/ miércoles 25 de julio de 2018

El poder de la vocación

Es esta fuerza misteriosa, a veces llamada vocación, la que te hace maestro…

Paulo Freire

Uno de los más grandes tesoros de una persona es tener la oportunidad de seguir su vocación. La primera de las grandes fortunas es encontrarla. Esto tiene sentido en lo profesional y los personal.

La mayoría de los seres humanos tenemos vocación de padres, de ahí las historias de grandes esfuerzos y sacrificios de los que son capaceo los progenitores en beneficio de sus vástagos. La paternidad es una función que, en términos generales, se ejerce acompañada de una enorme dosis de felicidad. Eso es vocación.

Los maestros de México reciben salarios que no hacen de la docencia una actividad lucrativa. Es el caso del personal médico de las instituciones públicas de salud, además del de un ejército de servidores públicos. Nadie se hace maestro, médico del IMSS o del ISSSTE por avaricia, lo que si ocurre en la política, el las carreras legislativas y en las judiciales.

Un magistrado de la Suprema Corte, datos de 2015, percibe 4.2 millones de pesos al año, mientras que el salario del ministro presidente llega a 6.7 millones anuales. Un salario mínimo anual no llega a 30 mil pesos. La justificación de estas obscenas percepciones es que les permite a los jueces “pensar con claridad”, deshacerse de “preocupaciones menores”, e impermeabilizarlos contra el soborno.

Buenos argumentos sin duda, pero me pregunto con insistencia: ¿no se aplica a todo aquel sobre quien recaiga la responsabilidad de una familia? ¿tener asegurado el desayuno del día de mañana para tus hijos, no te permitiría el ejercicio de todas tus capacidades en el trabajo? ¿no te haría más productivo? Si es válido para uno, debe ser aceptable para todos.

A pesar de la exuberancia salarial del poder judicial, conocemos historias recurrentes de corrupción ante el poder político, el poder económico y la mafia. El dinero no les impermeabiliza del todo. De la misma manera que la precariedad no siempre acaba con la verdadera vocación.

La vocación es el motor que lleva a un maestro a comprar sus propios gises y materiales de trabajo, aquellos que debería proveer el Estado. Es ese mismo impulso interior el que hace de los médicos del servicio público magos de la improvisación. Cada uno de ellos, en mejores condiciones prestarán servicios de mayor calidad. Las innegables deficiencia educativas de México no son responsabilidad del maestro, sino del sistema educativo que no comparte su vocación.

Ante el anuncio de reducción en percepciones para servidores públicos de alto nivel, algunos magistrados se sintieron agredidos; preguntaba uno de ellos: ¿quién querrá ahora ser magistrado?

Mi respuesta es muy sencilla: igual que los maestros, los artistas y los médicos, quien tenga vocación.



Es esta fuerza misteriosa, a veces llamada vocación, la que te hace maestro…

Paulo Freire

Uno de los más grandes tesoros de una persona es tener la oportunidad de seguir su vocación. La primera de las grandes fortunas es encontrarla. Esto tiene sentido en lo profesional y los personal.

La mayoría de los seres humanos tenemos vocación de padres, de ahí las historias de grandes esfuerzos y sacrificios de los que son capaceo los progenitores en beneficio de sus vástagos. La paternidad es una función que, en términos generales, se ejerce acompañada de una enorme dosis de felicidad. Eso es vocación.

Los maestros de México reciben salarios que no hacen de la docencia una actividad lucrativa. Es el caso del personal médico de las instituciones públicas de salud, además del de un ejército de servidores públicos. Nadie se hace maestro, médico del IMSS o del ISSSTE por avaricia, lo que si ocurre en la política, el las carreras legislativas y en las judiciales.

Un magistrado de la Suprema Corte, datos de 2015, percibe 4.2 millones de pesos al año, mientras que el salario del ministro presidente llega a 6.7 millones anuales. Un salario mínimo anual no llega a 30 mil pesos. La justificación de estas obscenas percepciones es que les permite a los jueces “pensar con claridad”, deshacerse de “preocupaciones menores”, e impermeabilizarlos contra el soborno.

Buenos argumentos sin duda, pero me pregunto con insistencia: ¿no se aplica a todo aquel sobre quien recaiga la responsabilidad de una familia? ¿tener asegurado el desayuno del día de mañana para tus hijos, no te permitiría el ejercicio de todas tus capacidades en el trabajo? ¿no te haría más productivo? Si es válido para uno, debe ser aceptable para todos.

A pesar de la exuberancia salarial del poder judicial, conocemos historias recurrentes de corrupción ante el poder político, el poder económico y la mafia. El dinero no les impermeabiliza del todo. De la misma manera que la precariedad no siempre acaba con la verdadera vocación.

La vocación es el motor que lleva a un maestro a comprar sus propios gises y materiales de trabajo, aquellos que debería proveer el Estado. Es ese mismo impulso interior el que hace de los médicos del servicio público magos de la improvisación. Cada uno de ellos, en mejores condiciones prestarán servicios de mayor calidad. Las innegables deficiencia educativas de México no son responsabilidad del maestro, sino del sistema educativo que no comparte su vocación.

Ante el anuncio de reducción en percepciones para servidores públicos de alto nivel, algunos magistrados se sintieron agredidos; preguntaba uno de ellos: ¿quién querrá ahora ser magistrado?

Mi respuesta es muy sencilla: igual que los maestros, los artistas y los médicos, quien tenga vocación.



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