parece resultarían pertinentes, dada la elevadísima investidura de quien estas impropias palabras pronunció:

¿Entenderá el mencionado intento de jurista el funcionamiento del sistema de pesos y contrapesos gubernamentales que idearon, de manera conjunta o separada, en diversos escritos y obras los, estos sí, ilustres Montequieu, Rosseau y Voltaire, y que, valga decirlo, son el fundamento de todos los Estados Modernos, y, por consecuencia, conocerá la tarea que tiene asignada en ese entramado gubernamental el Poder Judicial de la Federación que él, sólo él, y nada más que él representa?

¿Comprenderá el ínclito de marras que el Poder Judicial de la Federación, en nuestro país, y según lo que dispone la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tiene por función última y, en síntesis, la defensa de la propia Constitución, de los Derechos Humanos, de las Garantías Individuales, y ser, siempre y ad infinitum, un contrapeso del ejercicio abusivo del poder por parte de los otros dos poderes, garantizando a todo habitante o ciudadano de este país, sea pobre o sea rico, que no se violen sus derechos más sagrados?

¿Asimilará el conato de jurisconsulto aludido que su función primordial no es la defensa de los pobres, sino, más bien, el de representar de viva voz y de cuerpo presente a un Poder que debe ser un árbitro imparcial en las disputas legales que se generen entre particulares (insisto, sean pobres o sean ricos, o clasemedieros, como sea), entre particulares y los distintos y diversos órganos de gobierno, e incluso, en las disputas entre entes públicos entre sí?

¿Discernirán las tres neuronas activas del multialudido que los miembros de la Suprema Corte, primerísimamente, así como todos los jueces del país, a fin de tener autoridad y legitimación en las decisiones que afectan vida, libertad y hacienda de los particulares, deben conducirse bajo los principios de mesura y discreción, y evitar cualquier protagonismo insubstancial e innecesario como del que nos estamos mofando?