/ jueves 17 de octubre de 2019

El modelo educativo finlandés II

La semana pasada hablábamos de los factores que colocan al modelo educativo finlandés en una zona exitosa con respecto a muchos países del orbe, tanto en el continente europeo, como asiático y de América Latina.

Decíamos que básicamente la educación descansa en manos del Estado. Los padres de familia no tienen muchas opciones de elección, pero además no la buscan, dada la misma calidad de todas las escuelas que se ofertan. En caso de que se quiera optar por una escuela de su preferencia es necesario someter una solicitud al Estado, quien decidirá, no sin antes objetar una serie de restricciones.

Hay, desde nuestro punto de vista, cuatro factores que determinan el éxito de este modelo educativo: la duración de la educación, el modelo en sí, el factor docente y su relación con el mercado laboral nacional.

Sobre el primer aspecto, el niño no está impuesto a comenzar una educación obligatoria sino hasta los siete años. A partir de ahí es educado en la formación primaria hasta los 15-16 años. Hasta el 7º año de la educación básica el estudiante no presenta exámenes, y a partir de ahí se le califica de manera cualitativa, no cuantitativa. Huelga decir que son pocas las horas de tarea en casa y que se privilegia el desarrollo del niño en ámbitos como leer, escuchar música y convivir con sus padres.

Con respecto al modelo, la educación finlandesa enfatiza las competencias de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner (Universidad de Harvard) que se dividen en ocho tipos distintos de inteligencia: lingüístico-verbal, lógico-matemática, viso-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Hay cierta libertad en la elección del currículo en cuanto a los contenidos de las escuelas locales, aunque sujetándose a los parámetros nacionales. En el bachillerato, es decir a partir de los 16 años, los alumnos eligen libremente las materias que cursarán su siguiente periodo.

Con respecto al profesorado, los aspirantes a docentes tienen una ardua preparación previa, no solo teórica, sino práctica por algunos años, auxiliando a tutores. Después de que logran soslayar una serie de exámenes, siguen preparándose y actualizándose a lo largo de los años. Rara vez se encuentran bancos individuales en las escuelas finlandesas, pues el profesor trabaja con grupos pequeños de alumnos sobre mesas de trabajo, haciendo equipo y resolviendo planteamientos y proyectos específicos.

Quizás uno de los factores que es determinant en el éxito de la educación finlandesa es este último: la relación educación-sociedad. El Estado finlandés prepara a sus ciudadanos a partir de la escuela para la industria y la sociedad moderna. Digamos que la escuela es un proyecto de Estado para el desarrollo económico y social. No es un proyecto que - en palabras de Noam Chomsky- sirve para los intereses del Estado, sino para la nación. La educación en Finlandia no lleva el sello de la política imperialista a fin de instaurar su hegemonía a nivel mundial, sino que permite el crecimiento económico del país sin menoscabo de la realización del ser como individuo.

La semana pasada hablábamos de los factores que colocan al modelo educativo finlandés en una zona exitosa con respecto a muchos países del orbe, tanto en el continente europeo, como asiático y de América Latina.

Decíamos que básicamente la educación descansa en manos del Estado. Los padres de familia no tienen muchas opciones de elección, pero además no la buscan, dada la misma calidad de todas las escuelas que se ofertan. En caso de que se quiera optar por una escuela de su preferencia es necesario someter una solicitud al Estado, quien decidirá, no sin antes objetar una serie de restricciones.

Hay, desde nuestro punto de vista, cuatro factores que determinan el éxito de este modelo educativo: la duración de la educación, el modelo en sí, el factor docente y su relación con el mercado laboral nacional.

Sobre el primer aspecto, el niño no está impuesto a comenzar una educación obligatoria sino hasta los siete años. A partir de ahí es educado en la formación primaria hasta los 15-16 años. Hasta el 7º año de la educación básica el estudiante no presenta exámenes, y a partir de ahí se le califica de manera cualitativa, no cuantitativa. Huelga decir que son pocas las horas de tarea en casa y que se privilegia el desarrollo del niño en ámbitos como leer, escuchar música y convivir con sus padres.

Con respecto al modelo, la educación finlandesa enfatiza las competencias de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner (Universidad de Harvard) que se dividen en ocho tipos distintos de inteligencia: lingüístico-verbal, lógico-matemática, viso-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Hay cierta libertad en la elección del currículo en cuanto a los contenidos de las escuelas locales, aunque sujetándose a los parámetros nacionales. En el bachillerato, es decir a partir de los 16 años, los alumnos eligen libremente las materias que cursarán su siguiente periodo.

Con respecto al profesorado, los aspirantes a docentes tienen una ardua preparación previa, no solo teórica, sino práctica por algunos años, auxiliando a tutores. Después de que logran soslayar una serie de exámenes, siguen preparándose y actualizándose a lo largo de los años. Rara vez se encuentran bancos individuales en las escuelas finlandesas, pues el profesor trabaja con grupos pequeños de alumnos sobre mesas de trabajo, haciendo equipo y resolviendo planteamientos y proyectos específicos.

Quizás uno de los factores que es determinant en el éxito de la educación finlandesa es este último: la relación educación-sociedad. El Estado finlandés prepara a sus ciudadanos a partir de la escuela para la industria y la sociedad moderna. Digamos que la escuela es un proyecto de Estado para el desarrollo económico y social. No es un proyecto que - en palabras de Noam Chomsky- sirve para los intereses del Estado, sino para la nación. La educación en Finlandia no lleva el sello de la política imperialista a fin de instaurar su hegemonía a nivel mundial, sino que permite el crecimiento económico del país sin menoscabo de la realización del ser como individuo.