/ domingo 27 de marzo de 2022

El oficio político ausente en el gobierno

Si entendemos a la política como el conjunto de relaciones derivadas de la interacción de los seres humanos como consecuencia de vivir en sociedad, y que emerge con el único propósito de mediar entre los conflictos que experimentan los individuos en la comunidad, entenderemos que es el medio que debe servir para terminar con la desigualdad, y cuando se ejerce el gobierno, se debe aspirar a ser democrático e incluyente.

La política, al menos en nuestros días, se ha denigrado a tal extremo, que parece normal escuchar que los políticos son unos ladrones, que se aprovechan de su situación de poder y privilegio para su enriquecimiento personal, que están más atentos a los resultados electorales que a realizar un uso eficiente de los recursos. Esto se ha normalizado a tal extremos que parece que la política, como concepto se ha desvirtuado.

Por eso, también vemos con relativa normalidad, la polarización entre los políticos y quienes les asesoran, ya que no asumen el control de las instituciones para incluir a todas las corrientes de pensamiento, sino como el medio de deshacerse de los adversarios, muchas a veces al costo que sea, y por tanto se olvidan de ejercer un gobierno democrático.

El valor ideal de la política, es que quienes ejercen desarrollan el oficio, alcanzado los puestos de mando y de gobierno deben dedicar la mayor de su tiempo a estar de acuerdo con todos los sectores y con todos los gobiernos, evitar la confrontación y la polarización y sumar esfuerzos en lugar de dividir.

Por ello, el que en la reciente gira del gobernador David Monreal al municipio de Tlaltenango, sus colaboradores y más cercanos no asumieran la responsabilidad de invitar al recorrido al alcalde Salvador Arellano, rompe con todo lo anterior, provoca disenso y genera desconfianza y encono.

Una medida institucional obliga a que el gobernador, por muy acérrimos rivales, siempre debe ser recibido por el alcalde de cada municipio que visita, y hacerse acompañar del mismo, aún y cuando las obras a inaugurar o las acciones que encabece no tengan participación de los recursos del ayuntamiento. Debe mostrar sensibilidad y oficio político.

Al menos este jueves, lo que menos hubo en la gira por Tlaltenango fue oficio político. En descargo del gobernador podemos decir que él no organiza ni planea, pero para ello debe estar quien se responsabiliza de la política interna, que lo que menos tiene es sensibilidad y oficio político.

Sin importar de qué partido o ideología representen, debe haber respeto a las investiduras y a la institucionalidad. En un país constitucionalista como el nuestro, lo que menos que esperamos en un gobernante, es Oficio Político.

Si entendemos a la política como el conjunto de relaciones derivadas de la interacción de los seres humanos como consecuencia de vivir en sociedad, y que emerge con el único propósito de mediar entre los conflictos que experimentan los individuos en la comunidad, entenderemos que es el medio que debe servir para terminar con la desigualdad, y cuando se ejerce el gobierno, se debe aspirar a ser democrático e incluyente.

La política, al menos en nuestros días, se ha denigrado a tal extremo, que parece normal escuchar que los políticos son unos ladrones, que se aprovechan de su situación de poder y privilegio para su enriquecimiento personal, que están más atentos a los resultados electorales que a realizar un uso eficiente de los recursos. Esto se ha normalizado a tal extremos que parece que la política, como concepto se ha desvirtuado.

Por eso, también vemos con relativa normalidad, la polarización entre los políticos y quienes les asesoran, ya que no asumen el control de las instituciones para incluir a todas las corrientes de pensamiento, sino como el medio de deshacerse de los adversarios, muchas a veces al costo que sea, y por tanto se olvidan de ejercer un gobierno democrático.

El valor ideal de la política, es que quienes ejercen desarrollan el oficio, alcanzado los puestos de mando y de gobierno deben dedicar la mayor de su tiempo a estar de acuerdo con todos los sectores y con todos los gobiernos, evitar la confrontación y la polarización y sumar esfuerzos en lugar de dividir.

Por ello, el que en la reciente gira del gobernador David Monreal al municipio de Tlaltenango, sus colaboradores y más cercanos no asumieran la responsabilidad de invitar al recorrido al alcalde Salvador Arellano, rompe con todo lo anterior, provoca disenso y genera desconfianza y encono.

Una medida institucional obliga a que el gobernador, por muy acérrimos rivales, siempre debe ser recibido por el alcalde de cada municipio que visita, y hacerse acompañar del mismo, aún y cuando las obras a inaugurar o las acciones que encabece no tengan participación de los recursos del ayuntamiento. Debe mostrar sensibilidad y oficio político.

Al menos este jueves, lo que menos hubo en la gira por Tlaltenango fue oficio político. En descargo del gobernador podemos decir que él no organiza ni planea, pero para ello debe estar quien se responsabiliza de la política interna, que lo que menos tiene es sensibilidad y oficio político.

Sin importar de qué partido o ideología representen, debe haber respeto a las investiduras y a la institucionalidad. En un país constitucionalista como el nuestro, lo que menos que esperamos en un gobernante, es Oficio Político.