/ martes 19 de junio de 2018

“El prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila”

Sigue López Obrador prometiendo la puesta en marcha de políticas gubernamentales difíciles de cumplir –como se acostumbra en época electoral –, aunque quizás sus promesas resulten muy complicadas de llevar a la práctica. La última promesa que hizo pública, la cual llamó mi atención y avizoró su puesta en marcha con pesimismo, como posiblemente también ocurra con quien me dispensa la lectura de estas líneas, es la de que “(…) terminará con los líderes charros, como Carlos Romero Deschamps”, dirigente del sindicato petrolero. (consúltese http://ntrzacatecas.com/2018/06/17/ofrece-amlo-acabar-con-lideres-charros/).

Y sí, francamente, considero que esa oferta es en extremo difícil de llevar a la práctica. No sólo porque abundan los líderes de la naturaleza que expresó AMLO, sino porque incluso en las filas del lopezobradorismo pululan esa clase de dirigentes sindicales. Tal vez resulte más conveniente prometer que sea cual sea el signo ideológico de los líderes de trabajadores, habrá de acotarse su influencia y su actuación (especialmente en el manejo de los recursos financieros de los sindicatos), desempeño que será evaluado en el compromiso y cumplimiento que tengan los líderes en las promesas que contraigan con la sociedad civil en su conjunto.

Y lo más importante que esperamos los integrantes de la sociedad civil: que habrá de haber cambios periódicos de liderazgos y de formas de hacer política, que no sólo beneficie a los agremiados, sino que de igual cuenta se tenga muy en perspectiva la mejora de las condiciones en la convivencia y vida cotidiana de la sociedad civil. En otras palabras, que se trate a toda costa de que los líderes sindicales tengan no sólo como referente en su actuar a la opinión pública, sino que se evalúe y constate el cumplimiento de sus promesas.

El mismo AMLO reconoció que la existencia de esa clase de líderes no es sólo parte de la actuación del PRI en la escena política nacional, sino que también durante los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón tales dirigentes y sus colaboradores cercanos siguieron gozando de prebendas e impunidad. Falta por ver, sin embargo, qué habrá de hacer el mismo AMLO como presidente con las organizaciones sindicales, especialmente con las vinculadas con la gestión gubernativa y del sector paraestatal del gobierno.

Pero, surge de inmediato la pregunta: ¿de llegar AMLO a la Presidencia, como es ya casi un hecho que lo haga, atenuará visiblemente la existencia y actuación de tales personajes, de los líderes sindicales y populares que ven los bienes de sus organizaciones como propios? Yo no lo creo. De hecho, sindicatos disidentes del oficialismo actúan siempre para bien exclusivo sólo de sus agremiados, sin consideración alguna hacia la sociedad civil en su conjunto.

La consigna visiblemente tácita en la actuación de los sindicatos de los trabajadores del gobierno es: “todos los beneficios de la relación laboral para nosotros”, y ¿la sociedad civil en general? ¡Qué se joda!


Sigue López Obrador prometiendo la puesta en marcha de políticas gubernamentales difíciles de cumplir –como se acostumbra en época electoral –, aunque quizás sus promesas resulten muy complicadas de llevar a la práctica. La última promesa que hizo pública, la cual llamó mi atención y avizoró su puesta en marcha con pesimismo, como posiblemente también ocurra con quien me dispensa la lectura de estas líneas, es la de que “(…) terminará con los líderes charros, como Carlos Romero Deschamps”, dirigente del sindicato petrolero. (consúltese http://ntrzacatecas.com/2018/06/17/ofrece-amlo-acabar-con-lideres-charros/).

Y sí, francamente, considero que esa oferta es en extremo difícil de llevar a la práctica. No sólo porque abundan los líderes de la naturaleza que expresó AMLO, sino porque incluso en las filas del lopezobradorismo pululan esa clase de dirigentes sindicales. Tal vez resulte más conveniente prometer que sea cual sea el signo ideológico de los líderes de trabajadores, habrá de acotarse su influencia y su actuación (especialmente en el manejo de los recursos financieros de los sindicatos), desempeño que será evaluado en el compromiso y cumplimiento que tengan los líderes en las promesas que contraigan con la sociedad civil en su conjunto.

Y lo más importante que esperamos los integrantes de la sociedad civil: que habrá de haber cambios periódicos de liderazgos y de formas de hacer política, que no sólo beneficie a los agremiados, sino que de igual cuenta se tenga muy en perspectiva la mejora de las condiciones en la convivencia y vida cotidiana de la sociedad civil. En otras palabras, que se trate a toda costa de que los líderes sindicales tengan no sólo como referente en su actuar a la opinión pública, sino que se evalúe y constate el cumplimiento de sus promesas.

El mismo AMLO reconoció que la existencia de esa clase de líderes no es sólo parte de la actuación del PRI en la escena política nacional, sino que también durante los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón tales dirigentes y sus colaboradores cercanos siguieron gozando de prebendas e impunidad. Falta por ver, sin embargo, qué habrá de hacer el mismo AMLO como presidente con las organizaciones sindicales, especialmente con las vinculadas con la gestión gubernativa y del sector paraestatal del gobierno.

Pero, surge de inmediato la pregunta: ¿de llegar AMLO a la Presidencia, como es ya casi un hecho que lo haga, atenuará visiblemente la existencia y actuación de tales personajes, de los líderes sindicales y populares que ven los bienes de sus organizaciones como propios? Yo no lo creo. De hecho, sindicatos disidentes del oficialismo actúan siempre para bien exclusivo sólo de sus agremiados, sin consideración alguna hacia la sociedad civil en su conjunto.

La consigna visiblemente tácita en la actuación de los sindicatos de los trabajadores del gobierno es: “todos los beneficios de la relación laboral para nosotros”, y ¿la sociedad civil en general? ¡Qué se joda!