/ jueves 9 de diciembre de 2021

El Ómicron Frankenstein

No se estaba viviendo un domingo común y corriente, por lo menos desde el punto de vista de la tranquilidad y pasividad de las conciencias que son consecuencia de las mañanas soporíferas de este día de descanso obligatorio, según la sagrada ley laboral mexicana, pues se había decidido que era momento de hacer una precaria y breve, pero minuciosa, investigación sobre el guateque mundial que traen la mayoría de los medios de comunicación, políticos y no políticos, y científicos, sobre la aparición de lo que se denomina como “variante” del virus del Covid – 19, y a la que se bautizó con el infernal apelativo de “Ómicron” (me recordó eso de los íncubos y súcubos).

La determinación aludida obedece no a la curiosidad del espíritu para conocer los mecanismos microscópicos que llevan a un virus en particular a reproducirse de manera defectuosa y causar un cataclismo bíblico de proporciones todavía indeterminadas, por lo menos desde el punto de vista de la salud, adicionando a lo anterior la probable pérdida adicional de millones y millones de vidas valiosas, decía, no obedece a ese interés por las cuestiones académicas, sino más bien a un instinto básico y elemental de conservación de la especie que nos lleva a preguntar si esta nueva variante del virus tendrá consecuencias desastrosas, o bien, si hay que tomar precauciones adicionales y nuevas a las ya acatadas, o bien, si es real o ficticio el temor provocado ya por tanta noticia alarmista y a veces contradictoria.

Hay que acotar que es importantísimo, en este tipo de indagaciones, escoger las fuentes a las que se acudirá para descubrir la verdad de la verdad. Y aquí sólo tenemos fundamentalmente tres, y las cuales se anotan en orden de seriedad e importancia: la de los estudiosos de los virus, los virólogos, médicos e investigadores de la salud en general; la de los artículos periodísticos; y, finalmente, las declaraciones de los políticos (de cualquier latitud, altitud y color), y párenle de contar.

En la búsqueda de certezas sobre este tópico y otros, no es recomendable acudir a las declaraciones y opiniones de los políticos, pues, por regla general, la ignorancia, la imbecilidad y los intereses nefastos y ocultos es lo que los mueve a abrir la boca, encontrando en este campo desde los que opinan que “no pasa nada”, “es una mentira y locura mundial, creada por los intereses de las farmacéuticas”, hasta lo que ya declararon esta nueva ola de contagios que se viene como el fin mismo de la humanidad como la conocemos y castigo de Dios a los no vacunados, etcétera.

En cuanto a los artículos periodísticos, firmados por los no profesionales de la salud, hay que acudir a ellos con ciertas reservas, pues si no están basados en una investigación seria o en opiniones de los expertos, los mismos carecen de validez y son el origen de muchos malentendidos y miedos infundados.

Lo más curioso es que consultando las opiniones de profesionales de la salud vertidas bien sea en entrevistas o en publicaciones académicas, por lo que respecta al Ómicron, nuestros hombres de ciencia, que nos deberían dar luz sobre esta incógnita, no se logran poner de acuerdo, pues algunos opinan que “es muy probable”, “casi un hecho”, de que la nueva variante es más contagiosa y más virulenta, o sea, una auténtica hecatombe sideral; y por otro lado, otros opinan que no existe ninguna evidencia científica sólida de que el virus mutante sea más contagioso o mortal.

O sea, el estado actual de las investigaciones realizadas, nos arroja una absoluta y total incertidumbre sobre las consecuencias que debemos esperar de esta nueva ola. Mejor tomar precauciones.

No se estaba viviendo un domingo común y corriente, por lo menos desde el punto de vista de la tranquilidad y pasividad de las conciencias que son consecuencia de las mañanas soporíferas de este día de descanso obligatorio, según la sagrada ley laboral mexicana, pues se había decidido que era momento de hacer una precaria y breve, pero minuciosa, investigación sobre el guateque mundial que traen la mayoría de los medios de comunicación, políticos y no políticos, y científicos, sobre la aparición de lo que se denomina como “variante” del virus del Covid – 19, y a la que se bautizó con el infernal apelativo de “Ómicron” (me recordó eso de los íncubos y súcubos).

La determinación aludida obedece no a la curiosidad del espíritu para conocer los mecanismos microscópicos que llevan a un virus en particular a reproducirse de manera defectuosa y causar un cataclismo bíblico de proporciones todavía indeterminadas, por lo menos desde el punto de vista de la salud, adicionando a lo anterior la probable pérdida adicional de millones y millones de vidas valiosas, decía, no obedece a ese interés por las cuestiones académicas, sino más bien a un instinto básico y elemental de conservación de la especie que nos lleva a preguntar si esta nueva variante del virus tendrá consecuencias desastrosas, o bien, si hay que tomar precauciones adicionales y nuevas a las ya acatadas, o bien, si es real o ficticio el temor provocado ya por tanta noticia alarmista y a veces contradictoria.

Hay que acotar que es importantísimo, en este tipo de indagaciones, escoger las fuentes a las que se acudirá para descubrir la verdad de la verdad. Y aquí sólo tenemos fundamentalmente tres, y las cuales se anotan en orden de seriedad e importancia: la de los estudiosos de los virus, los virólogos, médicos e investigadores de la salud en general; la de los artículos periodísticos; y, finalmente, las declaraciones de los políticos (de cualquier latitud, altitud y color), y párenle de contar.

En la búsqueda de certezas sobre este tópico y otros, no es recomendable acudir a las declaraciones y opiniones de los políticos, pues, por regla general, la ignorancia, la imbecilidad y los intereses nefastos y ocultos es lo que los mueve a abrir la boca, encontrando en este campo desde los que opinan que “no pasa nada”, “es una mentira y locura mundial, creada por los intereses de las farmacéuticas”, hasta lo que ya declararon esta nueva ola de contagios que se viene como el fin mismo de la humanidad como la conocemos y castigo de Dios a los no vacunados, etcétera.

En cuanto a los artículos periodísticos, firmados por los no profesionales de la salud, hay que acudir a ellos con ciertas reservas, pues si no están basados en una investigación seria o en opiniones de los expertos, los mismos carecen de validez y son el origen de muchos malentendidos y miedos infundados.

Lo más curioso es que consultando las opiniones de profesionales de la salud vertidas bien sea en entrevistas o en publicaciones académicas, por lo que respecta al Ómicron, nuestros hombres de ciencia, que nos deberían dar luz sobre esta incógnita, no se logran poner de acuerdo, pues algunos opinan que “es muy probable”, “casi un hecho”, de que la nueva variante es más contagiosa y más virulenta, o sea, una auténtica hecatombe sideral; y por otro lado, otros opinan que no existe ninguna evidencia científica sólida de que el virus mutante sea más contagioso o mortal.

O sea, el estado actual de las investigaciones realizadas, nos arroja una absoluta y total incertidumbre sobre las consecuencias que debemos esperar de esta nueva ola. Mejor tomar precauciones.